Literatura: Clave de Francisco para futuros sacerdotes
1:00 p.m. | 15 ago 24 (RVN/OM).- En un mensaje que incorpora referencias a literatos como C.S. Lewis, Proust, T.S. Eliot y Borges -y que evoca sus años de profesor de Literatura- Francisco subrayó “la importancia que tiene la lectura de novelas y poemas en el camino de la maduración personal“, en un tiempo marcado por la “obsesión de las pantallas”. Dirigida a todos los cristianos, con énfasis en los seminaristas, esta carta del Papa señala que “para entrar en diálogo con la cultura de su tiempo, o con la vida de personas concretas, la literatura se hace indispensable”.
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El texto, fechado el 17 de julio y publicada este 4 de agosto, lleva el título de Carta sobre el papel de la literatura en la educación y tiene como objetivo “despertar el amor por la lectura” y “proponer un cambio radical” en las lecturas de los seminaristas para que las lecturas eduquen “el corazón y la mente del pastor” como “un ejercicio libre y humilde de la propia racionalidad” y de “reconocimiento fecundo del pluralismo de los lenguajes humanos” que genere “una gran apertura espiritual”.
Para el Papa, un buen libro puede ser “un oasis que nos aleja de otras actividades que no nos hacen bien”, ya que “esa lectura consigue abrir en nosotros nuevos espacios de interiorización” que nos ayudan a no cerrarnos “en esas anómalas ideas obsesivas”, que luego “nos acechan irremediablemente”. Al leer, “el lector se enriquece con lo que recibe del autor”, y esto “le permite hacer brotar la riqueza de su propia persona”, señala Francisco más adelante. Por ello pide que “en algunos seminarios se logre abandonar la obsesión por las pantallas —y por las venenosas, superficiales y violentas noticias falsas— y se dedique tiempo a la literatura” que, apunta, no es “una expresión poco relevante de la cultura”, ya que proporciona “un acceso privilegiado” al “corazón de la cultura humana y más concretamente al corazón del ser humano”.
Francisco, que evoca su pasado como profesor de Literatura, destaca que una “asidua frecuencia de la literatura puede hacer a los futuros sacerdotes y a todos los agentes pastorales más sensibles aún a la plena humanidad” de Cristo “en la que se expande plenamente su divinidad”. A esto se añaden los frutos positivos de un buen hábito de la lectura que sirve para “hacer eficazmente experiencia de vida” frente a la cultura de la eficacia. “Leyendo un texto literario”, concluye el Papa, que vemos con los ojos de los demás, desarrollamos “el empático poder de la imaginación”, descubrimos “que lo que sentimos no es solo nuestro, es universal, y de este modo, ni siquiera la persona más abandonada se siente sola”.
LEER. Reseña en Vatican News
LEER. Carta del santo padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación
Escuchar la voz de alguien: el Papa escribe sobre la importancia de la lectura
La primera intención del Papa con esta carta había sido, según explica él mismo, “proponer un cambio radical acerca de la atención que debe darse a la literatura en el contexto de la formación de los candidatos al sacerdocio”. Pero al considerar que su mensaje es perfectamente válido para cualquier persona que tenga el deseo de comprender el corazón del hombre, lo hace extensivo a todos los comparten esta inquietud.
“Esta es la cuestión”, afirma el Papa, “la tarea de los creyentes, y en particular de los sacerdotes, es precisamente ‘tocar’ el corazón del ser humano contemporáneo para que se conmueva y se abra ante el anuncio del Señor Jesús y, en este esfuerzo, la contribución que la literatura y la poesía pueden ofrecer es de un valor inigualable”.
Quien es indiferente al arte, al mundo interior que los artistas expresan, quien no se deja impregnar por la belleza que manifiesta, muy probablemente tenga una experiencia empobrecida de la vida y de la verdad. Por tanto, un sacerdote, un cristiano cualquiera que desee alimentar esa “pasión por la evangelización” a la que el Papa en numerosas ocasiones se refiere, de ningún modo puede desconocer la absoluta necesidad de vivir en contacto con ese mundo más alto.
El documento papal debe insertarse en una doble tradición. Por una parte, en el secular y multifacético interés de la Iglesia por el arte, expresado en los últimos decenios en diversos textos magisteriales, algunos de ellos citados expresamente por el pontífice. Por otra, en el movimiento educativo –por definirlo de alguna manera– que, reflexionando sobre la naturaleza de la auténtica cultura, sobre las cualidades que verdaderamente enriquecen a la persona y son imprescindibles para la sociedad justa, ponen el énfasis en el conocimiento de los llamados “grandes libros”.
Acceso al corazón del hombre
Lo que le interesa a Francisco es mostrar que el acercamiento a la literatura es un “acceso privilegiado al corazón de la cultura humana y más concretamente al corazón del ser humano”. La lectura ayuda a abrir en cada uno nuevos espacios de interiorización en la medida en que pone en contacto con otras experiencias que enriquecen el propio universo.
Leer significa “escuchar la voz de alguien”, tocar el corazón de los demás, liberarse de las propias ideas obsesivas y de la incapacidad de emocionarse. Quien lee puede ver por los ojos de otro, da igual cuándo y dónde haya vivido; puede sentir con el corazón de otras culturas y de otros tiempos. Estos beneficios de la lectura a los que, entre otros, el Papa se refiere en su carta, son analizados en particular desde la perspectiva específica del pastor de almas, a quien nada de lo auténticamente humano debe resultar ajeno.
Pensando concretamente en el ministerio sacerdotal, Francisco aborda la cuestión de la naturaleza de la palabra, reflexiona sobre su sentido y valor, sobre lo sagrado que hay en ella. A este respecto aporta una interesantísima idea, en la que valdría la pena profundizar: “Todas las palabras humanas dejan el rastro de una intrínseca nostalgia de Dios”.
El papa Francisco pide que quienes tienen el deber de hablar, quienes deben dirigirse a otros para anunciar la buena nueva, valoren y respeten la palabra, recuerden siempre su responsabilidad, pues es precisamente hablando como pueden llegar a las fibras del espíritu, ya que “la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón” (Hb 4,12-13).
La luz del arte
Y para desenvolverse con soltura en este territorio de la transmisión, de la comunicación cordial, donde se conjuga la capacidad de entender la verdad del corazón y la sensibilidad para percibir la belleza y el poder de las formas, es una necesidad de primer orden saber percibir la luz que se desprende de las obras del arte. En el hombre expresado en el arte están las semillas de lo sobrenatural, y allí hay que ir a recogerlas para luego, como hizo san Pablo en Atenas, hacerlas fructificar con las enseñanzas evangélicas.
Hay “una misteriosa e indisoluble unión sacramental entre la Palabra divina y la palabra humana”, insiste el Papa; y es muy sugerente confrontar esta afirmación con el siguiente texto del pensador ruso Pável Florenski (1882-1937): “Al igual que existen personas especialmente inspiradas y llenas de luz interior, a veces las palabras se llenan del Espíritu. Acontece entonces el sacramento de la transubstanciación de la palabra: ‘bajo el aspecto’ de palabras comunes nacen de las entrañas de la persona portadora del espíritu palabras con otra sustancia: palabras sobre las cuales verdaderamente ha descendido la gracia divina. Y de estas palabras sopla constantemente una brisa suave, silencio y tranquilidad para el alma enferma y cansada. Se derraman sobre el alma como un bálsamo, curando las heridas”. Es este un texto inédito en español, que se encuentra en El llanto de la Madre de Dios. Introducción a la traducción rusa del Canon de la crucifixión del Señor y el llanto de la Madre de Dios, obra de Simón Metafraste.
La tarea de la evangelización, en conclusión, la han de llevar a cabo esos –en palabras de san Juan Pablo II– “heraldos”, expertos en humanidad, conocedores del corazón del hombre. La certeza del valor de la vía de la belleza, la Via Pulchritudinis, late en el fondo de esta carta del papa Francisco. Y no solo los pastores de la Iglesia, sino cualquier cristiano, han de estimarla, conocerla y seguirla en lo que es: camino privilegiado para conocer a Dios, para hablar de Dios; para conocer al hombre y para hablar con los hombres.
El memorable discurso sobre la contemplación de la belleza que pronunció el cardenal Ratzinger en agosto de 2002 lo afirma con total claridad: “A menudo he afirmado que estoy convencido de que la verdadera apología de la fe cristiana, la demostración más convincente de su verdad contra cualquier negación, se encuentra, por un lado, en sus santos y, por otro, en la belleza que la fe genera. Para que actualmente la fe pueda crecer, tanto nosotros como los hombres que encontramos, debemos dirigirnos hacia los santos y hacia lo Bello”.
El impulso a los estudios de carácter humanístico (que sustancialmente dependen de la capacidad de leer) es una absoluta prioridad para cualquier entidad educativa inspirada en el Evangelio.
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Fuentes
Revista Vida Nueva / Omnes Magazine / Foto: Vatican Media