“Evitar tragedias con corredores humanitarios”

1:00 p.m. | 31 mar 23 (VTN/OM).- Los corredores humanitarios salvan refugiados y además trabajan por su integración. Así lo recordó Francisco, con un mensaje que expuso la importancia de estas iniciativas y animó a quienes hacen la ardua labor para salvar vidas humanas de los conflictos y violaciones de derechos humanos. El Papa se reunió con cinco mil personas, refugiados (de Siria, Irak, Afganistán, Bangladesh, Etiopía, Sudán, Ucrania y más) a través de los corredores humanitarios. Junto con ellos las familias, parroquias, congregaciones religiosas y comunidades que los acogieron, y representantes de organizaciones promotoras de este modelo.

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En su discurso, el Papa agradeció por esta iniciativa que se puso en marcha en 2016 como respuesta a la situación cada vez más dramática en la ruta del Mediterráneo, y recordó que la propuesta es trágicamente actual, al mencionar el reciente naufragio en Cutro, frente a las costas de Calabria. “Los corredores son puentes que tantos niños, mujeres, hombres, ancianos, procedentes de situaciones muy precarias y de graves peligros, han cruzado finalmente con seguridad, legalidad y dignidad hacia sus países de acogida”, recordó Francisco. Los refugiados cruzan las fronteras y, más aún: “Los muros de la indiferencia en los que a menudo se rompe la esperanza de tantas personas que esperan durante años en situaciones dolorosas e insoportables”.


Aún falta mucho por hacer

El Pontífice expresó su cercanía a cada uno de los refugiados presentes, hoy integrados en la sociedad, cada uno de ustedes, les dijo, merece atención por la dura historia que ha vivido. “En particular, quisiera recordar a quienes han pasado por los campos de detención en Libia; varias veces he escuchado su experiencia de dolor, humillación y violencia. Los corredores humanitarios son una forma viable de evitar las tragedias y los peligros del tráfico de personas”.

“Sin embargo, aún se necesitan muchos esfuerzos para extender este modelo y abrir más rutas legales para la migración. Allí donde falta voluntad política, modelos eficaces como el suyo ofrecen nuevas vías viables. Al fin y al cabo, una migración segura, ordenada, regular y sostenible redunda en interés de todos los países. Si no ayudan a reconocerlo, se corre el riesgo de que el miedo apague el futuro y justifique las barreras en las que se destrozan vidas”. Señala un camino a seguir a Europa, dijo, para que no permanezca bloqueada, atemorizada, sin visión de futuro. “De hecho, la historia europea se ha desarrollado a lo largo de los siglos gracias a la integración de poblaciones y culturas diferentes. Así pues, ¡no tengamos miedo del futuro!”.


Trabajar por la integración

“Los corredores humanitarios no sólo pretenden llevar a los refugiados a Italia y otros países europeos, arrancándolos de situaciones de incertidumbre, peligro y espera interminable; también trabajan por la integración, porque no hay acogida sin integración”, manifestó. En todo camino siempre hay dificultades que afrontar, y para alcanzar la integración, se deben superar las dificultades, porque como les dijo el Papa, “no todos los que llegan están preparados para el largo viaje que les espera. Por eso es importante poner aún más cuidado y creatividad en informar a quienes tienen la oportunidad de venir a Europa, sobre la realidad que van a encontrar”.

“Y no olvidemos que hay que acompañar a las personas de principio a fin. La labor de ustedes termina cuando una persona está realmente integrada en nuestra sociedad. La Sagrada Escritura enseña: El será para ustedes como uno de sus compatriotas y lo amarás como a ti mismo”.


Un trabajo juntos. Un compromiso por la paz

El Papa, saludó también a todos los que han hecho posible la realización desde el principio hasta el final de los corredores humanitarios, escoger refugiados, llevarlos a Europa, integrarlos, escolarizar los hijos, enseñar el idioma a los adultos, darles casa, trabajo. “Saludo aquí a los cientos de personas, familias, comunidades, que generosamente se han puesto a disposición para llevar a cabo este proceso virtuoso. Han abierto sus corazones y sus hogares. Han apoyado la integración con sus recursos y han implicado a otros. A ustedes, promotores de los ‘corredores’, a los religiosos y religiosas, a las personas y organizaciones que han participado en ellos, quiero decirles: son mediadores de una historia de integración, no intermediarios que se aprovechan de la necesidad y el sufrimiento”.

Y este servicio a los pobres, a los refugiados y a los desplazados es también una fuerte experiencia de unidad entre los cristianos, señaló, de hecho, esta iniciativa de los corredores humanitarios es ecuménica. “Es un hermoso signo que une a hermanos y hermanas que comparten la fe en Cristo”.

Un último saludo a los que han atravesado los corredores humanitarios y viven ahora una nueva vida. Les dijo que su ejemplo y laboriosidad ayudan a disipar los temores y las alarmas sobre los extranjeros. Su presencia puede ser una bendición para el país en el que se encuentran y cuyas leyes y cultura han aprendido a respetar. La hospitalidad que se les ha ofrecido, les dijo, se ha convertido para ustedes en un motivo de retribución: de hecho, algunos de ustedes se dedican a servir a otros que lo necesitan.

LEER. Discurso completo del Papa a familias refugiadas a través de corredores humanitarios

 

Las primeras recepciones

La experiencia de los “corredores humanitarios” nació oficialmente el 15 de diciembre de 2015, cuando la Comunidad de San Egidio, con las Iglesias protestantes italianas y los Ministerios del Interior y de Asuntos Exteriores, firmó un acuerdo-protocolo: 1.000 visados para otros tantos refugiados sirios procedentes de los campos del Líbano. El protocolo había sido posible gracias a un trabajo jurídico que había encontrado una posibilidad en el artículo 25 del Reglamento europeo 810/2009, que prevé que los Estados de la Unión Europea expidan visados humanitarios limitados a un solo país. Y así fue por primera vez para Italia.

Venía de la trágica experiencia de dos naufragios masivos en el mar Mediterráneo, el primero el 3 de octubre de 2013 a pocas millas de la isla de Lampedusa, con el ahogamiento de 386 personas, en su mayoría eritreos; en 2015, el 18 de abril, 900 personas embarcadas en un pesquero egipcio murieron en el Canal de Sicilia. Según datos facilitados a la propia Comunidad de San Egidio, desde 1990 hasta hoy -en treinta años, prácticamente- se calcula que más de 60.000 personas han muerto o desaparecido en el Mediterráneo en su intento de llegar a Europa. Cifras que a menudo han llevado al Papa Francisco a definir esa encrucijada de intercambios y personas, antaño “mare nostrum”, en riesgo de convertirse en “un desolador mare mortuum”.


Sobre los hombros de la sociedad civil

Desde febrero de 2016, los corredores humanitarios han permitido llegar sanas y salvas a Europa a 6.018 personas procedentes de Siria, Eritrea, Afganistán, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Irak, Yemen, Congo y Camerún. El 87% de estas personas fueron acogidas en Italia, el resto en Francia, Bélgica y Andorra. Cifras que pueden no parecer excesivamente grandes, pero la explicación está en que es la “sociedad civil” la que financia el sistema sin intervención de entidades o instituciones estatales.

Una vez que llegan a los países de acogida, de hecho, los refugiados son acogidos por los promotores del proyecto y alojados en diversas casas e instalaciones repartidas por todo el país según el modelo denominado de “acogida generalizada”. A continuación, los operadores acompañan a estas personas para que se integren en el tejido social y cultural del país, mediante el aprendizaje de idiomas, la escolarización de menores y otras iniciativas de inclusión. Un modelo, como vemos, altamente replicable a través de una sinergia virtuosa entre las instituciones públicas y las asociaciones ciudadanas.

“Las palabras de Francisco han generado esta acogida”

Un “proyecto ecuménico”, como les gusta llamarlo a quienes han creído en la posibilidad de garantizar vías legales de acceso a quienes buscan protección. Anna, siria, está con su esposo y su única hija de cinco años. “Estoy emocionada, estoy feliz de estar aquí con el Papa y de llevar meses viviendo en Italia. Siria sigue necesitando ayuda, la guerra es ahora, no ha terminado”, repite. “Hemos llegado a un país nuevo, una lengua desconocida, pero -subraya- nunca nos hemos sentido solos, la comunidad siempre nos ha ayudado, nos han llevado de la mano”.

Zefa, una niña congoleña de 12 años, no tiene miedo al micrófono. “¿Ves lo bien que hablo italiano? Porque aquí puedo estudiar, me encanta estudiar”. A continuación, los hermanitos quieren hablar con la misma naturalidad de sus pasiones. “Me gusta el fútbol”, dice uno, y el otro: “Me gustan los juegos”. Su madre los mira con la ternura de quien sabe que su futuro es más sereno que un pasado demasiado reciente para ser olvidado. Quedan las historias de otros sirios, como la de Alì, que huyó de Alepo y llegó a Italia hace cinco años. “El trabajo es fundamental para tener dignidad, para ser autónomo”, repite varias veces, dando las gracias a quienes le han permitido tener esta oportunidad”.

Elyas expresa sentimientos similares, destacando un doble aspecto: la capacidad de implicarse, de no “quedarse mirando”, combinada con la gracia de saber quién te tiende la mano. “El primer agradecimiento es para el Papa, sus palabras pusieron en marcha todo esto”, afirma. A sus 33 años, Elyas se sacó el título de octavo de primaria, aprendió el idioma y ahora se siente preparado para vivir su vida como protagonista.

Entre los testimonios está el de Igor, de sólo 18 años, un disidente ruso. Habla poco italiano, lo justo para expresar su alegría, su sorpresa al ver al Papa y de nuevo la belleza de la ciudad de la que Francisco es obispo. Roma es hermosa, es preciosa”. Igor también siente que puede ser un ejemplo para muchos de sus compañeros. Si yo he conseguido llegar hasta aquí”, dice, “ellos también pueden hacerlo”.


Contribución a la economía

El proyecto es también una respuesta a los eslóganes fáciles que no responden a necesidades concretas. Se trata precisamente de eso, “de dar soluciones concretas en lugar de plantear nuevos problemas”, afirma Marco Impagliazzo, Presidente de la Comunidad de San Egidio, recordando cómo “este proyecto es un éxito porque también supone una importante contribución a la economía, repoblando las ciudades del interior, enseñando a la gente a vivir la inmigración sin miedo ni prejuicios”.

Hace un año Europa acogía a los refugiados ucranianos, pero ¿existe el riesgo de acostumbrarse a las guerras? “Desgraciadamente sí, nos acostumbramos a todo y esto es malo porque los que viven en guerra siguen sufriendo. Debemos dar las gracias al Papa porque nos recuerda que debemos volver siempre nuestra mirada hacia los que sufren, debemos conmovernos y movilizarnos”.

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Fuentes

Vatican News (2) / Omnes Magazine / Videos: Vatican News – Rome Reports / Fotos: EP

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