Cardenal Braz de Aviz: ‘En la vida religiosa el Evangelio debe ser guía para gestión de bienes’
11.00 p m| 2 set 14 (L’OSSERVATORE/BV).- En un mundo dominado por las lógicas del mercado, debe ser el Evangelio el criterio fundamental para la gestión de los bienes en las comunidades religiosas. Por ello la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica desarrolló algunas líneas orientativas sobre la economía.
El documento es fruto también del simposio sobre gestión de bienes y finanzas que tuvo lugar en la Pontificia Universidad Antonianum el pasado mes de marzo. Habla de ello el cardenal prefecto Joao Braz de Aviz, en esta entrevista del L’Osservatore Romano, en la que traza, además, un identikit del religioso según las enseñanzas del Papa Francisco.
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La gestión de los bienes patrimoniales de las comunidades religiosas en un tiempo de crisis de vocaciones y también de crisis económica constituye un doble desafío. ¿Cómo afrontarlo?
El tema es de gran actualidad. Por ello el Papa Francisco quiso que se dedicara un simposio a esta cuestión. Y nosotros programamos organizarlo del 8 al 9 de marzo pasado en la Pontificia Universidad Antonianum. El tema de los trabajos se refería precisamente a la gestión de los bienes eclesiásticos religiosos “al servicio del humanum y de la misión de la Iglesia”. Y hemos descubierto una gran exigencia de algo más profundo y nuevo en este ámbito. Lo hemos comprendido al ver la sensibilidad de los religiosos en la participación en el simposio. Nos preparamos para recibir a cuatrocientas personas, en cambio, no solo participaron seiscientas, sino que otras quinientas quedaron fuera.
¿A qué se debe esta gran expectativa?
Al hecho de que el problema es real. Por un lado hay un nuevo florecimiento de monasterios, eremitorios, congregaciones, nuevas sociedades de vida apostólica, pero por otra parte hay una decadencia bastante acentuada de algunas realidades.
Tal decadencia plantea interrogantes respecto a los bienes. ¿A quién van estos patrimonios? ¿Cómo proceder? Y esto es solo un aspecto del problema.
¿Y el otro aspecto a considerar?
Es el que se refiere a los religiosos que trabajan en el ámbito de la educación y la salud, que son quienes perciben un cambio en sus relaciones con los Estados, no solo en Italia, sino en el mundo. Estas relaciones han llegado a ser más difíciles, porque, en muchos casos, la colaboración que había antes, ahora ya no existe. A decir verdad, parece que aún existe y que hay confianza, pero nos encontramos en un callejón sin salida del que no se puede salir. El dinero del Estado no llega o llega con mucho retraso o en menor cantidad.
Otro factor a tener presente es la falta de preparación técnica de algunos consagrados en la gestión de los bienes con las nuevas disposiciones estatales y las diversas implicaciones administrativas. Por ello es urgente una formación más amplia. Además de esto, es necesario que ciertos criterios de administración evolucionen en el seno de la Iglesia, porque la gestión no puede ser de tipo capitalista, sino evangélico.
¿Qué significa en concreto?
Vivimos en una cultura que considera el capitalismo como la ley que gobierna la gestión del dinero. Para los religiosos no debe ser así: debe prevalecer el Evangelio, no al contrario. Mientras que en muchos casos el Evangelio se deja en segundo plano. Y en ese sentido nuestra mentalidad debe cambiar mucho. Precisamente por esto, gracias también a la aportación de muchas personas que han madurado una experiencia en el ámbito de la gestión de los bienes religiosos, hemos elaborado las Líneas orientativas para la gestión de los bienes en los institutos de vida consagrada y en las sociedades de vida apostólica.
A propósito de documentos, vuestra Congregación, en colaboración con la de los obispos, está revisando Mutuae relationes, o sea los criterios sobre las relaciones entre los obispos y los religiosos en la Iglesia.
El Papa lo pidió explícitamente. Y hay novedades. En primer lugar, creemos, y el Papa Francisco lo confirmó, que uno de los criterios para establecer relaciones maduras entre obispos y superiores religiosos en los diversos carismas debe ser la espiritualidad de comunión. Este debe ser el criterio. Juan Pablo II decía que será el criterio para el nuevo milenio cristiano. Esto tiene consecuencias muy fuertes en la relación entre obispos y fundadores.
Las dos realidades son necesarias, pero deben tomar como modelo para las relaciones humanas la comunión de la Trinidad. De manera secundaria, nos inspiramos en el Papa Wojtyla cuando usa una expresión en cierto sentido nueva y habla de aspectos co-esenciales de la Iglesia. Uno es el aspecto carismático y el otro el jerárquico. No dice que estén sometidos el uno al otro, porque no lo están. En el carisma habla el Espíritu Santo. Por otra parte, ningún carisma existe en la Iglesia si la Iglesia no lo confirma. Si no se da esta relación entre las dos partes, basada en el misterio, hay problemas, hay superposiciones.
El Espíritu Santo no está sometido a la jerarquía, es al contrario. Hay que corregir esta mentalidad, porque no somos dueños del misterio. Por otra parte, el Espíritu no crea confusión, sino armonía para el desarrollo de la Iglesia. Y el Pontífice invita a seguir adelante en la co-esencialidad.
Estos dos principios guiaran el trabajo que estamos realizando junto con la Congregación para los obispos treinta y seis años después de la Mutuae relationes. Espero que el documento esté listo para el Año de la vida consagrada.
¿Entre los documentos en revisión está también la constitución apostólica Sponsa Christi de Pío XII?
Sí, si bien los trabajos están recién empezando. El Papa quiere que el texto sea revisado porque es preconciliar. Quedamos un poco sorprendidos por el hecho que no existe una constitución apostólica posterior sobre el mismo tema, sino sólo una instrucción de 1999, la Verbi sponsa. En este momento, estamos escuchando a las consagradas de vida contemplativa. Queremos madurar con ellas. Hemos promovido un sondeo sobre tres puntos: la cuestión de la autonomía, la formación y la clausura.
En lo que respecta a la autonomía es necesario comprenderla bien, para que favorezca la vida comunitaria según las diversas reglas. El segundo punto es la cuestión de la formación. ¿Cómo ofrecer la formación? ¿Solo dentro del monasterio? ¿Y cómo hacer para que se garantice algo más, para que no permanezcan al margen de la Iglesia o que su riqueza no permanezca solo dentro? Tercer aspecto: ¿cómo vivir la clausura en el mundo de hoy.
Usted antes hizo referencia al Año de la vida consagrada. ¿Qué se espera de esta cita?
Somos conscientes de los problemas que hay en la vida religiosa. Queremos, sin embargo, ver el aspecto positivo, porque los consagrados son un inmenso don para la Iglesia. Entonces deseamos dar una mirada al pasado incluso si hubo dificultades, errores, sobre todo desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, pero mirar con una memoria agradecida.
La gratitud es esencial, porque este don de Dios ha sido muy grande. Tratamos de descubrir cuál ha sido la acción de Dios en la vida consagrada. Queremos también contemplar con pasión el presente. O reconstruimos esta mirada de pasión de la vocación de los consagrados o no tenemos sitio en la Iglesia. ¿Qué ha sucedido en los consagrados? Hubo una mirada de Dios que dio un carisma, como un don para ser vivido. Es, por lo tanto, la experiencia de Dios lo que interesa ante todo. Y esto no se puede perder. Se pueden dejar las obras, las estructuras, cosas de nuestra historia que son secundarias, pero la mirada de Dios, su amor, no podemos perderlo. Así, hemos enfocado todo esto en el presente.
Y para el futuro, como Dios en la Biblia en toda la historia no abandonó jamás al hombre y jamás le ha sido infiel -la infidelidad se dio siempre por parte del hombre-, queremos mirar adelante con mucha confianza. No es que vayamos hacia la destrucción, vamos hacia la purificación de la experiencia de Dios. Esto es distinto. Entonces, no se trata tanto de aprender el ars moriendi, sino aprender a seguir al Señor. Útiles para reflexionar son también las cartas circulares que estamos publicando. La primera fue Alegraos. La segunda se basará en el éxodo, en la experiencia del pueblo de Dios que miraba la nube para escrutar los signos divinos.
¿Qué objetivos se han fijado?
En ese camino para el Año de la vida consagrada tenemos tres objetivos, muy sencillos, pero muy positivos, inspirados en el Concilio: la séquela Christi, porque no es posible ser consagrados si no somos discípulos de Jesús. El Vaticano II indica ir a la centralidad de la Palabra y de la vida de fraternidad. Debemos revisar completamente el concepto de autoridad y de obediencia. Rever también las relaciones hombre-mujer que tenemos que profundizar mucho más. Segundo objetivo es volver a la inspiración inicial de nuestros fundadores. ¿Estamos en lo esencial o estamos fuera del camino? Se debe encontrar el valor de cortar lo que no es del fundador y permanecer fieles a él. Volver, es decir, a la intuición carismática.
Tercera finalidad es tener conciencia de que Dios habló en el pasado y habla aún en el presente. Las personas de hoy no son las de ayer. Debemos actualizar el mensaje, hay que tener el valor de escuchar. A veces se piensa que se sigue a Cristo, pero se le sigue de un modo vinculado a un tiempo determinado. Esto no funciona. Porque si el fundador estuviese vivo dialogaría con el mundo de hoy. Hay que abrir nuestros oídos a la cultura actual y captar las exigencias a las que el Evangelio puede responder.
¿Se puede trazar el identikit del religioso según las enseñanzas del Papa Francisco?
Ante todo pienso que el religioso es un profeta, como dice el obispo de Roma. Es la profecía lo que define al religioso, porque anuncia valores que se están perfeccionando y serán los valores del futuro. Anuncia en el hoy las cosas que vendrán. El religioso debe despertar al mundo, para que conozca y sepa esto, para que se confronte con esta experiencia. Si pensamos en la consagración a Dios en la virginidad, al no apoyarse en los bienes, al no tener autoridad en el sentido de opresión, sino en el sentido de la fraternidad, anuncia los valores proféticos. El consagrado puede entonces despertar verdaderamente al mundo. El Papa luego insiste mucho en la cuestión de la fraternidad para salir hacia la gente, los pequeños, los pobres. En la fraternidad, si no hay un clima de familia no se permanece.
Se busca encontrar el propio sitio en la Iglesia. Sin embargo, a veces no se encuentra no porque no exista la llamada, sino porque la persona no se ha sentido en casa, no es feliz. El Pontífice luego no ve la vida consagrada como una realidad abierta, para que los demás entren, sino abierta para salir y decir lo que se tiene. Pero si uno no tiene nada, ¿qué puede ofrecer? En este sentido, hay un deseo muy grande de autenticidad. El de ir hacia los pobres ya está presente en los religiosos que, con un corazón inmenso, están presentes y cercanos a quien pasa necesidad. Aún hay que reforzar esta presencia.
¿Cómo ve el futuro de los consagrados?
Preveo que muchas de las formas históricas se perfeccionarán. Ya no es posible tener una visión “autoritaria” de la autoridad. No se es más porque se es superior, sino hermanos y hermanas como los demás. No puede darse, además, una obediencia que disminuya a la persona. Se obedece para ser más, para poder entrar en la profecía de Dios. La otra cuestión sobre la cual se debe reflexionar es la dimensión afectiva y sexual. Nos hemos alejado entre hombre y mujer de un modo que no es correcto, porque ya no nos conocemos y entonces no integramos el valor de la otra parte. Somos mundos completamente separados.
Se debe encontrar una luz más alta que nos dé la capacidad de mirar a los ojos, pero con los ojos de Dios, de un modo hermoso, real, según las orientaciones de la Iglesia. Es necesario tener la sabiduría que preserva los valores, pero que te hace ser un hombre auténtico que no tiene miedo y que sabe relacionarse con las ideas, pero también con el cuerpo en el sentido auténtico, normal, de quien sonríe de la forma con la que se puede servir a Dios.
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La Santa Sede exige a las congregaciones religiosas que eviten “despilfarros”
El Vaticano anunció a inicios de agosto nuevas medidas para administrar las órdenes religiosas, que apuntan a cerrar los tiempos de las “finanzas alegres”, los escándalos y también los casos de gestión “capitalista” orientada a acumular bienes y no “al servicio de las muchas formas de pobreza”.
Se trata de las nuevas “Líneas de Orientación” para la administración de los bienes de las órdenes religiosas, anunciadas por el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, cardenal Joao Braz de Aviv, y publicadas por la Librería Editora Vaticana (LEV). Las medidas ponen definitivamente un sello “franciscano” en la gestión económica de las obras de la Iglesia.
Las Líneas de Orientación son un decálogo para una conducción financiera según criterios precisos de mayor transparencia y corrección en la gestión, que obligan a una cadena de cumplimientos en materia de presupuestos, rendición de cuentas y controles.
Entre las instrucciones más significativas se encuentra la de no “cubrir” nunca las pérdidas sin resolver los problemas que se encuentran en la base: esto significa “disipar recursos que podrían ser utilizados en otras obras”. En el pasado, de hecho, hubo muchos casos así.
Las primeras indicaciones disponen que cada orden religiosa planifique en forma adecuada el uso de los recursos mediante presupuestos, verificando los cambios y controlando la gestión, además de elaborar “planes plurianuales y proyecciones” atentos a la “sustentabilidad (espiritual, relacional y económica) de las obras”, eventualmente revisando su realización.
Se invita a “tomar decisiones cautelosas también en fase de cesión o enajenación de inmuebles”, mientras el uso del presupuesto debe convertirse también en un instrumento no sólo para las obras sino también dentro de las comunidades (conventos) “para el crecimiento de una conciencia común” y la “verificación del real grado de pobreza personal y comunitaria”.
Además deben establecerse “sistemas apropiados de monitoreo para las obras en pérdida”, poniendo en marcha “planes para cortar el déficit” y superando la “mentalidad asistencialista”.
Otro punto crucial es la transparencia. “El testimonio evangélico exige que las obras sean gestionadas en plena transparencia, en el respeto de las leyes canónicas y civiles, y puestas al servicio de las muchas formas de pobreza”, se subraya.
En síntesis, nada debe escapar a los controles: los ecónomos deben presentar una “rendición periódica” a los superiores, documentar las transacciones y los contratos según las normas legales y archivar todo a nivel informático.
No se deben tolerar “despilfarros”, según las órdenes del Papa Francisco, y los institutos deben redactar sus balances según los estándares internacionales, someterlos a certificación (auditoría), pedir el soporte de “expertos calificados”.
Fuentes:
Más de cerca (traducción de L’Osservatore Romano) / Religión Digital / NCR