MORAL PÚBLICA Y ESTILO PRESIDENCIAL
Efraín Gonzales de Olarte
Uno de los temas negativos del gobierno que concluyó en julio pasado fue haber hecho casi nada para resolver la crisis moral que heredáramos del fujimorismo. Crisis que se expresa en la corrupción, el transfuguismo, la impunidad, y un gran etc. Para superarla necesitamos de un nuevo” estilo presidencial”.
Los mercados y las sociedades deben funcionar sobre la base de la confianza, la que se funda sobre la verdad, la honradez y el cumplimiento de la ley y la palabra empeñada. Por ello, el progreso, la democracia y el desarrollo son sostenibles en el largo plazo solo si se apoyan sobre principios éticos y en la legalidad.
Cuando esto no sucede aparecen fácilmente los males como la corrupción, que no es otra cosa que el aprovechamiento de los recursos públicos para el provecho privado. El problema es que si no se corta drásticamente las raíces de la corrupción, ésta puede llegar a tener una amplitud tal que haría imposible que el estado logre cumplir con sus funciones. La lucha contra la corrupción no es sólo una batalla moralizadora, sino sobre todo una necesidad para reducir la pobreza y para redistribuir oportunidades de desarrollo.
Por ello, el desafío del Presidente Humala es emprender una cruzada por la recuperación de los principios éticos sobre los cuales debe funcionar su gestión y el Estado, para que su propuesta de inclusión social pueda funcionar.
Para lograr este objetivo hay varias medidas que se deben tomar. Pero para que tengan éxito el “estilo presidencial” es muy importante, pues en el Perú los gobernantes regionales, locales y funcionarios tratan de seguir el estilo del presidente. Así como Fernando Belaúnde hizo de la inauguración de obras su estilo, Alan García se caracterizó por su predisposición al floro ilustrado, Ollanta Humala debería imprimir transparencia, respeto por la honradez, la verdad y la probidad en toda decisión y acto de gobierno. Este sería un factor importante para construir el país sobre la base de la recuperación moral y ética.
Si ello fuera así, no sólo seguiría aumentando la inversión, sino también se recuperaría la confianza en el Estado, sobre la base de una moral pública de rectitud que debería ser emulada en todo nivel.
Publicado en el Suplemento D1 del diario El Comercio del 19 de setiembre del 2011