Da Vinci 500 años después: “Hombre universal” del renacimiento

7:00 p m| 21 may 19 (VATN/CI).- Un dos de mayo del 1519 fallecía en Amboise (Francia) a los 67 años, Leonardo Da Vinci, el artista, arquitecto, inventor, botánico y músico, nacido en los alrededores de Florencia. Los Museos Vaticanos celebraron ese aniversario con la presentación de la restauración del tapiz inspirado en su “Última Cena” de Milán y con la exposición gratuita del “San Jerónimo” en curso en la Plaza de San Pedro. Un comentario de la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, acompaña a la reseña del Vatican News y a varios apuntes que vinculan su arte con sus creencias.

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Hace 500 años, el 2 de mayo del 1519, la muerte de Leonardo da Vinci, en el castillo de Clos-Lucé a Cloux, que dominaba desde lo alto a la ciudad de Amboise -donde da Vinci vivía desde hacía dos años como huésped del Rey de Francia-, provocó un llanto desesperado del rey Francisco I, según cuentan, quien lo había honrado con el título de “Primer pintor, arquitecto y mecánico del rey”, con una pensión de 5 mil escudos.

El “hombre universal” del Renacimiento italiano, artista, arquitecto, inventor, pero también botánico y músico, nació el 15 de abril de 1452 en Anchiano, una aldea cerca de Vinci, un pequeño pueblo cerca de Florencia, hijo ilegítimo del notario Piero y Caterina, una mujer de orígenes humildes.

Y el rey de Francia Francisco I, un soberano culto y refinado, sobre todo amante del arte italiano, como lo demostró en años posteriores al dar la bienvenida a otros artistas con honores, le permitió a Leonardo vivir en la serenidad los últimos años de su vida, asistido por dos fieles estudiantes.

Aunque debilitado por la vejez y una probable trombosis cerebral que paralizó su mano derecha, Leonardo pudo continuar sus estudios e investigaciones científicas con pasión y dedicación. Así diseñó la residencia real de Romorantin, que era una verdadera ciudad, incluso previendo el movimiento de un río.

El 23 de abril de 1519, el genio florentino redactó el testamento ante el notario Guglielmo Boreau, en presencia de cinco testigos y el inseparable alumno Francesco Melzi, ordenó ser enterrado en la iglesia de San Fiorentino, con un funeral acompañado de capellanes y frailes menores, así como de sesenta pobres, cada uno con una antorcha; requirió la celebración de tres misas solemnes y treinta misas “bajas”, en San Gregorio, en Saint-Denis y en la iglesia franciscana.

A Francesco Melzi, albacea testamentario, dejó “los libros […] y otros instrumentos y retratos sobre su arte e industria de Pictori”, además de la colección de dibujos y vestuario; al sirviente De Vilanis y a Salaì la mitad para cada uno de “uno iardino che ha fora de le mura de Milano nel quale iardino il prefato Salay ha edificata et constructa una casa”, (un jardín que tiene en las afueras de Milán y donde Salay podrá edificar y construir su casa), a la criada Maturina ropa y dos ducados; para los medios hermanos florentinos, su patrimonio en la ciudad toscana, es decir, 400 escudos depositados en Santa Maria Nuova y una granja en Fiesole.

-Un genio universal, más allá de los límites del espacio y el tiempo

Estos no fueron ciertamente los únicos frutos de la vida de un genio que sentimos casi contemporáneo. Las inagotables intuiciones que animaron y definieron su actividad, las continuas y constantes proyecciones más allá de los límites de su contemporaneidad, son elementos que van más allá de las simples coordenadas espaciales y temporales, y de la Italia y Francia de los siglos XV y XVI en donde trabajó.

Los Museos Vaticanos celebran el aniversario presentando la restauración del espléndido tapiz inspirado en la “Última Cena” de Leonardo, que se puede admirar en el refectorio del Renacimiento del convento adyacente al santuario de Santa Maria delle Grazie en Milán. Después de un año y medio de restauraciones en los laboratorios de los Museos Vaticanos, los colores del tapiz, hechos completamente de seda, parecen mucho más nítidos, se realizaron por encargo de Luisa di Savoia y Francesco Duca d’Angouleme, que más tarde se convirtió en Francisco I.

El tejido se hizo probablemente en Flandes en un cartón de un artista lombardo, y representa una de las primeras copias de la obra maestra de Leonardo, creado para satisfacer las necesidades de la corte francesa que quería traer consigo la imagen de una obra que no podía ser transportada de ninguna manera. Donado en 1533 al Papa Clemente VII, el tapiz regresó a Italia y desde entonces no ha dejado los Museos Vaticanos.

La directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, le recuerda a Vatican News que “la restauración que acaba de finalizar demuestra que ciertamente, el tapiz debe ser asignado a la comisión de Francisco I y, por lo tanto, seguramente es un período entre 1516 y 1533, cuando el mismo reinante lo dona a Clemente VII y, por lo tanto, llega al Vaticano. Básicamente, las figuras tienen las mismas dimensiones y todo el tapiz tiene las mismas proporciones y dimensiones que el Cenáculo de Milán”.

-En el Vaticano, San Jerónimo y las pruebas de su estancia

Luego, Jatta habla de las otras obras relacionadas con Leonardo que están en los Museos Vaticanos, desde “San Jerónimo, que ahora se exhibe en el ‘Brazo de Carlo Magno’, en la Plaza de San Pedro, pero también una estancia muy importante de Leonardo da Vinci en el Vaticano del 1513-1514, justo en el Mirador vaticano, que hoy es el corazón de las colecciones vaticanas del Museo Pio Clementino”.

“Esto se recuerda en un documento del archivo de la Fábrica de San Pedro que se exhibe en el Brazo de Carlo Magno junto con el penitente San Jerónimo, y donde se recuerdan todas las obras que debieron prepararse para recibir a Leonardo Da Vinci en este apartamento durante su estancia en el Vaticano”.

En la escuela de Atenas, Jatta aún recuerda que “Rafael también representa a Leonardo, como Platón; un Leonardo que parece muy viejo, pero en realidad sabemos que murió a los 67 años. Pío XI, en la construcción de la nueva galería de arte del Vaticano donde se encuentra el tapiz, colocó seis nombres, incluido el de Leonardo, para testimoniar la importancia de este último en las colecciones del Vaticano”.

 

Leonardo Da Vinci: “Dichoso el hombre que sigue a Cristo”

A menudo, Leonardo es recordado como un hombre misterioso cuyas creencias reales han sido debatidas por siglos. Al igual que con otras figuras, han surgido todo tipo de versiones: desde aquellos que dicen que era un “católico distraído”, hasta aquellos que lo catalogan como un “reformista” en cierto sentido.

Si bien, no muchas fuentes confiables de información han realizado un estudio realmente a fondo sobre la religión de Leonardo da Vinci, uno de los primeros en hablar al respecto fue el italiano Giorgio Vasari en cuyo libro “Lives of the Artists” (1550) reportaba erróneamente que el artista tenía una “disposición mental tan herética que no se adhería a ninguna religión” (Apostolos, 2006).

Pero, afortunadamente, la afirmación de Vasari fue cuestionada a tiempo por distintas personas que identificaron informes inexactos y reportes que parecían ser poco fiables e infundados. Ante esto, y a falta de pruebas, el mismo Vasari se vio en la necesidad de remover dicho fragmento desde la segunda edición de su libro (en 1568).

McCurdy, en su notable obra “La mente de Leonardo Da Vinci” comenta que “la subsecuente omisión de esta afirmación demuestra, de acuerdo a Milanesi, que Varasi se dio cuenta de que había sido engañado por el informe común que le adjuntaba el estigma de herejía al estudio de las ciencias naturales” [2013(a):214].

Hoy en día, pese a que se hayan hecho una innumerable cantidad de conjeturas infundadas y a pesar de que existen ideas distorsionadas y un tanto distintas incluso entre historiadores, lo cierto es que, gracias a sus propios escritos, cartas y manuscritos, cualquier biógrafo serio de Leonardo Da Vinci sabe que él creía en Dios y que hablaba acerca de Él como un Ser único, Superior, e Inteligente, y no como una simple idea dogmática.

-Su arte religioso

Aunque vivió antes de la época empirista de Francis Bacon y John Locke, Leonardo Da Vinci también creía mucho en la experimentación, en la posibilidad de que la razón explicara los mayores eventos físicos, y en la necesidad de cuestionar diversas enseñanzas tradicionales de las personas y de la gente.

Sin embargo, esto no le impedía reconocer el universo como una Creación hecha por Dios, a quien le concebía como un Arquitecto Supremo. Si bien es cierto que a través de notas, Da Vinci no expresa un interés exclusivo en la teología, no obstante, en sus cuadros, pinturas, dibujos y obras pictóricas que aún se conservan en la actualidad, se representan múltiples escenas que contienen vívidas narraciones contenidas en la Biblia, y esta misma inclinación de Leonardo y su interés por elaborar pinturas sobre temas cristianos o del Evangelio es una de las razones que de primera instancia lo ubican del lado de la fe.

En este ámbito, el autor de la Mona Lisa (1505) es muy reconocido por haber pintado el cuadro de “La Última Cena” (ca. 1494-1498), una de las pinturas más reproducidas de todos los tiempos, y una escena que representa el último momento que Jesucristo pasó con todos sus doce discípulos antes de su arresto y crucifixión.

Pero Da Vinci también pintó otras numerosas obras religiosas encargadas por la líderes católicos y monjes en monasterios. Algunas de estas obras más notables con temáticas del Evangelio: “El Bautismo de Cristo”, “La anunciación”, “La adoración de los Magi”, “La virgen y el niño con Sta. Ana y San Juan el Bautista”, “San Juan el Bautista”, “Cristo cargando con la Cruz”, “Salvator Mundi” y otros más.

-Su fe en Dios

La muestra religiosa de Da Vinci también va más allá de la pintura. En algunas frases religiosas que se conservan escritas por la misma pluma de este erudito pueden encontrarse alusiones acerca de Dios y de temas tocantes a la espiritualidad, como señalan Shana Priwer y Cynthia Phillips:

“Al menos un aspecto acerca de las creencias religiosas de Leonardo es bien cierto: él creía en Dios. Sus escritos se refieren a Dios como el Creador del universo, y el espíritu de su corazón en sus pinturas religiosas revela su devoción. Aunque el humanismo del Renacimiento promovía el espíritu, la determinación y las habilidades humanas, éste también tenía atado el desarrollo continuo del hombre hacia la adoración y hacia la religión. Leonardo adoptó todos estos aspectos del Renacimiento” [Priwer & Phillips, 2005: 223].

Al igual que Blaise Pascal, Da Vinci escribió sus pensamientos aleatoriamente en hojas que no tuvo la oportunidad de organizar en un libro formalmente, pero a través de los años las citas que presentamos a continuación fueron documentadas en numerosos libros. En algunas de ellas, el italiano escribió sobre distintos temas que dejan entrever sus creencias espirituales; otras están propiamente dirigidas a Dios:

1) “El entendimiento se dispara y se eleva hasta el Cielo, porque las cosas llenas de virtud encuentran el favor de Dios. La información falsa debería representarse como lo contrario porque todas sus obras son contrarias a Dios y tienden hacia el infierno” [De su “Manuscrito H”, ca. 1508; citado en Da Vinci, 1906:61; Da Vinci, 1958:1094; Rosci, 1978:116].

2) “¡Oh especulador! Tú que miras en esta máquina nuestra, no estés afligido de que con otros esté destinada a morir, más regocíjate de que nuestro Creador nos ha dotado con el intelecto como un excelente instrumento de percepción” [Da Vinci, 2013(a): “Anatomy”; Rosci, 1978:166].

3) “[El ojo] es el experto de la astronomía, estudia la cosmografía; aconseja y corrige todas las artes humanas, lleva a los humanos a diferentes partes del mundo, es príncipe de las matemáticas; sus ciencias son de los más certeras; ha medido las altitudes y las dimensiones de las estrellas, ha encontrado elementos y sus ubicaciones… ¡Oh, la más excelente de todas las creaciones de Dios!” [Da Vinci, 2012(a):37].

4) “¿No ves que la riqueza por sí misma no le da ninguna honra a aquél que la amontona? ¿No ves que ésta no perdurará cuando el hombre muera, a diferencia del conocimiento? El conocimiento siempre dará testimonio, como un clarín, de su creador, ya que el conocimiento es el hijo de su creador, y no la hijastra, como la riqueza” [Da Vinci, 2014: n° 16].

Sobre la religión, Kenneth Clark, historiador de arte, aseguró que aunque no era propiamente un hombre de mentalidad profundamente religiosa, Leonardo escribió algunos pensamientos semejantes a los que tuvieron los precursores de la Reforma Protestante.

Además, de acuerdo a Apostolos (2006), Da Vinci escribió explícitamente su desacuerdo con la venta de indulgencias, y, conforme a lo que informa el biógrafo Serge Bramly, el padre del renacimiento se opuso expresamente a la explotación comercial de reliquias, objetos y arte religioso. Al respecto escribió:

5) De la escultura: “¡Ay! ¿Qué es lo que veo? Veo al Salvador siendo crucificado otra vez. De los crucifijos que son vendidos: Veo a Cristo siendo vendido y crucificado una vez más, y a sus santos siendo martirizados” [Bramly, 1992:275].

6) De la venta del paraíso: “Un número infinito de personas venderán públicamente y sin impedimentos las cosas del más alto valor, sin permiso alguno del propio Maestro que las tiene; aunque nunca fue de ellos ni estuvo en su poder; y la justicia humana no impide que esto siga ocurriendo” [Da Vinci, 1888:1296].

Sobre la adoración al “Artífice” y al “grandioso Inventor” del universo a través del conocimiento, Da Vinci dijo lo siguiente desestimando la actitud de algunos fariseos de su época:

7) “Existe entre los necios una determinada secta de hipócritas que continuamente buscan engañarse a sí mismos y a los demás, pero a otros más que a sí mismos, aunque en realidad se engañan más a sí mismos que a los demás. Y estos son aquellos que culpan a los pintores de estudiar en días de fiesta [religiosa] las cosas que tienen relación al conocimiento verdadero de las formas de las obras de la naturaleza, y que se esfuerzan por adquirir estas cosas con lo mejor de su habilidad.

Pero estos buscadores de faltas pasan por alto en silencio el hecho de que esta es la verdadera manera de conocer al Artífice de esas cosas tan grandes y maravillosas, y que este es la verdadera manera en que se ama a un Inventor tan grandioso! Porque el amor procede del conocimiento perfecto de aquello que se ama; y si no lo conoces, sólo puedes amarlo poco, o no lo amas en absoluto.

Y si lo amas por la ganancia que anticipas que obtendrás a partir de ello, en vez de amarlo por su virtud suprema, eres como el perro que menea su cola y muestra signos de alegría, saltando hacia el amo para que te pueda dar un hueso. Pero si conoces la virtud de alguien, lo amarás más, si esa virtud estuviera en su lugar” [Da Vinci, 2012(b):105; “On Fault-finders” (102)].

ENLACE: Más citas de Da Vinci, que vinculan su arte con la religión (Creyentes Intelectuales)

 

Fuentes:

Vatican News / Creyentes Intelectuales (Blog)

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