El Mundial de fútbol: retos para los creyentes
11.00 p m| 10 jun 14 (VIDA NUEVA/BV).- ¿Cuál puede ser el aporte de un creyente en un evento como el Mundial de fútbol? Sin duda una misión importante sería humanizar en lo posible dicho contexto. Para ser más específicos, aquí algunas cuestiones a las que debemos estar atentos: La presunta actitud acrítica de los espectadores, la utilización de los atletas como máquinas de producción de medallas, la inversión de dinero públicos en eventos de organizaciones privadas y el “maquillaje” de las ciudades durante los megaeventos.
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Actitud acrítica de los espectadores ante los eventos deportivos. Para nadie es un misterio que lo último a lo que un espectador va al estadio es a mirar con sospecha lo que allí sucede. Y bueno, no es un pecado disfrutar de los eventos deportivos. Ya el Magisterio ha mostrado las bondades de estas prácticas. En medio de esto, lo que sí es cierto es que el deporte goza de una imagen social tan positiva que hemos olvidado estar atentos a cualquier acción que pueda vulnerar la dignidad de los humanos y el valor de la naturaleza en dichos contextos.
Dicho de otro modo, y como diríamos en nuestra cultura popular: “¿de eso tan bueno si dan tanto?”. Recordemos que, en la antigüedad, los cristianos eran asesinados en los estadios, y que los espectadores, llevados seguramente por una euforia colectiva, consentían esos comportamientos y no tenían problema alguno con ello. De esa forma, muchas personas fueron víctimas de un sistema competitivo que era aceptado socialmente y que excluía a las personas que pensaban diferente.
En medio de eso, se levantaban voces de protesta, que ponían en evidencia lo perjudicial de esos eventos para la vida de los cristianos: la vida estaba en juego. Sin ser anacrónicos, lo que queremos resaltar en este punto es que podrían estar ocurriendo cosas en el contexto deportivo moderno –como mostraremos más adelante– que pasan desapercibidas por nuestro interés, muchas veces egoísta, de gozar a costa del sufrimiento de los otros. Goce que, en la mayoría de los casos, es inconsciente, pero no por ello menos real.
Propuesta: Asumir una postura crítica y una actitud atenta durante los eventos deportivos para prevenir que allí acontezcan prácticas inhumanas.
La utilización de los atletas como máquinas de producción. Si hay algo que criticamos del sistema deportivo moderno es la reducción del ser humano a una máquina de producción de medallas, dinero o prestigio. Y es que pareciera que un atleta valga solo por la posibilidad que tiene de ganar o hacer que su equipo obtenga un lugar privilegiado en el pódium. Vale la pena mencionar en este punto, por ejemplo, la gran tristeza nacional en que desembocó el hecho de que Radamel Falcao fuera lesionado por el jugador Soner Ertek.
La tristeza no era, precisamente, porque un ser humano padeciera dolor y sufrimiento, sino porque la selección de fútbol de Colombia podría perder de su nómina a uno de los mejores jugadores del mundo, cuya habilidad daría ventaja al equipo, que actualmente ocupa el cuarto lugar en el ranking de la FIFA a nivel mundial. Esto es un claro ejemplo de cómo, socialmente, y más administrativamente, los deportistas son considerados como una máquina cuya formación debe privilegiar los aspectos técnicos y tácticos más que la educación integral, por la cual aboga la Iglesia en favor de los atletas.
Solo los atletas saben lo que tienen que pasar para lograr las metas que se proponen. Ellos disfrutan de sus prácticas, son felices, se esperanzan, luchan, se recrean; pero lo que no conocemos son los días de dolor y sufrimiento que podrían pasar por la cantidad de lesiones que genera el deporte de alto rendimiento y la posibilidad de ser maltratados física y psicológicamente por sus entrenadores para que logren mejorar sus marcas. Se dice que el deporte sirve para laformación en valores de las personas, pero ¿qué pasa cuando ese no es el interés prioritario del mundo deportivo?
Propuesta: Reconocer al deportista como sumamente valioso, independientemente de su producción de medallas; de esa manera, se luchará por la defensa de sus derechos y la promoción de su salud.
La inversión de dineros públicos en eventos de organizaciones privadas. Uno de los grandes escándalos sociales que ha generado la celebración, no solo del Mundial del Fútbol sino de los Juegos Olímpicos, en un país como Brasil, es que el estado es quien debe asumir los costos que implica la realización de esos megaeventos.
Y por más que se diga que ese costo será retribuido por la gran cantidad de turistas que visitarán las ciudades sede, la verdad es que los beneficiarios de dicha “inyección” de dinero serán las grandes cadenas hoteleras, el turismo, las agencias de viaje y demás instituciones que venden servicios para la comodidad de los visitantes.
Y eso no es que sea malo, pero lo que en el fondo cabe preguntarse es si la FIFA es una organización privada, tan privada como lo son el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, ¿por qué no es la empresa privada quien financia el costo de los mismos? ¿Es verdad que se privilegia lo social con la inversión estatal de grandes cantidades de dinero a eventos privados? ¿Mejorarán la salud, la educación, la vivienda o la movilidad la realización de eventos así en las ciudades? ¿Estaremos ante un despilfarro de los dineros públicos en pro de la búsqueda de prestigio? ¿Cómo es posible que, si se invierten dineros públicos para construir estadios, la gente común no pueda acceder a ellos por el sobrecoste de las entradas? Cada uno de ustedes juzgará por sí mismo.
Propuesta: los dineros públicos deben ser invertidos en obras que beneficien a la mayor cantidad posible de personas. Los ciudadanos, si quieren que se privilegie la satisfacción de sus necesidades básicas, deberán luchar para que sus impuestos no sean derrochados en eventos privados.
El “maquillaje” de las ciudades durante los megaeventos. Las ciudades siempre quieren estar bonitas y organizadas para que los visitantes se lleven una buena impresión de ellas. Pero, ¿cuál es el costo que tienen que pagar las clases populares ante esto? La militarización de las ciudades, la desaparición de grupos “indeseables” para la sociedad en las llamadas “limpiezas sociales”, la donación de dinero para que se pinten las fachadas de las casas, la proliferación de albergues para habitantes de la calle o, en el peor de los casos, la exclusión de los mismos hacia las periferias son prácticas que podrían ocurrir para “maquillar” las ciudades ante la organización de megaeventos.
Muchos medios de comunicación, incluso, se hacen cómplices a la hora de esconder las crisis sociales presentes en las ciudades, para dar paso a los partidos de fútbol, de tal manera que quede la impresión de que “nada está pasando aquí”. Los casos aislados y las protestas de movimientos sociales son reprimidos crudamente por la policía, que desea mantener el orden en las ciudades.
Y no es sano generalizar, pero es bueno que los cristianos estemos atentos ante cualquier síntoma que nos muestre que los pobres y los dilemas sociales de las ciudades están siendo escondidos para quedar bien donde muchas veces las cosas no marchan como se espera.
Propuesta: la denuncia profética de todas estas prácticas debe ser una constante en la vida del cristiano. El pan y el circo no puede seguir siendo una consigna para vender a las élites políticas y económicas los bienes públicos.
La posible explotación laboral en la construcción de estructuras deportivas. Se han escuchado voces de protesta, por parte de grupos sindicales y de trabajadores, que denuncian la explotación laboral que sufren los trabajadores a manos de los organizadores de los eventos deportivos.
La Iglesia católica apoya con su doctrina social la defensa de los derechos de la persona humana y, en particular, los derechos de los trabajadores. En ese sentido, es menester asegurar que las personas que trabajan en la construcción de estadios e infraestructuras deportivas reciban no solo el salario que merecen, sino todas las garantías prestacionales que su labor implica.
Propuesta: el cristiano deberá acompañar de cerca los procesos de contratación que se están firmando y velar para que los derechos de los trabajadores sean respetados.
La lucha de poderes de las potencias mundiales. El deporte moderno, si se mira con cuidado, podría ser una estrategia geopolítica más, desvinculada realmente de intereses sociales y altruistas. Lo que nos lleva a formular esta hipótesis –que quizá parezca un poco exagerada– es la lectura que hacemos al ver los países que organizan los megaeventos deportivos y ganan la mayor cantidad de medallas en ellos.
Los que ocupan, en la mayoría de los casos, los primeros lugares son, al mismo tiempo, quienes tienen lugares privilegiados en el mapa político mundial. Y es que solo un país llamado del “primer” mundo podría darse el lujo de utilizar grandes cantidades de dinero en la preparación de un deportista, que es sumamente costosa, y en la organización de eventos como un Mundial de Fútbol o unos Juegos Olímpicos.
De ahí que el hecho de que Brasil organice ambos eventos de manera seguida hace que le esté diciendo al mundo que se está perfilando como una de las potencias emergentes en el contexto de América Latina y, por qué no, del mundo. Este tipo de cosas están enmarcadas en la lucha de poderes para ejercer el control y el dominio sobre las poblaciones y, al parecer, poco importa allí si se privilegia o no una intención altruista. ¿Es acaso la promoción de los valores a través del deporte una excusa para justificar la inversión de dineros públicos en eventos y espectáculos?
Propuesta: los estados deben priorizar las obras sociales, no de manera asistencialista, sino como estrategia para que las personas encuentren la manera de vivir como su dignidad lo exige. Esto implicará competir, no para ser el más poderoso, sino para reducir los índices de pobreza y exclusión en los territorios.
Fuente:
Extraído del pliego publicado en la revista Vida Nueva, “El Mundial de fútbol bajo la mirada de un creyente” escrito por Jonathan Andrés Rúa Penagos.