30 años del genocidio en Ruanda: El reto de la reconciliación

2:00 p.m. | 27 abr 24 (VN/AF).- Para nunca regresar a un escenario similar de violencia, maldad y odio, se recuerda cada año uno de los genocidios más terribles de la historia. De abril a julio de 1994, producto de la escalada de un conflicto entre etnias, más de un millón de ruandeses tutsis -y hutus “moderados”- fueron masacrados a machetazos por extremistas hutus. Desde entonces, la sociedad busca cómo vivir con esta tragedia. ¿Qué llevó a la población a ese estado de odio? ¿Qué pasó con los católicos durante el genocidio? ¿Cómo avanza el proceso de reconciliación y qué papel ha tenido la Iglesia? Aquí algunas respuestas.

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Genocidio en Ruanda (1994): La raíz y la tragedia

100 días duró la ola de asesinatos que acabó con casi el 11% de la población de Ruanda, al oriente del continente africano, donde vivían 7 millones de personas en 1994. De abril a julio de aquel año tuvo lugar una ola de violencia en todo el país en el que se procedió a exterminar de forma planificada, sistemática y metódica a la población tutsi y aquellos hutus moderados, a manos de radicales y el gobierno hegemónico hutu de Ruanda.

Aunque la muerte del presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, la noche del 6 de abril de 1994, dio inicio al genocidio, existía un conflicto más profundo, cuyas causas se remontan al periodo colonial del siglo XIX, cuando los belgas tenían el control del país y empezaron a clasificar a la población de acuerdo a su etnia. La inequidad en los beneficios entregados a cada una de estas ocasionó las tensiones. A los tutsis, que conformaban en 14% de la población, les fueron otorgados mejores empleos, por considerar que eran más parecidos a los europeos. Mientras que los hutus, mayoría en Ruanda, fueron relegados a tareas menos valoradas.

En el genocidio participaron soldados, policías, Interahamwe (milicias extremistas hutus cuyo significado en kinyarwanda es “los que matan juntos”) y ciudadanos, resultando en la eliminación de aproximadamente el 75 % de los tutsis, así como de miles de ciudadanos hutus moderados, opositores del régimen del Habyarimana y cercanos al Frente Patriótico Ruandés (FPR), estimándose no menos de 800.000 personas asesinadas. El arma utilizada principalmente fue el “masu” (el machete local) y la violación. Casi cada una de las mujeres que sobrevivieron al genocidio fueron violadas. Muchos de los 5.000 niños nacidos fruto de esas violaciones fueron asesinados. Por lo tanto, el genocidio no fue sólo de carácter étnico sino también político.

El genocidio terminó más tarde ese mismo año cuando el FPR, un partido político dirigido por Paul Kagame y formado predominantemente por refugiados de etnia tutsi, que operaba en Uganda y en el norte de Ruanda, derrotó al ejército nacional y las milicias hutu, y estableció un gobierno de unidad nacional liderado por el FPR.

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Entre el perdón y el silencio

Kigali. Noviembre de 2021. En un céntrico bar de la capital ruandesa, dos jóvenes de apenas 20 años conversan sobre las heridas abiertas del genocidio que sacudió su país hace ahora justo tres décadas. Ellos, que no lo vivieron, hablan de la necesidad del perdón, de reconciliación, de pasar página, de mirar hacia delante. Pero hay preguntas que prefieren no responder; no dicen qué piensan del dictador de su nación, Paul Kagame, que ha gobernado Ruanda con mano dura desde que accediera al poder allá por el 2000. También se muestran reacios a incluirse públicamente dentro de la etnia tutsi o la etnia hutu. “De eso ya no hablamos aquí”, sentencian.

El silencio de los jóvenes es impuesto por el actual Gobierno, que se escuda en lo que sucedió a partir del 6 de abril de 1994. Cuando estaba a punto de aterrizar en el aeropuerto de Kigali, el avión en el viajaban Juvènal Habyarimana, presidente ruandés, y Cyprien Ntaryamira, su homólogo burundés, ambos hutus, sufrió el impacto de dos misiles, cayó derribado y explotó. Ni hubo supervivientes ni se conoce todavía a ciencia cierta la autoría del atentado. Fue el pistoletazo de salida a unos de los actos más atroces de todo el siglo XX: el genocidio de Ruanda.


Guiados desde una emisora

Para el periodista José María Arenzana, que cubrió la masacre en territorio africano y acaba de presentar su libro Ruanda. Cien días de fuego, en el que recoge sus vivencias, las raíces de un acto tan atroz hay que buscarlas más allá del atentado. La región africana de los Grandes Lagos ya era una zona de fuertes tensiones antes de aquella fecha. Un ejemplo: el 21 de octubre de 1993 fue asesinado el primer presidente hutu de Burundi, Melchior Ndadaye, que llegó al poder tras las primeras elecciones democráticas en la historia de ese país, con divisiones étnicas parecidas a las ruandesas. Dice Arenzana: “Cuando lo mataron, el poder hutu de Ruanda comenzó a defender que los tutsis querían acabar con los hutus, y la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, creada meses antes, comenzó a calentar motores para lo que venía”.

Arenzana hace hincapié en la responsabilidad de Francia y en la inacción de las Naciones Unidas, y menciona la inestabilidad mundial de aquel 1994, con los Balcanes copando a diario las portadas de los periódicos de todo el mundo en una guerra cruel y sangrienta o el fracaso de la operación estadounidense en Somalia unos meses antes. Pero destaca la crudeza de lo que vio: “Tengo recuerdos muy vivos; fue algo inolvidable. En lo cualitativo, fue una matanza de carácter artesanal, que es la gran diferencia respecto a otros genocidios. En lo cuantitativo, la cifra de muertos fue de unos 11.000 al día. Supera a los nazis, al gulag”. Y añade: “No fue una cosa casual. La Radio Televisión Libre de las Mil Colinas daba listas de personas a las que matar y los asesinatos se producían a mano y en masa. Vecinos contra vecinos. Gente que se conocía. Algo salvaje”, relata.


Se frenó con las armas

Tras los días de sangre, accedió al poder el Frente Patriótico Ruandés (FPR), que había frenado el genocidio con las armas. Y, en el 2000, uno de sus líderes militares más destacados, Paul Kagame, fue investido presidente, cargo que ratificó en las elecciones de 2003, las primeras desde la masacre, con una abultada mayoría absoluta ante acusaciones de graves irregularidades. Desde entonces, y con una generosa ayuda internacional al desarrollo que bordea los 1.000 millones de euros anuales (el 15% de su PIB), Ruanda ha experimentado un reseñable despegue económico y social: actualmente, es el estado africano donde resulta más fácil comenzar un negocio, tras la Isla de Mauricio, en un ranking del Banco Mundial en el que supera a naciones como Portugal u Holanda. Además, se organizan eventos políticos o deportivos con asiduidad y Kigali es ejemplo de infraestructuras funcionales, limpieza y seguridad.

Pero, tras cada éxito económico y social, se atisba la figura oscura de un presidente reconvertido en dictador que no permite oposición. El Gobierno de Kagame ha sido señalado por diversos organismos internacionales en multitud de ocasiones por perseguir, encarcelar e incluso asesinar a quien critica su gestión. Quizás, uno de los casos más sonados fue la detención en 2020 de Paul Rusesabagina, héroe local, el hombre que inspiró la película Hotel Ruanda y firme opositor del régimen, cuando agentes estatales lo engañaron para que subiera a un avión privado y lo llevaron a Kigali. Lo liberaron en marzo del año pasado. “Mucha gente nos decía que no íbamos a ser capaces de conseguir que soltaran a mi padre. Sufrió torturas físicas y psicológicas, pero se está recuperando bien”, afirma Carine Kanimba, hija de Rusesabagina y activista por los derechos humanos.

VIDEO. A tres décadas del horror en Ruanda

¿Reconciliación impuesta?

El Gobierno se congratula de una reconciliación que ha traído paz y desarrollo al país: ahora es uno de los estados más seguros, con menos criminalidad, y acoge grandes eventos internacionales como hará con el mundial de ciclismo en 2025. Sin embargo, la oposición alega que la reconciliación está sobre la superficie, pero no es real. “Sí, hay algún tipo de reconciliación, pero no la conseguimos del todo”, dice Victoire Ingabire, opositora al Gobierno de Kagame.

Ella fue condenada a 15 años de cárcel y pasó ocho entre rejas por supuestamente negar el genocidio. Ingabire no lo niega, sino que asegura que no solo hubo muertos durante esos días y contra los miembros de la etnia tutsi. “Tuvimos dos crímenes: el genocidio contra los tutsis y también los crímenes contra la humanidad antes, durante y después del genocidio. El Gobierno de Ruanda ignora este segundo crimen. Si no podemos redimir a todas las víctimas de nuestra historia más oscura, no podemos estar unidos”, reclama. Durante el genocidio, las fuerzas del Frente Patriótico Ruandés lideradas por Kagame también cometieron asesinatos que no se tienen en cuenta.

Los críticos alegan que el Gobierno de Ruanda utiliza el genocidio para cometer atrocidades en el exterior, como en el este de R.D. Congo, una región rica en minerales. Allí están las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo considerado terrorista por el Ejecutivo ruandés al que acusa de tener en sus filas a personas responsables del genocidio. El equipo de Kagame culpa al Gobierno congoleño de dar cobijo a los terroristas y, para contrarrestarlos, arma y financia al grupo rebelde M23, de mayoría tutsi, como señalan la ONU y algunos socios occidentales como Francia y Estados Unidos, a pesar de que lo niegan desde Kigali.

30 años después, el genocidio sigue presente en la sociedad. Más allá de los cuerpos todavía por rescatar, el Gobierno hace un esfuerzo por llegar a una unidad nacional que deje atrás la división del pasado, pero esa imposición hace que sea un tanto ficticio. El silencio atenaza ante el miedo a criticar la posición gubernamental y dificulta que se sanen del todo las heridas del pasado.

VIDEO. “Los justos” de Ruanda: un encuentro con los héroes del genocidio

Un mea culpa de la Iglesia

Ante los múltiples informes que hablan del oscuro papel que jugó la Iglesia en el genocidio, las voces entonando el mea culpa y el perdón se han elevado alto y claro en los últimos 30 años. Los ejemplos son múltiples y diversos. “Se trata de un verdadero genocidio, del que desgraciadamente también son responsables los católicos”, subrayó el papa Juan Pablo II antes de recitar la oración del Regina Coeli el domingo 15 de mayo de 1994, y advirtió: “Quisiera llamar una vez más a la conciencia de todos aquellos que planean estas masacres y las llevan a cabo. Están llevando al país hacia el abismo. Todos tendrán que responder de sus crímenes ante la historia y, en primer lugar, ante Dios”.

En el “Gran Jubileo del Año 2000”, durante una celebración litúrgica, los obispos de Ruanda presentaron a Dios una petición de perdón por los pecados cometidos por los católicos durante el genocidio. El 4 de febrero de 2004, diez años después de la violencia fratricida, los obispos ruandeses publicaron un largo mensaje en el que invitaban a “no olvidar lo sucedido” y, por tanto, a fortalecer la verdad, la justicia y el perdón. “Hemos sufrido mucho por haber sido testigos impotentes mientras nuestros compatriotas padecían muertes innobles, torturados bajo la mirada indiferente de la comunidad internacional; también hemos sido profundamente heridos por la participación de algunos de nuestros fieles en las masacres”, escribieron los obispos.

En 2016, el episcopado de Ruanda reconoció que sus miembros planificaron, ayudaron y llevaron a cabo el genocidio y pidieron perdón por las atrocidades. “No demostramos que somos una familia, sino que nos matamos unos a otros”, afirmaron en unas declaraciones que recogieron diferentes medios y que llevaban por intención dar un paso más en la reconciliación nacional en un país de amplia mayoría cristiana.

También el papa Francisco se ha expresado en los mismos términos. Durante la visita del presidente ruandés Paul Kagame al Vaticano el 20 de marzo de 2017, la primera desde el genocidio, el obispo de Roma “expresó su profundo dolor, el de la Santa Sede y el de la Iglesia por el genocidio contra los tutsis, renovó la súplica de perdón a Dios por los pecados y fracasos de la Iglesia y de sus miembros (…) Sacerdotes y religiosos cedieron al odio y a la violencia y traicionaron su misión evangélica”.

VIDEO. Papa pide perdón por “los pecados” de la Iglesia durante el genocidio (2017)

La Iglesia y una labor de reconstrucción

Treinta años después del genocidio, gracias a los esfuerzos de reconciliación y unidad, el país dividido trabaja ahora por su desarrollo y reconstrucción. En este contexto, la Iglesia local contribuye en particular mediante una pastoral de reconciliación, de escucha y de atención a los supervivientes, así como de educación. El arzobispo de Kigali, el cardenal Antoine Kambanda, habla de ello en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos.

¿Se ha enfrentado a algún reto en esta labor pastoral?

Sí, el genocidio fue el resultado de una larga historia de ideología divisionista, de una política de división del pueblo, de documentos de identidad que mostraban las etnias, una división que afectaba a las propias familias. Porque si hay familias mixtas, la identidad del niño viene determinada por la etnia del padre. Esto llevó a dramas increíbles, en los que una madre podía denunciar a sus hijos o los tíos podían matar incluso a los sobrinos porque, siguiendo esta política, no pertenecían al mismo grupo étnico. Así que el genocidio afectó a las relaciones humanas más íntimas, incluso dentro de las familias. Fue muy difícil. Otra dificultad vino determinada por el negacionismo, que consiste en decir que fue una guerra, que lo que ocurrió no fue un genocidio, el exterminio sistemático de una población. Una ideología, tanto dentro como fuera.

A eso sumarle la dificulta para obtener justicia. La justicia clásica no podía funcionar. Teníamos más de ochocientos treinta mil presos y preveíamos que harían falta más de cien años para obtener justicia. Eran los tribunales Gacaca, según la justicia tradicional, los que podían resolver el problema y obtener justicia para todos.

LEER. Entrevista completa en Vatican News

VIDEO. Genocidio en Ruanda: “Hay una culpa que arrastra casi toda una tribu”

Información adicional
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Fuentes

Revista Vida Nueva / Agencia Fides / Revista Alfa y Omega / France 24 / Vatican News / DSN / Videos: France 24 – Rome Reports – Televisión Pública Noticias / Foto: TeleCinco

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