Benedicto XVI reivindica la teología como fundamento de la verdad
En su homilía, Joseph Ratzinger recordó que, el día de su ordenación sacerdotal, el arzobispo de Freising, cardenal Faulhaber, les dijo a los jóvenes sacerdotes: “Ya no es ‘llamaré siervos’, sino ‘amigos’”, evocando la palabra de Cristo a sus discípulos (Juan 15, 15). “Yo sabía y sentía –dijo– que en ese momento esta no era solo una palabra ‘ceremonial’ y era también algo más que una cita de la Sagrada Escritura. Era bien consciente: en este momento, Él mismo, el Señor, me la dice a mí de manera totalmente personal. Él ya nos había atraído hacia sí, nos había acogido en la familia de Dios. Pero lo que sucedía en aquel momento era todavía algo más. Él me llama amigo. Me otorga la facultad, que casi da miedo, de hacer aquello que solo Él, el Hijo de Dios, puede decir y hacer: Yo te perdono tus pecados”.
No siervos, sino amigos
“‘Ya no siervos, sino amigos’ –prosiguió un poco más adelante–: en estas palabras se encierra el programa entero de una vida sacerdotal”. A lo largo de esta hermosa homilía desarrolló como solo él sabe hacerlo este concepto de amistad que no es solo conocimiento, sino comunión, y aludiendo al contexto de esas palabras (el discurso sobre la vid), afirmó: “Un vino de clase no solamente se caracteriza por su dulzura, sino también por la riqueza de matices, la variedad de aromas que se han desarrollado en los procesos de maduración y fermentación. ¿Acaso no es esta una imagen de la vida humana y particularmente de nuestra vida de sacerdotes? Necesitamos el sol y la lluvia, la serenidad y la dificultad, las fases de purificación y prueba y también los tiempos de camino alegre con el Evangelio. Volviendo la mirada atrás podemos dar gracias a Dios por ambas cosas: por las dificultades y por las alegrías, por las horas oscuras y por aquellas felices. En las dos reconocemos la constante presencia de su amor, que nos lleva y nos sostiene siempre de nuevo”.
La teología en la Iglesia
Benedicto XVI insistió en que la teología no puede retirarse solo al campo de la historia ni tampoco concentrarse en la praxis unida a la psicología y a la sociología. “En la teología –afirmó– está en juego la cuestión de la verdad; ella es su fundamento último y esencial”.
Luego se refirió a lo que san Buenaventura llamó la “violencia de la razón” o su despotismo, que la convierte en juez supremo de todo. “Esta modalidad del uso de la razón en la época moderna –apuntó un poco más adelante– ha alcanzado su culmen en el ámbito de las ciencias naturales. La razón experimental aparece hoy ampliamente como la única forma de racionalidad declarada científica (…). Pero existe un límite a tal uso de la razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Él es un Sujeto y se manifiesta solo en la relación de persona a persona: esto forma parte de la esencia de la persona”.
El Papa vuelve de nuevo a san Buenaventura para recordar que existe otro uso posible de la razón que es la que lleva a “conocer mejor aquello que se ama. El amor, el amor verdadero no nos hace ciegos, sino videntes. De eso forma parte precisamente la sed de conocimiento, de un conocimiento verdadero del otro (…). La fe recta orienta la razón a abrirse a lo divino, para que, guiada por su amor a la verdad, pueda conocer a Dios más de cerca. La iniciativa de este camino se encuentra en Dios, que ha puesto en el corazón del hombre la búsqueda de sí mismo”.
Imagen:(AP photo) Benedicto XVI