Advertencia:
El siguiente texto es sacado de la introducción de Miguel León-Portilla del libro Brevíssima relación de la destruyción de las Indias de Bartolomé de las Casas. Si bien las ideas son propias de la persona que realizó la introducción, acá solo se pretende mostrar la idea de dicho autor, no hacerla pasar como propia. El fragmento citado se encuentra entre las páginas 32 y 36 de la segunda edición (septiembre del 2005) de Edaf.
Dice el autor:
“Interesa hacer aquí una exposición que abarque lo que fue el que llamaré pensamiento antropológico y jurídico de Las Casas. Lo que puede considerarse su punto de partida lo reitera él en varias obras suyas. Así, en la Apologética Historia Sumaria, declaró:
Parece no haber naciones en el mundo, por rudas e incultas, silvestres y bárbaras, groseras, fieras o bravas y cuasi brutales que sean, que no pueden ser persuadidas, traídas y reducidas a toda buen orden y policía y hacerse domesticar, mandas y tratables, si se usare de industria y de arte y se llevare aquel camino que es propio y natural a los hombres, mayormente conviene a saber, por amor y mansedumbre, suavidad y alegría, y se pretende solo aqueste fin.
Las Casas, Ap, XLVIII.
En concordancia se halla esto con lo que había declarado años antes de su De unico vocationis modo, donde manifestó:
La Providencia divina estableció, para todo el mundo y para todos los tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión, a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad.
Se trata, indudablemente, de un modo que debe ser común de todos los hombres del mundo, sin distinción de sectas, errores o corrupción de costumbres
Las Casas, De unico vocationis modo [Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión], Advertencia del Agustín Millares Carlo; introducción de Lewis Hanke; traducción del latín de Atenógenes Santamaría, Fondo de Cultura Económica, México, 1975, pp. 65-66.
Y la razón última de tal forma de proceder en los intentos de atraer a los indios y a cualesquiera otros a la fe cristiana se deriva de que:
Todas las naciones del mundo son hombres, y de todos los hombres y de cada uno de ellos es una, no más, la definición, y esta es que son racionales, todos tienen su entendimiento y su voluntad y su libre albedrío como sean formados a la imagen y semejanza de Dios.
AP, XLVIII
A la luz de estas ideas es como se planteó Las Casas las cuestiones en torno a las cuales giraron su pensamiento y su acción. Entre esas cuestiones sobresalen estas: si los naturales de las Indias son seres racionales y aun sobresalen por su inteligencia y destreza- tal como se esforzó por demostrarlo en su Apologética historia sumaria al comparar sus instituciones y formas de existencia con las de otros muchos pueblos de la Antigüedad, aduciendo centenares de testimonios en su apoyo- este se pregunta: ¿Cómo debe procederse en los empeños por lograr la conversión de los indios a la fe cristiana? ¿ Puede emplearse la fuerza conquistándolos por medio de las armas? ¿Las que, como dice en varios lugares, los españoles llaman conquistas, se justifican en virtud de que se dirigen a cristianizar a los indios? Y si no se justifican las conquistas por ello, ya que violan los dos principios enunciados, a saber, que todos los hombres son seres racionales y libres y que la Providencia ha establecido que es la persuasión por medio de razones y la invitación para lograr la suave moción de la voluntad hacia la conversión, ¿entonces qué es lo que puede justificar el señorío o dominio de los reyes de Castilla y Aragón sobre los indios?
No es la fuerza, aun cuando se pretenda justificarla con varios argumentos. Entre ellos estno hay uvo aducir que los indios practicaban sacrificios humanos, viven en continuas guerras entre sí, y algunos parecen < >. El argumento en que insiste fray Bartolomé es que < >.
Las conclusiones es que, si los monarcas españoles quieren descargar su conciencia, deben renunciar a toda forma de conquista. A juicio de fray Bartolomé, tan solo puede justificarse una cierta forma de señorío en las Indias, respetando, por una parte, el que pertenece de tiempos inmemoriales a sus señores naturales indígenas, según el encargo recibido por el Sumo Pontífice. Por esto precisamente emprendió él los expreimentos de acercamiento pacífico en Cumaná (Venezuela) y en la Vera Paz (Guatemala). Y aunque no tuvo éxito en ellos, no se desanimó. Ni tampoco decayó en su ánimo al ver que se derogaban las Leyes Nuevas que prohibían radicalmente la esclavitud de los indios y suprimían la perpetuidad de las encomiendas. Ni siquiera disminuyó su energía de infatigable batallador al percatarse de que, en su debate con Sepúlveda, no logró un dictamen favorable a su tesis y todo quedó en suspenso.
Bartolomé luchó, codo a codo, al lado del indio caxcán Francisco Tenamaztle. Los escritos, en que se refieren las experiencias de este, son tácita reiteración de los principios que había enunciado tantas veces en sus libros, tratados, debates y memoriales al monarca y al Consejo de Indias. La segunda, la Apologética, constituye un gran tratado de antropología cultural comparada. Para poner en manifiesto, no ya la racionalidad de los indios, sino lo más sobresaliente y la excelencia de sus creaciones culturales, establece numerosas comparaciones con lo alcanzado por otros muchos pueblos del Viejo Mundo. Para realizar esto hace gala de sorprendente erudición. Prueba de esto son los centenares de citas de autores clásicos, principalmente griegos y latinos. Aunque algunos piensan que Las Casas aró en el mar y lo tildan de exagerado y obsesivo- sin negar que en ocasiones lo fue-, es cierto que su acción y sus escritos han dejado honda huella en el ámbito de la historia de España y del Nuevo Mundo y en el contexto del pensamiento jurídico referido a los derechos humanos con alcances universales.”