Francisco se opone abiertamente a la política migratoria de Trump
8:00 p.m. | 12 feb 25 (AM/VTN).- El Papa escribió una carta a los obispos de EE.UU. en respuesta al programa de deportaciones masivas del presidente Trump. Pidió una política de migración basada en la verdad de la igual dignidad de todo ser humano, y si bien señaló que la Iglesia reconoce el derecho de una nación a protegerse, alentó a los católicos a rechazar narrativas que identifiquen la condición de ilegal con criminalidad. También se refirió al sentido del concepto teológico ordo amoris, utilizado por el vicepresidente Vance en el debate sobre inmigración.
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Al principio fue el cardenal de Chicago, Blaise Cupich, quien, antes incluso de la toma de posesión del nuevo presidente Donald Trump, declaró su oposición a cualquier programa de deportación masiva de inmigrantes, después el obispo de El Paso, Mark Joseph Seitz, quien reiteró su no tolerancia hacia cualquier forma de injusticia y, por último, toda la Conferencia Episcopal de Estados Unidos expresó su consternación por las medidas anunciadas por el mandatario republicano sobre la repatriación de millones y millones de inmigrantes clandestinos y la militarización de la frontera entre EE.UU. y México.
Ahora es el mismo Papa quien interviene sobre la “gran crisis que se está produciendo en EE.UU. debido al inicio de un programa de deportaciones de masa” iniciado por la nueva administración estadounidense tras la toma de posesión del presidente. Francisco, que asegura haber seguido “de cerca” la crisis, envía una carta a los obispos para expresarles cercanía y apoyo en estos “delicados momentos” que les toca vivir como pastores junto al pueblo y, al mismo tiempo, denunciar algunas disposiciones que van contra la propia dignidad humana.
Herida a la dignidad humana
“El acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión”, dice el Papa en un pasaje de la misiva, dividida en diez puntos. La carta llega poco más de dos semanas después de que la cuenta X de la Casa Blanca publicara fotografías de una docena de migrantes caminando en fila, esposados y encadenados, hacia un avión militar para ser devueltos a su patria.
El derecho a defender las propias comunidades
En el texto, el Pontífice subraya que “la conciencia rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”. Ciertamente, Francisco reitera la necesidad de reconocer “el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”. Pero el acto de la deportación no deja de ser una herida a la dignidad humana, la dignidad “infinita y trascendente” dada por un “Dios siempre cercano, encarnado, migrante y refugiado”.
Un trato digno para todos
Para el Papa, no se trata de una cuestión secundaria: “Un auténtico Estado de derecho se da precisamente en el trato digno que merecen todas las personas, especialmente las más pobres y marginadas”, escribe en la carta. “El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y respeto estricto al derecho de todos —como he afirmado en numerosas ocasiones—, acogen, protegen, promueven e integran a los más frágiles, desprotegidos y vulnerables”. Ello no impide la maduración de “una política que regule la migración ordenada y legal”, siempre que no se construya “a través del privilegio de unos y el sacrificio de otros”. “Lo que se construye a base de la fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará”, advierte Francisco.
Recuerda a los obispos que Jesucristo, “amando a todos con un amor universal”, educa al “reconocimiento permanente” de la dignidad de cada ser humano: “sin excepción”. Al hablar de “dignidad infinita y trascendente”, subraya que “que el valor más decisivo que posee la persona humana, rebasa y sostiene toda otra consideración de carácter jurídico que pueda hacerse para regular la vida en sociedad”. Por eso, señala Jorge Mario Bergoglio, “todos los fieles cristianos y los hombres de buena voluntad, estamos llamados a mirar la legitimidad de las normas y de las políticas públicas a la luz de la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales, no viceversa”.
No sólo eso, los cristianos son muy conscientes de que “sólo afirmando la dignidad infinita de todos, nuestra propia identidad como personas y como comunidades alcanza su madurez. ¡La persona humana no es un mero individuo, relativamente expansivo, con algunos sentimientos filantrópicos! La persona humana es un sujeto con dignidad que, a través de la relación constitutiva con todos, en especial con los más pobres, puede gradualmente madurar en su identidad y vocación”.
La referencia a ordo amoris
En la carta, Francisco también criticó el uso de Vance del concepto de ordo amoris (orden del amor u orden de la caridad), una idea teológica desarrollada por San Agustín y Santo Tomás de Aquino sobre cómo debe dirigirse el amor. Vance, un católico que fue recibido en la Iglesia en 2019, dijo en una entrevista en Fox News: “Amas a tu familia, y luego amas a tu prójimo, y luego amas a tu comunidad, y luego amas a tus conciudadanos en tu propio país. Y después de eso, puedes centrarte y dar prioridad al resto del mundo”. Dijo que la “extrema izquierda” había invertido este concepto.
Pero el Papa escribió que “el amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se extienden a otras personas y grupos” y que “el verdadero ordo amoris que hay que promover es el que descubrimos meditando constantemente la parábola del ‘Buen Samaritano’ (cf. Lc 10,25-37), es decir, meditando el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”. Y añadió: “Preocuparse por la identidad personal, comunitaria o nacional, al margen de estas consideraciones, fácilmente introduce un criterio ideológico que distorsiona la vida social e impone la voluntad del más fuerte como criterio de verdad”.
No a las narrativas que discriminan y causan sufrimiento
Por ello, el Obispo de Roma está al lado de sus hermanos de los Países de Ultramar, reconociendo sus valiosos esfuerzos al trabajar “de manera cercana” con los migrantes y refugiados y en la defensa de los derechos humanos fundamentales. “¡Dios premiará abundantemente todo lo que hagan a favor de la protección y defensa de quienes son considerados menos valiosos, menos importantes o menos humanos!”, asegura el Papa.
Y en las líneas finales de la misiva se dirige a todos los fieles de la Iglesia católica y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, apelándoles a “no ceder a narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados”. “Con caridad y claridad todos estamos llamados a vivir en solidaridad y fraternidad, a construir puentes que nos acerquen cada vez más, a evitar muros de ignominia, y a aprender a dar la vida como Jesucristo la ofrendó, para la salvación de todos”.
Por ello, una oración a la Santísima Virgen María de Guadalupe, patrona de México, para que “proteja a las personas y familias que viven con temor o dolor la migración y/o deportación”. Que la “Virgen morena”, reza el Papa, ayude a todos a dar “un paso adelante en la construcción de una sociedad más fraterna, incluyente y respetuosa de la dignidad de todos”.
En una breve publicación en las redes sociales, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos compartió la carta del Papa con sus seguidores en línea. “Estamos agradecidos por el apoyo, el aliento moral y las oraciones del Santo Padre a los obispos en afirmación de su labor en defensa de la dignidad de la persona humana dada por Dios”, rezaba el comunicado.
Homan responde: “Debe ceñirse a la Iglesia católica”
El “zar de la frontera” de Trump, Tom Homan, respondió a las críticas del papa en declaraciones a periodistas desde la Casa Blanca. “El Papa debería de reparar la Iglesia católica, concentrarse en su trabajo y dejar que nosotros nos encarguemos de la seguridad fronteriza”, dijo. Y agregó: “¿Quiere atacarnos por proteger nuestras fronteras? El Vaticano tiene un muro alrededor, ¿no es así? Tiene un muro que lo protege a él y a los suyos, pero ¿nosotros no podemos tener un muro alrededor de Estados Unidos? Así que debe ceñirse a la iglesia católica y dejar que nos encarguemos de la seguridad fronteriza”.
VIDEO. El Papa condena, en una carta, las deportaciones masivas de EE.UU.
Lo que el Evangelio nos pide a todos sobre la inmigración
Aunque está escrita a los obispos y responde al presidente y al vicepresidente, la carta de Francisco plantea una pregunta implícita a toda la Iglesia de Estados Unidos: ¿Someteremos o no nuestros debates políticos sobre inmigración al escrutinio del Evangelio?
En el trasfondo de esta pregunta están, por un lado, las claras enseñanzas de la Iglesia y el testimonio coherente de los obispos sobre la dignidad humana de nuestros hermanos y hermanas migrantes, y por otro, el hecho de que el 56 % de los votantes católicos, y el 60 % de los votantes católicos blancos, votaron por el presidente Donald J. Trump en 2024, y muchos lo hicieron debido a su posición y retórica sobre la inmigración.
En la encuesta preelectoral del National Catholic Reporter entre católicos de estados indecisos, alrededor de tres cuartas partes de los partidarios de Trump citaron su postura sobre la inmigración como favorable. La inmigración era también el segundo tema más importante para los votantes católicos de los estados indecisos, sólo superado por la economía. Muy posiblemente la mayoría de los católicos votaron no sólo tolerando sino apoyando con entusiasmo una visión de la inmigración y de los inmigrantes que es marcadamente diferente de la que enseña la Iglesia.
Dos aclaraciones son necesarias aquí, para evitar algunos de los callejones sin salida más comunes en los que se meten los argumentos católicos sobre la inmigración. En primer lugar, como señala el Santo Padre en su carta, la doctrina católica permite y exige “el desarrollo de una política que regule una inmigración ordenada y legal”. Nadie, salvo quienes tergiversan la defensa y la atención de la Iglesia a los inmigrantes, afirma que los católicos estén a favor de la inmigración ilegal o de las fronteras abiertas.
En segundo lugar, lo que el Catecismo describe como la capacidad de las autoridades políticas para “subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas” no significa que todas las regulaciones y limitaciones a la inmigración sean justas. En la misma frase, dicha regulación se califica como “atendiendo al bien común”, y anteriormente en la misma sección, el Catecismo enseña que “las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen” y a proteger al huésped como una cuestión de derecho natural (nº 2241).
La Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en su visión general de la doctrina social católica sobre la migración, explica que el derecho de las personas a emigrar, incluso por razones económicas, y el derecho de los países a controlar sus fronteras deben armonizarse en la misericordia y la justicia. Por lo tanto, dicen, “una nación no puede decidir simplemente que quiere ocuparse de su propio pueblo y de ningún otro”.
Esto significa que no puede ser suficiente para alguien que quiera comprometerse seriamente con la enseñanza católica decir que apoya la inmigración legal sin evaluar también la justicia de las condiciones legales altamente restrictivas que EE.UU. impone actualmente a la inmigración, especialmente de trabajadores poco cualificados que llegan a través de la frontera sur. (Un artículo de 2017 en America Magazine esbozaba un esquema de cómo podría ser un esquema legal más justo para la inmigración desde una perspectiva católica).
Esas aclaraciones, sin embargo, sólo ponen de relieve lo lejos que están muchos católicos de abrazar la doctrina de la Iglesia y aplicarla con prudencia a la complicada cuestión de la política de inmigración. Pero la carta de Francisco no sólo se dirige a las cuestiones políticas sobre la inmigración, sino también, lo que es más importante, a las disposiciones que los católicos tienen sobre este tema.
Dirigiéndose no sólo a los obispos, sino a todos los fieles y a todas las personas de buena voluntad, el Papa nos pide no ceder a narrativas que discriminan y causan sufrimientos innecesarios a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. Habla con especial firmeza contra identificar tácita o explícitamente la situación ilegal de algunos migrantes con la criminalidad.
La narrativa de la criminalidad ha sido una parte central de la retórica política de Trump desde que comenzó su campaña presidencial en 2015, describiendo a los inmigrantes de México como portadores de drogas y crímenes y violadores. La preocupación de la Iglesia al respecto no es nueva. En 2016, los obispos expresaban su preocupación por la villanización de los inmigrantes por parte de Trump, y los editores de America Magazine advertían sobre los peligros del prejuicio y el odio nativista.
Lo que es sorprendente y nuevo es el toque teológico que el vicepresidente J.D. Vance ha tratado de aplicar a esa retórica y la decisión del Papa de responder rápida y directamente. Ciertamente, esa visión sobre el ordo amoris necesita corrección y contexto teológico, pero lo que más ha sorprendido fue la elección del Papa de intervenir rápidamente. Pensándolo bien, no creo que lo haya hecho sólo para dirigirse al vicepresidente. Por el contrario, creo que su intervención refleja tanto una preocupación como una esperanza sobre cómo los católicos permitimos que el Evangelio nos purifique y nos llame a la conversión sobre nuestra respuesta a los inmigrantes.
La parábola del buen samaritano comienza en respuesta a un estudioso de la ley que “quería justificarse” y preguntó a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?”. Concluye con la pregunta de Jesús: “¿Quién era el prójimo de la víctima del ladrón?”. Ese paso de “¿Quién es mi prójimo?” a “¿Quién es el prójimo de la víctima?” es profundo. Es el paso de la autojustificación a la generosidad, de la caridad como un deber que se nos impone a la caridad como participación en el propio amor de Dios que se entrega.
Puede darse el caso de que algunos católicos, o tal vez incluso la mayoría de los católicos, juzguen según su propia prudencia política que EE.UU. necesita una política de inmigración más restrictiva de lo que les gustaría a los obispos o al Papa. Puede darse el caso (análogamente a cómo uno puede decidir por prudencia votar a un candidato proabortista mientras se opone al aborto) de que un católico que abraza plenamente las posiciones de la Iglesia sobre inmigración y aboga por la justicia para los inmigrantes decida que el apoyo a Trump está justificado por otros motivos.
Pero debería estar claro que los católicos no pueden apoyar una retórica que demoniza a los inmigrantes como criminales peligrosos simplemente porque han cruzado la frontera en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Debe quedar claro que los católicos no pueden celebrar la aplicación agresiva de las deportaciones como un espectáculo. Debería estar claro que los católicos no pueden aceptar una teoría del amor que se da palmaditas en la espalda por poner a algunos de los más pobres entre nosotros lejos de nuestra preocupación y caridad.
El Evangelio no ofrece un manual sobre cómo legislar en materia de inmigración. Lo que sí ofrece es un criterio sobre hasta dónde debemos llegar para amar a nuestro prójimo, y una negativa a aceptar los límites con los que podríamos sentirnos cómodos sobre quién es nuestro prójimo. La pregunta a la que debemos responder es si juzgamos nuestra política según el Evangelio o al revés.
VIDEO. Francisco envía una carta a los obispos de EE.UU. sobre las deportaciones masivas
Las críticas y desafíos que emergen
La carta del papa Francisco a los obispos de EE.UU. en respuesta a las políticas migratorias de Donald Trump fue un acto excepcional. Se considera una de las intervenciones más directas de un pontífice contra un líder democrático de una nación occidental. En ella, Francisco deja en claro el rechazo de la Iglesia a las políticas migratorias de Trump, específicamente aquellas relacionadas con la deportación masiva. Este tipo de intervención es poco común, ya que un Papa generalmente opta por enfoques diplomáticos menos confrontativos, pero en este caso, Francisco no dejó lugar a dudas sobre la postura de la Iglesia.
El contexto de esta carta es relevante. Solo tres semanas después de la toma de posesión de Trump, Francisco ya estaba desafiando su administración. Este acto fue acompañado de decisiones como el nombramiento de monseñor Edward Weisenburger como arzobispo de Detroit, un defensor de los derechos de los inmigrantes, y el cardenal Robert McElroy para Washington, DC. Estos nombramientos refuerzan el mensaje de Francisco y subrayan su compromiso con los derechos humanos y la dignidad de los migrantes.
Sin embargo, la postura de Francisco también ha sido cuestionada, aunque por sus críticos de siempre. Algunos sugieren que su enfoque hacia Trump es inconsistente, señalando que el Papa no ha adoptado una postura similar hacia otros regímenes, como el chino, donde la persecución religiosa de católicos y otros creyentes sigue siendo grave. Además, se menciona que Francisco ha sido más indulgente con los regímenes de izquierda en América Latina, donde se limita a promover el diálogo, y que tampoco ha criticado con la misma firmeza a la administración Biden por cuestiones como el aborto y la ideología de género. Otros clérigos y expertos consideran que las políticas migratorias de Trump, aunque duras, intentan abordar problemas sociales y económicos que no se mencionan en la carta papal.
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Fuentes
America Magazine / Vatican News / Crux Now / CNN Español / Videos: Rome Reports – DW en Español – La Nación / Foto: Nicholas de la Pena (AFP)