Sin USAID, millones en riesgo: católicos urgen reconstruir cooperación

8:00 p.m. | 9 jul 25 (AM/NPR).- El cierre de USAID rompe el compromiso histórico de EE.UU. con el desarrollo humano. Catholic Relief Services, un socio clave por décadas, advierte que 20 millones de personas han perdido acceso a alimentos, salud y servicios básicos. Informes proyectan hasta 14 millones de muertes antes de 2030, si no se restauran apoyos. Voces católicas denuncian la carga moral de este abandono y proponen rediseñar la cooperación exterior desde la dignidad humana. Desde la Santa Sede hasta la USCCB, la Iglesia urge reconstruir una política basada en la compasión y el bien común.

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“Matar el futuro”: el abrupto cierre de USAID y el posible costo humano

Aunque su desmantelamiento por Elon Musk ocurrió meses atrás, la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) cerró oficialmente el 1 de julio, cuando sus últimas operaciones pasaron al Departamento de Estado. “A partir del 1 de julio, USAID ha dejado oficialmente de implementar la asistencia exterior. Los programas alineados con las políticas de la administración —y que promuevan los intereses estadounidenses— serán administrados por el Departamento de Estado, donde se ejecutarán con mayor responsabilidad, estrategia y eficiencia”, señaló la Administración en un comunicado. En febrero, la administración Trump ya había cancelado más del 80 % de sus contratos, poniendo fin a miles de programas de ayuda humanitaria en alimentación, salud, paz y democracia en más de 130 países.

Bill O’Keefe, vicepresidente ejecutivo de Misión, Movilización e Incidencia de Catholic Relief Services (CRS), señaló que la organización tuvo que cerrar más de 90 programas y despedir a más de 3.000 empleados. “Otras instituciones católicas con las que colaboramos también sufrieron un golpe muy fuerte”, advirtió. De cara al futuro, advirtió que, si el Departamento de Estado asume las funciones de USAID, deberá contar con capacidad técnica, administrativa y de rendición de cuentas, además de financiación adecuada.

Lamentablemente, hay pocas señales de que eso ocurra. De hecho, el Congreso y la administración Trump ya están revirtiendo los compromisos de gasto humanitario asumidos en marzo para 2025. “Están matando el futuro al retirar los fondos que este mismo año aprobaron”, dijo O’Keefe. Y “matar el futuro” no es una exageración: la disolución oficial de USAID vino acompañada de un informe desolador sobre el posible impacto de este giro. Un análisis publicado en The Lancet advierte que el cierre de la agencia podría costar 14 millones de vidas hasta 2030, incluidas 4,5 millones de niños menores de cinco años.

El estudio, firmado por investigadores de EE.UU., España, Brasil y Mozambique, concluye: “Los recortes actuales y previstos amenazan con frenar y revertir uno de los períodos más importantes de progreso en desarrollo humano”. Afirman que la pérdida de ayuda estadounidense “generaría una conmoción comparable a una pandemia global o a un gran conflicto armado”, aunque esta crisis, añaden, “responde a una decisión política consciente y evitable, con consecuencias que recaerán sobre todo en niños y jóvenes, y podrían resonar durante décadas”.

Según el informe, en las dos últimas décadas los programas de USAID salvaron cerca de 92 millones de vidas, incluidas 30 millones de niños menores de cinco años. Una mayor financiación en países de ingresos bajos y medios —especialmente en África— se asoció con una reducción del 15 % en la mortalidad general y del 32 % en la infantil. La financiación de USAID se asoció con una reducción del 65 % en las muertes por VIH/SIDA (26 millones de vidas), del 51 % en malaria (8 millones) y del 50 % en enfermedades tropicales desatendidas (9 millones). También se registraron descensos significativos en mortalidad por tuberculosis, desnutrición, diarreas, infecciones respiratorias y complicaciones maternas y perinatales.

Según James Macinko, investigador de políticas sanitarias de UCLA y coautor del estudio, el contribuyente medio estadounidense aportaba apenas 18 centavos al día para financiar USAID. “Con esa pequeña cantidad, evitamos hasta 90 millones de muertes”, afirmó. Sin embargo, el Gobierno de Trump consideró esa inversión un desperdicio por no servir a los intereses políticos o geoestratégicos de Washington.

El equipo de The Lancet analizó datos demográficos y de mortalidad de 133 países entre 2001 y 2021, y confirmó que los altos niveles de ayuda de USAID redujeron un 15 % las muertes por cualquier causa y un 32 % las infantiles. “Una vez traducido ese 15 % a vidas, representa 91 millones de muertes evitadas”, señala Macinko. Por eso, estiman que, si la ayuda desaparece por completo, entre 8 y 19 millones de personas podrían morir de aquí a 2030, incluidos 4,5 millones de niños.

ENLACE. Estudio – Informe completo de The Lancet


En el origen de USAID y otras proyecciones tras su disolución

Desde su fundación en 1961 bajo el presidente John F. Kennedy, USAID financió una amplia gama de programas, desde almuerzos escolares en Haití hasta medicamentos contra el VIH en África subsahariana. Fue creada como parte del deber moral de EE.UU. de ayudar a naciones menos prósperas, pero sobre todo para contrarrestar la influencia soviética durante la Guerra Fría. “Tenemos obligaciones morales como líderes, económicas como pueblo rico en un mundo pobre, y políticas como contrapeso a los enemigos de la libertad”, dijo entonces Kennedy.

Con un presupuesto de más de 70.000 millones de dólares, USAID administraba cerca del 60 % de la ayuda exterior de EE. UU. y desembolsó 43.790 millones en 2023. Según el Servicio de Investigación del Congreso, contaba con unos 10.000 empleados, dos tercios de ellos en el extranjero.

Dos ejemplos clave. En 2003, George W. Bush lanzó el Plan Presidencial de Emergencia para Alivio del SIDA (PEPFAR), que apoya a 20,6 millones de personas, incluidos 566.000 niños, mediante terapia antirretroviral. Solo en 2024, financió pruebas de VIH a 83,8 millones de personas. Sin fondos, más de 630.000 personas podrían morir anualmente de sida. Un estudio de la Universidad de Boston calcula que los recortes a USAID provocarían hasta 10 millones de casos adicionales de malaria en un año, siete millones de ellos en niños.

La orden ejecutiva de Trump eliminó entre el 83 % y el 90 % de los contratos de ayuda exterior. Etiopía, que recibía más de 1.700 millones de dólares al año, y países como Somalia, Nigeria, Sudán del Sur, Uganda o Mozambique, que recibían más de 400 millones anuales, se han visto gravemente afectados. EE.UU. aportaba el 26 % de toda la ayuda a África; con la virtual desaparición de USAID, esa ayuda se reducirá en un 20 %.

OXFAM estima que el impacto será devastador: al menos 23 millones de niños podrían quedar sin educación y hasta 95 millones de personas perderían el acceso a atención sanitaria básica, lo que podría provocar más de tres millones de muertes evitables al año. Por su parte, el Programa de la ONU sobre el VIH/SIDA calcula que desde febrero ya se han producido casi 5.000 infecciones prevenibles. La falta de fondos impide mantener refrigerados los medicamentos, pagar personal médico o sostener clínicas que atienden tuberculosis. En Sokoto, Nigeria, niños han muerto por falta de la pasta nutricional que salva a los pacientes con desnutrición severa. En Uganda, los equipos que combaten el ébola han quedado sin medios, aumentando el riesgo de brotes.

Y, según un estudio publicado en Nature en abril, EE.UU. destinó cerca de 12.000 millones de dólares a salud global en 2024. Sin ese gasto anual, hasta 25 millones de personas podrían morir en los próximos 15 años por el impacto en programas de tuberculosis, VIH, planificación familiar, salud materna e infantil.

LEER. Reporte y análisis de OXFAM sobre el cierre de USAID


El argumento oficial: ayuda costosa, ineficaz y contraproducente

Marco Rubio, secretario de Estado en la administración Trump, sostiene que USAID ha fracasado en su misión y se ha convertido en un lastre para los intereses nacionales de Estados Unidos. Según explica en una publicación oficial reciente, la agencia ha manejado más de 715.000 millones de dólares en varias décadas sin lograr avances significativos en desarrollo, estabilidad ni simpatía hacia EE.UU. en el mundo. Rubio afirma que, lejos de cumplir sus objetivos, USAID ha alimentado un “complejo industrial de ONG” que opera con lujos pagados por los contribuyentes, mientras los beneficiarios finales siguen en situación crítica.

Entre los principales argumentos que esgrime están los bajos niveles de apoyo a EE.UU. en organismos internacionales por parte de países receptores de ayuda, especialmente en África y Medio Oriente; el supuesto aumento del sentimiento antiestadounidense pese a la inversión masiva; y el desvío de fondos a organizaciones o aliados cuestionables. Rubio afirma que, ante esos resultados, la agencia no cumple con el estándar de velar por el interés nacional y por eso justifica su cierre y reestructuración. Sin embargo, todo lo mencionado se ve enfrentado con las cifras e indicadores, no solo de la agencia, que reflejan otra realidad.


Cómo se ejecutó la purga de USAID

Quienes celebraron el desmantelamiento de USAID parecen ignorar su impacto global, enfocándose en supuestos fraudes o irregularidades en la asignación de fondos. Sin embargo, ni el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), dirigido por Elon Musk, ni la administración Trump han presentado pruebas sólidas, más allá de su rechazo ideológico a ciertos programas. Desde el discurso oficial, sectores republicanos caricaturaron la labor de la agencia como un derroche en iniciativas absurdas: financiar cirugías de cambio de sexo en el extranjero, montar musicales sobre diversidad, repartir condones o publicar libros que —según sus críticos— promovían la homosexualidad o el ateísmo.

Tampoco se han concretado los supuestos ahorros. Por el contrario, el cierre sin un plan de reemplazo causó el abandono de reservas alimentarias y médicas, y generó un sobrecosto de 6.000 millones de dólares, según un memorando interno entregado a Marco Rubio y citado por Bloomberg Government.

Un informe de The New York Times reconstruyó el caótico desmantelamiento de la agencia, que se volvió blanco fácil de las demostraciones impulsivas del recién creado DOGE. Una de las primeras órdenes de Trump tras regresar a la Casa Blanca el 20 de enero fue iniciar el desmantelamiento progresivo de USAID, en línea con el Proyecto 2025, elaborado por la Heritage Foundation y redactado por veteranos de su primera administración. El plan buscaba reducir su presencia global, “desradicalizar” sus programas y limitar su financiación para evitar que, según sus autores, promoviera valores contrarios a los suyos y desestabilizara la paz mundial.

Sin embargo, ese proyecto no proponía eliminar la agencia, despedir a casi todo su personal ni entregarla al control de jóvenes improvisados vinculados a Musk. Fue el propio Musk —quien bromeó con “arrojar a USAID a la trituradora”— quien precipitó una reacción desordenada. Más que seguir una hoja de ruta, la administración “tropezó” con su desintegración al aliarse con los entusiastas del DOGE y el ala más dura del gabinete, que convencieron al presidente de que USAID era un “nido de radicales lunáticos” controlado por una “banda criminal”. En el proceso, se ignoraron por completo las consecuencias prácticas —y totalmente previsibles— de cancelar de forma abrupta los programas humanitarios.

Durante años, USAID fue blanco de los llamados halcones fiscales, pese a su presupuesto relativamente modesto —menos del 1 % del gasto federal anual y solo la mitad destinado a ayuda o desarrollo—, sin incidencia real en los desequilibrios fiscales. Más allá de las cifras, representaba una inversión pequeña pero sensata a favor de la paz y la mitigación del sufrimiento humano más urgente. Antes del embate de DOGE, Estados Unidos era el mayor donante individual de ayuda humanitaria en el mundo, financiando programas contra el hambre, enfermedades tratables y redes de apoyo en países frágiles.


Catholic Relief Services: vidas en juego, responsabilidad moral

Catholic Relief Services (CRS) ha sido durante años el principal subcontratista confesional de USAID. Gran parte de su labor en decenas de países en desarrollo fue financiada parcial o totalmente por la agencia. La abrupta cancelación de convenios provocó recortes significativos en sus programas, afectando a más de 20 millones de personas. En un comunicado difundido en marzo, CRS —como otras organizaciones asociadas— advirtió que la suspensión repentina de pagos impidió distribuir alimentos almacenados a personas hambrientas y dejó sin servicios esenciales de salud y nutrición a mujeres y niños. “Estos programas no solo salvan vidas”, señaló, “sacan a comunidades de la pobreza y sostienen a socios locales que brindan estabilidad a sus pueblos y países”.

“Al poner fin a estos programas, nuestro gobierno no solo desatiende su responsabilidad, sino que debilita los cimientos mismos de la paz, la estabilidad y la prosperidad”, advirtió CRS. “Instamos a la administración a revertir estas cancelaciones y emitir pagos inmediatos para continuar esta asistencia vital y generadora de vida”. Ese llamado mantiene aún un atisbo de esperanza, sobre todo a la luz del informe de The Lancet. Las muertes proyectadas por sus investigadores siguen siendo estimaciones de lo que podría evitarse si EE.UU. revierte el rumbo.

Es posible que la administración haya buscado reforzar su perfil de “America First” y disciplina fiscal al iniciar el desmantelamiento de USAID en enero. Pero, ¿puede ahora reconocer que jamás fue la intención poner en riesgo millones de vidas entre las poblaciones más vulnerables del planeta —gente afectada por el cambio climático en Sudán y Honduras, o por la pobreza y la enfermedad en Sudáfrica y Uganda? ¿Es aún posible retomar el camino, apoyado por buena parte de la ciudadanía estadounidense, de destinar una pequeña porción de la riqueza nacional a preservar vidas y comunidades en todo el mundo?

Tras estas semanas calamitosas, todavía hay tiempo para actuar. “La pregunta es: ¿Qué hay en el horizonte?”, plantea O’Keefe. “¿Cómo responderemos a la próxima temporada de huracanes? ¿Qué pasa si hay un tsunami, un terremoto o si los conflictos que todos esperamos que terminen, no lo hacen?”. Todas esas crisis, afirma, representan “una necesidad humana inmensa”. Y aunque el deseo general es que otros gobiernos hagan más, advierte: “Estados Unidos —como país más rico y poderoso— tiene, según la enseñanza católica, una responsabilidad moral de actuar”. Lo preocupante, concluye, es que en lugar de avanzar, “está retrocediendo”.

LEER. Qué era USAID, una de las mayores agencias de ayuda humanitaria del mundo

VIDEO. Ex jefe de USAID: Millones de personas en peligro de muerte tras cierre de USAID

Exdirectivos de USAID reflexionan sobre su cierre

Mientras la administración Trump defiende la absorción de USAID por el Departamento de Estado como una medida de eficiencia, cuatro ex altos funcionarios de la agencia —que la dirigieron bajo gobiernos republicanos y demócratas— ofrecen una mirada opuesta. Consultados por la National Public Radio (EE.UU.)​​, Atul Gawande, Dean Karlan, Andrew Natsios y Susan Reichle coincidieron en que la disolución de USAID no solo desmantela una infraestructura humanitaria crítica, sino que también debilita la capacidad de respuesta global de Estados Unidos en medio de crecientes crisis de hambre, salud y migración.

Andrew Natsios, administrador de USAID durante la presidencia de George W. Bush, advierte que eliminar la agencia es un error estratégico que se sentirá durante años. “El Departamento de Estado es excelente en diplomacia, pero no sabe gestionar ayuda humanitaria”, afirmó. Especialista en crisis alimentarias, teme un aumento de hambrunas y migraciones masivas, precisamente aquello que el discurso de “America First” pretendía evitar. “La forma de frenar la migración es mejorar la vida donde la gente vive”, sostuvo.

Dean Karlan, ex economista jefe de la agencia, considera que el cierre confirma una “muerte lenta” iniciada desde la llegada de Trump. Más del 80 % de los programas ya había sido cancelados incluso en febrero, muchos de ellos relacionados con nutrición y salud infantil. Karlan teme que 2025 sea el primer año en décadas con un aumento en la mortalidad infantil global. “El alimento se echó a perder en almacenes desde que se emitieron las órdenes de suspensión. Hay muertes que ya no se pueden revertir”, advirtió.

Susan Reichle, con amplia trayectoria en misiones de USAID, lamenta la pérdida de capital humano. Solo el 6 % del personal ha sido reubicado en el Departamento de Estado. El resto, con décadas de experiencia, ha quedado fuera. “Ya no se trata solo de administrar programas. Se trata de saber generar confianza con las comunidades”, afirmó. Desde su nuevo rol al frente de Aid Transition Alliance, intenta acompañar a exfuncionarios y preservar la memoria institucional. “Quizá no podamos salvar USAID, pero sí el desarrollo”, dijo.

Atul Gawande, responsable de salud global en la administración Biden, asegura que USAID fue “la agencia que más vidas ha salvado por dólar invertido”. Reconoce que algunas tareas podrían continuar, pero con un impacto mucho menor y más politizado. Aun así, mantiene la esperanza: “Este trabajo volverá. No sé si en seis meses o diez años, pero volverá. Porque es una tarea esencial para la humanidad”. Para él, el epitafio de la agencia es claro: “Nos elevó. A nuestro país, y al mundo”.

VIDEO. El trágico cierre de USAID podría ser catastrófico

Enfoque católico en la ayuda internacional

Además de la denuncia pública, Catholic Relief Services (CRS) también pudo intensificar su presencia institucional en el Congreso para intentar frenar el desmantelamiento de la cooperación internacional estadounidense. A inicios de abril, Bill O’Keefe, presentó un testimonio escrito ante un subcomité de la Cámara de Representantes, en el que expuso cómo la doctrina social católica puede ofrecer criterios para reconstruir la política exterior humanitaria de Estados Unidos sobre bases éticas, técnicas y de bien común.

Aunque CRS no suele pronunciarse sobre cómo se organiza el gobierno federal, O’Keefe remarcó que en esta ocasión sí defenderán “la capacidad técnica y las competencias profesionales que existen en USAID”, fundamentales para garantizar que el dinero del contribuyente realmente ayude a personas vulnerables y promueva el desarrollo integral. Consultado por OSV News, afirmó: “Este es un momento en que, desde la perspectiva del gobierno, están desarmando la ayuda exterior hasta los cimientos para reconstruirla desde cero. Por eso sentimos que era el momento adecuado para explicar por qué consideramos que la asistencia humanitaria y al desarrollo internacional es algo fundamental para un Estado”.

En su testimonio, O’Keefe citó a los papas Francisco y Benedicto XVI para respaldar esta visión. Desde Fratelli tutti, Francisco recuerda que el Estado debe estar “presente y activo”, centrado en las personas y el bien común. Benedicto XVI, por su parte, destacó que la colaboración entre instituciones civiles y eclesiales ha incrementado la eficacia de las intervenciones humanitarias. La tradición católica, subrayó O’Keefe, reconoce que los gobiernos —junto con la Iglesia— tienen una responsabilidad compartida en promover la vida, la dignidad humana y la justicia global.

Para CRS, separar ayuda de emergencia y desarrollo estructural es un error. “Desde la perspectiva católica y bajo nuestra visión del desarrollo humano integral”, afirmó O’Keefe, “no basta con lograr que alguien sobreviva hasta mañana”. El objetivo, explicó, es “ayudar a que las familias y comunidades desarrollen su capacidad para participar plenamente en la sociedad y hacer su aporte a largo plazo”. En ese horizonte, la fe, la técnica y la solidaridad pueden seguir siendo pilares de una política exterior verdaderamente humana.

VIDEO. Cómo afectan los recortes de USAID a la lucha contra el VIH en Kenia

Santa Sede: Desmantelar USAID rompe compromisos con los más vulnerables

También desde el Vaticano, en febrero, cuando los primeros recortes empezaban a sentirse en el terreno, llegó una voz de preocupación. El cardenal Michael Czerny, jesuita canadiense y uno de los colaboradores más cercanos del entonces papa Francisco, exhortó al gobierno de Trump a recordar los principios cristianos del cuidado del prójimo. Desde el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, que encabeza, Czerny supervisa temas como la migración, el medio ambiente y el desarrollo, y tiene bajo su responsabilidad a Caritas Internationalis, la red de ayuda más importante de la Iglesia católica.

En declaraciones a The Associated Press, el cardenal reconoció que todo gobierno tiene el derecho de revisar y reformar sus políticas de ayuda exterior. Sin embargo, cuestionó con firmeza que se desmantele de forma abrupta una agencia como USAID, especialmente después de haber asumido compromisos concretos de financiación. “Romper compromisos es algo grave”, advirtió. “Sería bueno tener alguna advertencia, porque se necesita tiempo para encontrar otras fuentes de financiamiento o para encontrar otras formas de enfrentar los problemas que tenemos”.

Czerny subrayó que programas esenciales dirigidos por instituciones católicas —como Catholic Relief Services en Estados Unidos o las distintas oficinas nacionales de Caritas— se están viendo directamente afectados por la eliminación de fondos. Aunque muchas de estas entidades buscan diversificar sus fuentes, la magnitud y velocidad de los recortes ha generado un vacío difícil de cubrir. “La gente todavía está aturdida por la noticia y comenzando a averiguar cómo responder”, afirmó.

Consultado sobre las críticas de Trump a los programas progresistas que en ocasiones acompañan la ayuda internacional —como aquellos vinculados a la ideología de género—, Czerny reconoció que el papa Francisco también ha expresado reservas sobre ciertas condicionalidades impuestas por países donantes. Sin embargo, dejó clara su postura: “Si el gobierno piensa que sus programas han sido distorsionados por la ideología, entonces deberían reformar los programas”, señaló. “Muchas personas dirían que cerrar no es la mejor manera de reformarlos”.

Desde su rol en el Vaticano, Czerny ha defendido que la solidaridad internacional, especialmente con las personas más vulnerables, no es sólo un acto humanitario, sino una exigencia del Evangelio. Por eso, su llamado no fue simplemente político, sino profundamente moral: reformar, sí; abandonar, no. En tiempos de crisis, recordó, la fe cristiana llama a asumir la responsabilidad con los más pobres, no a retirarse de ella.

VIDEO. Cardenal Czerny dio voz de alarma por los recortes en USAID

“Transforman vidas”: testimonio de una exdirectora de Catholic Relief Services

Desde su experiencia como directora ejecutiva de Catholic Relief Services (CRS), Carolyn Woo ha defendido con firmeza la relevancia vital de USAID. Durante décadas, explica, CRS ha canalizado entre el 50 % y el 60 % de su presupuesto anual gracias a la cooperación con la agencia, permitiéndole atender a más de 200 millones de personas en 120 países. “USAID ha sido un socio importante y duradero de la Iglesia católica tanto en EE.UU. como en el resto del mundo”, afirma. A través de esta alianza, CRS no solo ofrece asistencia humanitaria inmediata, sino procesos de desarrollo que transforman profundamente la vida de comunidades enteras.

Woo recuerda el caso de Ernesto, un agricultor cuya vida cambió gracias a un programa de transición productiva. Pasó de la ruina económica a convertirse en referente local tras adoptar cultivos alternativos con asesoría técnica, acceso a insumos y herramientas financieras. “Con la primera cosecha pudo comprar nuevas semillas, levantar un invernadero y alquilar parte del terreno a vecinos”, relata. En pocos años, Ernesto enseñaba a otros y financiaba los estudios universitarios de sus hijos. Ejemplos como este ilustran cómo el desarrollo integral no solo garantiza la supervivencia inmediata, sino que permite a las familias participar activamente en la sociedad y construir su propio futuro.

Estos procesos, añade Woo, no son improvisados ni asistenciales: requieren planificación rigurosa, metas medibles, auditorías independientes y revisiones permanentes. Desde proyectos agrícolas hasta redes de ahorro comunitario, todo se somete a evaluación constante. “CRS respeta las culturas locales, promueve la participación y rinde cuentas con transparencia”, sostiene. Gracias a la alianza con USAID, comunidades enteras han accedido a salud, educación, agua potable y medios de vida sostenibles.

Para quienes consideran la ayuda exterior un gasto innecesario, Woo recuerda que sus beneficios son tangibles y duraderos: reducción de la pobreza y de la mortalidad materna e infantil, expansión del acceso a la educación y erradicación de enfermedades. También aportan estabilidad, buena voluntad hacia EE.UU. y apertura de nuevos mercados. “Todo esto se logra con menos del 1 % del presupuesto nacional”, enfatiza. Pero lo más importante, concluye, es que “la ayuda exterior honra nuestro compromiso con la compasión y nuestra fe cristiana hecha acción. Es una afirmación de nuestra humanidad y de la dignidad sagrada de toda persona”.

VIDEO. Ex directora de Catholic Relief Services denuncia los recortes de USAID

Más reacciones desde la Iglesia de EE.UU.

1. Carta conjunta USCCB–CRS al Congreso (9 de junio de 2025)

En una carta dirigida a los líderes del Congreso, los obispos responsables de los comités de Justicia Internacional y Paz, y de Migración, junto con los directivos de CRS, exhortaron a preservar e incrementar los fondos para la asistencia internacional en el presupuesto del año fiscal 2026. Basándose en la doctrina social católica, insistieron en que los programas de ayuda exterior no solo salvan vidas, sino que promueven la dignidad humana, fortalecen la paz y la estabilidad global, y reflejan los valores fundamentales de la nación estadounidense. Afirmaron que reducir la ayuda en este momento de crisis —marcado por conflictos armados, hambrunas y desplazamientos forzados— sería moralmente irresponsable.

Además, subrayaron la necesidad de asegurar que las funciones transferidas tras el cierre de USAID mantengan la misma calidad técnica y capacidad operativa. Recordaron que entidades como CRS han logrado resultados significativos en colaboración con la agencia y que cualquier transición debe garantizar la continuidad, transparencia y eficacia de los programas. “Invertir en asistencia internacional no es un acto de caridad, sino una afirmación del compromiso de Estados Unidos con el bien común y la justicia global”, concluyeron.

2. Critica del cardenal Blase Cupich – “Podría causar muertes”

El arzobispo de Chicago señaló que la suspensión abrupta de la ayuda, sin una revisión adecuada de programas esenciales, “puede causar la muerte de personas”. Resaltó que el impacto en entidades católicas, como CRS, ha sido “drástico” y denunció que congelar la ayuda sin planes alternativos “añade sufrimiento a quienes ya padecen hambre o enfermedad” .


VIDEO. ¿Qué significa para Perú la suspensión de USAID?


VIDEO. ¿Cómo impacta el cierre de USAID en el combate a la hambruna?

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