Nulidad matrimonial: Mejorar proceso para víctimas de violencia doméstica

1:00 p.m. | 19 nov 22 (NCR).- ¿Cómo tratan a quienes sufren de violencia doméstica los tribunales matrimoniales católicos? Estos son los organismos diocesanos que se encargan de determinar si existe o no el vínculo sacramental de un matrimonio. Un sacerdote que trabajó durante décadas en la pastoral de la violencia doméstica en su parroquia, comparte algunas historias para sostener sus argumentos. Lamentablemente, si hay violencia doméstica de por medio, según comenta el sacerdote, el proceso puede ser más doloroso de lo que debería, distante de lo que se considera pastoral, y en la mayor parte de los casos, ineficaz.

——————————————————————————————–

Una mujer inmigrante e indocumentada conoció y se casó con su esposo. Desde el mismo día de su matrimonio, él la aisló. No podía trabajar, ir a la escuela, comprar comida o incluso comprar su propia ropa sin que su cónyuge la acompañara. Años más tarde buscó mi ayuda. El asesoramiento pastoral, así como el protocolo adecuado de trabajo social, dictan que el asesor debe creer a la víctima. Sin embargo, cuando esta mujer solicitó la anulación, tuvo que aportar testimonios que corroboraran sus denuncias de abusos. Como no tenía familia en el país ni amigos que respaldaran sus acusaciones, el juez consideró que no podía fundamentar su denuncia y el proceso de anulación se dilató.

Otra superviviente acudió a mí en busca de consejo. Se había divorciado de su esposo maltratador y había conocido a un hombre con el que quería casarse. Cuando intentó rellenar el largo cuestionario de anulación, no pudo hacerlo. Era demasiado doloroso recordar y relatar los abusos que había sufrido. Se volvió a sentir traumatizada. Abandonó el proceso de anulación, se volvió a casar por lo civil y dejó de comulgar durante 17 años. Nadie en el tribunal matrimonial hizo un seguimiento para saber qué le había pasado.

Otra mujer me llamó hace poco para contarme que su juez escribió en su denegación de la anulación que sus denuncias de maltrato doméstico a manos de su esposo no estaban justificadas porque su comportamiento provocaba los actos inmorales de su cónyuge. Cualquiera que esté familiarizado con la dinámica de la violencia doméstica reconoce que esta apreciación es sumamente errónea. El cónyuge agresor es el único responsable de su comportamiento abusivo, nunca la víctima.

A pesar de las estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades que muestran que el 41% de las mujeres y el 26% de los hombres experimentan violencia sexual o física, y/o acoso por parte de una pareja íntima a lo largo de su vida, la mayoría de los sacerdotes católicos y los jueces y mediadores de los tribunales diocesanos (laicos voluntarios que ayudan en el proceso de anulación) no reciben ninguna educación o formación sobre la violencia doméstica. En cambio, algunas estimaciones de los abogados canónicos sugieren que casi la mitad de los casos de anulación están relacionados con la violencia doméstica.

Esta falta de educación, así como el poder discrecional de los jueces del tribunal, pueden llevar a resultados muy perjudiciales. Está claro que las autoridades eclesiásticas deben evaluar las prácticas de los tribunales matrimoniales diocesanos y hacer las reformas oportunas para que el proceso sea más accesible, más compasivo y más eficaz. La creciente apreciación de este trauma y sus efectos negativos a largo plazo exigen un replanteamiento de los servicios de los tribunales.

Según la enseñanza católica, el matrimonio sacramental se establece legítimamente mediante la libre expresión del consentimiento mutuo de un hombre y una mujer ante un sacerdote o diácono católico. Una vez establecido, se forma un vínculo permanente que no puede ser roto, ni siquiera por el Papa. Esta indisolubilidad proviene de una teología del matrimonio católico basada en textos del Nuevo Testamento. La más notable es la enseñanza de Jesús: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne… Lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie” (Mateo 19:4-9).

San Pablo sostiene que el vínculo matrimonial es indisoluble porque refleja la relación entre Cristo y la Iglesia, una relación permanente e inquebrantable (Efesios 5:21-33). Además, la Iglesia Católica afirma que el vínculo sacramental fue forjado por Dios, reflejando el amor de Dios por la humanidad, que es permanente. Aunque algunos teólogos cuestionan esta interpretación, la enseñanza oficial de la indisolubilidad ha perdurado desde los primeros tiempos del cristianismo.

Pero son necesarias ciertas condiciones para establecer el vínculo matrimonial, y si el matrimonio carece de una o más de estas condiciones en el momento de la boda, es nulo. Estos “motivos” justificables para una anulación incluyen el comportamiento deshonesto de la persona y/o las intenciones o el engaño deliberado; estar forzado o el miedo a ser forzado; un error cognitivo o la ignorancia sobre la naturaleza de un matrimonio sacramental; la falta de uso suficiente de la razón; o la incapacidad física o emocional para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.

Los abogados especialistas en derecho canónico se apresuran a señalar que cualquiera de estos motivos, incluidos la bajeza moral o los abusos que se producen después de la boda, no constituyen motivo de declaración de nulidad si no hay indicios de su existencia antes del matrimonio. Pero la realidad de la violencia doméstica es que los agresores suelen preparar a sus víctimas a lo largo del tiempo, incluso durante el noviazgo y los primeros años de matrimonio. Los hombres maltratadores rara vez revelan su plan de poder y control antes de la boda. Es posible que el cónyuge agresor ni siquiera sea consciente de que está preparando a su pareja para que se someta al abuso. Muchas mujeres no ven el abuso hasta años después de la boda.

Los tribunales matrimoniales suelen considerar que los motivos de anulación revelados poco después de la boda ya existían en el momento de la misma. Por ejemplo, el hombre que le es infiel a su mujer una semana después de la boda (no es una exageración; ocurre) o el marido que estrangula a su mujer en la luna de miel (eso también ocurre) o los cónyuges que un mes después de la boda revelan que no quieren tener hijos. La mayoría de los tribunales consideran que estas acciones indican que los motivos existían en el momento de la boda.

¿Pero qué pasa si estos motivos no se revelan hasta dos o más años después de la boda? ¿Seguirían siendo motivos suficientes o se considerarían simplemente un defecto moral que se desarrolló después de la boda? Las víctimas a menudo no reconocen el comportamiento abusivo hasta años después de la boda. Por supuesto, muchos jueces hacen todo lo posible por buscar indicios de que el abuso era anterior a la boda, pero si no los encuentran, denegarán la anulación. Sin embargo, una comprensión adecuada de la violencia doméstica postula que, aunque los signos de maltrato no fueran evidentes antes del matrimonio, las raíces del maltrato estaban ahí, aunque fueran desconocidas para la víctima e incluso para el agresor.

Además, aunque algunos jueces del tribunal afirman que el proceso de anulación con revisión y análisis histórico es curativo para los demandantes, muchos de los que trabajan con las víctimas creen que a menudo las vuelve a traumatizar. Ambas afirmaciones se basan en informes de carácter anecdótico. Desgraciadamente, se carece de investigaciones que determinen la prevalencia y las condiciones en que se produce cada una de ellas. Y, lo que es más importante, la mayoría de los jueces no están preparados para reconocer y responder a la re-traumatización.

Por supuesto, ha habido otras críticas al proceso de anulación, algunas bastante cínicas, afirmando que, si alguien tiene suficiente dinero o influencia, un tribunal matrimonial concederá la anulación sin importar los motivos. El papa Francisco ha intentado reformar sólo el proceso de solicitud, no sus normas legales, instando a los tribunales a simplificar los procedimientos, acelerar las decisiones y eliminar las tasas.

Pero el proceso sigue siendo oneroso, y un gran porcentaje de solicitantes abandona el proceso. Algunos rellenan la solicitud inicial pero nunca vuelven a su parroquia ni responden al tribunal para terminar el proceso. Incluso si intentan responder, puede que se sientan incómodos o confundidos por el largo cuestionario posterior o que encuentren las preguntas demasiado dolorosas para responder. Además, el hecho de no obtener los tres testigos requeridos para proporcionar un testimonio de apoyo puede condenar la solicitud de los peticionarios.

Desgraciadamente, los tribunales matrimoniales no suelen llevar un registro de cuántos abandonan el proceso y por qué. El seguimiento es escaso o nulo, a pesar de que se reconoce comúnmente que un gran porcentaje de solicitantes abandona el proceso. Los datos nos ayudarían a comprender mejor el éxito o el fracaso del proceso de anulación y podrían mejorarlo. También debemos reconocer que muchas personas ni siquiera solicitan la anulación porque temen el proceso o creen que es una farsa. Pero, de nuevo, no hay datos para orientar la mejora.

Y la mejora es necesaria, en parte para servir mejor a los solicitantes, especialmente a las víctimas de la violencia doméstica, y en parte para demostrar que la iglesia está llevando a cabo fielmente el ministerio compasivo de Jesucristo. La educación de los jueces y los abogados debe incluir la formación en la dinámica de la violencia doméstica. Las autoridades eclesiásticas también deben estandarizar los procesos y supervisar su aplicación para evitar la discrepancia entre aquellos tribunales diocesanos que actúan con benevolencia y otros que fallan con dureza.

Asimismo, se deben recoger y analizar sistemáticamente datos sobre el número y los tipos de casos presentados, el número y las razones de abandono del proceso, y el número y las razones de concesión y denegación de la anulación. Y, por último, estos datos y sus correspondientes evaluaciones deberían hacerse públicos a los fieles.

Información adicional
Publicaciones recomendadas en Buena Voz Noticias
Fuentes

Traducción libre de artículo publicado en National Catholic Reporter / Foto: Getty Images

Puntuación: 5 / Votos: 1

Buena Voz

Buena Voz es un Servicio de Información y Documentación religiosa y de la Iglesia que llega a personas interesadas de nuestra comunidad universitaria. Este servicio ayuda a afianzar nuestra identidad como católicos, y es un punto de partida para conversar sobre los temas tratados en las informaciones o documentos enviados. No se trata de un vocero oficial, ni un organismo formal, sino la iniciativa libre y espontánea de un grupo de interesados.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *