“Dune”: bíblica y mesiánica, impacta por motivos correctos
9:00 p.m. | 6 may 22 (NCR/RNS).- Una epopeya mesiánica, política, ecológica y futurista. Son algunos términos que describen a Dune (2021), una de las películas más esperadas de los últimos años que llevó al cine la famosa novela escrita por Frank Herbert en 1965 (inicio de una de las sagas literarias más extensas de la ciencia ficción). La obra, con más de 50 años de antigüedad, entrelaza la narración con temas especialmente urgentes hoy en día, como la alteración ecológica a nivel planetario y el fanatismo en los nexos entre política y religión, pero también refleja sutilmente la formación católica de Herbert, con guiños bíblicos y la figura de un salvador. Para la mayoría de críticos, la adaptación del director Denis Villeneuve capta con éxito la complejidad de la novela.
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La novela está ambientada en un imperio galáctico de unos 20.000 años en el futuro. El héroe, Paul, es hijo del duque Leto Atreides y de Lady Jessica, la concubina del duque. Jessica fue entrenada por las Bene Gesserit, una misteriosa orden de mujeres que poseen poderes psíquicos, influyen en la política y manipulan la historia. Una de las cosas que las Bene Gesserit han manipulado es la línea genética de Paul. Otra es la religión, en varias culturas de la galaxia. Al principio de la historia, una reverenda madre Bene Gesserit somete a Paul a una prueba para ver si puede ser el “Kwisatz Haderach”, el gran líder que puede unir y guiar a la humanidad con sabiduría, y que su programa secreto de mejora genética pretende producir. La prueba no es concluyente, pero muestra al lector que lo que está en juego en esta historia es la vida y la muerte.
La economía interplanetaria depende de una rara sustancia llamada especia, que es adictiva, aumenta la longevidad y otorga habilidades psíquicas. Los pilotos del Gremio Espacial utilizan la especia para viajar entre planetas (en un universo sin la inteligencia artificial de las máquinas, se debe recurrir únicamente a la mente humana). La especia sólo se encuentra en el planeta desértico de Arrakis, o Dune, un mundo agreste e inhóspito con gusanos de arena gigantes. Quien controla la especia controla la galaxia. Durante años, Arrakis ha sido gobernada por los despiadados Harkonnens, enemigos de la casa Atreides. Pero el emperador ha ordenado a los Harkonnens que entreguen Arrakis a los Atreides. El duque Leto sabe que probablemente se trata de una trampa. Se intuye que su creciente popularidad entre otros líderes incomoda al emperador.
Buscando asegurar el “poder del desierto”, los Atreides -con una actitud opuesta a sus antecesores- buscan el entendimiento y la justa colaboración con los Fremen, los oprimidos nativos de Arrakis. Claramente inspirados en las culturas tribales del norte de África, los Fremen son luchadores mortales que saben cómo sobrevivir en las profundidades del desierto. Finalmente en Arrakis la trampa prospera, la casa Atreides es derrotada, y los Harkonnen finalmente (avalados por el emperador) recuperan el poder, y Paul huye con su madre al desierto, donde, antes de entrar en contacto con los Fremen, la especia que ha estado ingiriendo despierta su clarividencia latente. Paul ve visiones de sus muchos futuros posibles, y descubre, con horror, el programa secreto de procreación que lo ha producido.
Sin embargo, Paul no es el “elegido” que se esperaba. Sólo existe porque su madre desafió las órdenes de la Bene Gesserit y dio a luz a un niño en lugar de una niña (las Bene Gesserit tienen el poder de elegir). Es una anomalía genética, cultural y política que se cuela en la red de mitos y profecías, y en la severa cultura Fremen, en el momento preciso para desestabilizar cualquier otro ejercicio de poder en la galaxia. Una versión simplista de la historia sería que a partir de aquí Paul asume el rol mesiánico y se convierte en el salvador que rescata a los Fremen de la opresión, iniciando una edad de oro en Arrakis. Pero esta historia no es tan sencilla. Convertirse en un elegido también tiene un costo. A medida que Paul empieza a comprender su poder, sabe que cada movimiento que hace está cargado de significado. Cuando lucha por su vida por primera vez, vemos el peso de esta percepción, la importancia de su decisión de usar su poder para matar. Y aquí es donde termina la película de Villeneuve, que continuará en la secuela.
Está claro que uno de los desafíos a los que se enfrenta cualquier director a la hora de llevar Dune a la pantalla es la gestión de esta riqueza de contenido. Sin embargo, el libro pide una adaptación a la gran pantalla. Todo en él es monumental, magnífico, bizarro y cataclísmico. Necesita ser contemplado. Y dado que la historia está ambientada en un futuro en el que los poderes -que apenas podemos imaginar- forman parte de la vida cotidiana, los actores tienen que hacer lo que el reparto de la película de Villeneuve hace de forma tan convincente: equilibrar el peligro épico y el propósito, por un lado, con el afecto humano, la debilidad y los miedos, por otro.
Los entresijos e intrigas serán comprensibles para quienes no hayan leído el libro. Pero la adaptación también será capaz de satisfacer a los fanáticos de Dune, que esperarán que se haga justicia a esas intrigas, así como a los temas de política, religión, sexualidad y ecología, que hacen de Dune algo único. Aunque no estoy seguro de que Villeneuve haya conseguido superar por completo alguno de los desafíos de la adaptación, sí los ha solventado donde son más significativos. Además, el reparto de Villeneuve no sólo está repleto de estrellas. También es el cuadro adecuado para el proyecto. Por ejemplo, Timothée Chalamet plasma la auténtica miseria de la situación de Paul, especialmente cuando se da cuenta de que ha sido formado para tener poderes especiales: descubrir esto no es emocionante para un adolescente, por muy excepcional que sea. Es horrible. Paul acaba de perder a su padre, su lugar en el mundo, y ahora también le roban el sentido que tiene de sí mismo. A sus propios ojos, es un “bicho raro”.
Villeneuve hace justicia al conflicto interior de Paul, al despertar su presciencia. Esto va más allá de la supervivencia, más allá del dominio político. El problema es cómo ejercer su nuevo poder sin destruir mundos enteros. Y no hay nada simple o alegórico en esto. El poder de Paul no es como un anillo mágico que puede dejar caer en un cráter de fuego. Es una cuestión ecológica, no sólo por las condiciones de Arrakis, sino por la forma en que todo afecta a todo lo demás. Casi todos los destinos que Paul contempla son violentos y espeluznantes. Una y otra vez, contempla una futura “guerra santa” que hace estragos en la galaxia, y que él mismo la pondrá en marcha una vez que cumpla las profecías y se convierta en el líder religioso y político de los Fremen.
Los espectadores cristianos podrían intentar aferrarse al aspecto mesiánico de la historia y ver a Paul como una especie de figura de Cristo que llega para traer aguas sanadoras a la árida Arrakis. Si lo hacen sin ironía, perderán el sentido. Y también pierden la oportunidad de cuestionar las narrativas triunfalistas que siguen metiendo a los seres humanos en problemas, y que siempre parecen terminar en el tipo de guerras santas que Paul teme en sus visiones. Puede que Herbert se haya inspirado en culturas musulmanas para crear a los Fremen y su “yihad” -como la llama en el libro-, pero podemos ver con la misma facilidad los paralelismos con el extremismo en las sociedades cristianas y los peligros de los movimientos que entrelazan el fervor religioso con la obsesión patriótica.
Paul Atreides, con sus poderes aparentemente sobrehumanos, es un mesías mucho más adecuado que cualquiera de los líderes políticos que han sido ungidos por diversos movimientos extremistas en nuestro mundo. Sin embargo, la historia nos muestra lo peligrosos que son estos movimientos, y cómo las fuerzas de la historia humana pueden escapar al control incluso de los mejores y más valientes.
Un mesías para tiempos inciertos
En Dune, los elementos de la política y la guerra económica se sienten a la vez oportunos y atemporales. Cada personaje, paisaje y circunstancia tiene un peso oscuro que refleja la gravedad de nuestra época. “El libro se hizo más relevante con el paso del tiempo”, dijo Villeneuve a Esquire recientemente. “Hay varios temas… como los temas medioambientales, la mezcla de política y religión, el peligro de las figuras mesiánicas, que se volvieron más relevantes, y esa es una de las razones por las que tenía sentido hacer una nueva adaptación”. Dada la propuesta política y social de Villeneuve, y que agiliza el lore de Herbert en nombre de una buena narración, los temas espirituales, lejos de faltar, ganan con su mirada a la fe actual. Quizás el efecto más notable es que Villeneuve cuestiona si el papel de Paul como mesías es realmente algo bueno. Considerar además que su naturaleza divina es objeto de fervientes especulaciones por parte de otros, desde los habitantes del desierto de su planeta, Arrakis, hasta la propia madre de Paul.
Pero el libro de Herbert fue escrito sin duda en una época más inocente. Ahora es difícil incluso decir la palabra “yihad” sin inflamar el miedo y el ánimo de muchos aferrados al sentimiento antiislámico -quizá la razón por la que se llama “cruzada” y “guerra santa” en esta adaptación. La mezcla cosmopolita de religiones de Herbert en la novela Dune fue innovadora. En un contexto actual, tiene la carga de mil tropiezos y temores sociales. Esto es coherente con la lectura más oscura y sombría que hace Villeneuve del libro. La majestuosa y astuta Bene Gesserit se convierte en ferviente y egoísta. Paul, que en la novela es estoico y conflictivo, en la adaptación es más bien conflictivo y furibundo: un mesías para nuestros tiempos (click aquí para leer artículo completo).
Influencias católicas que se encuentran en “Dune
La adaptación refleja gran parte del espíritu original de la novela, que fue originalmente influenciada por la fe católica. Herbert fue educado en el catolicismo, aunque su experiencia no fue muy positiva y es una de las razones por las que abandonó su fe más adelante.
-Jesuitas y monjas religiosas. Según una biografía escrita por el hijo de Frank, Brian Herbert, Lady Jessica y el grupo de mujeres “Bene Gessarit” estuvieron directamente influenciados por los jesuitas y por sus tías católicas que lo educaron en la religión católica: “Sus tías maternas, católicas irlandesas, que intentaron imponerle la religión, se convirtieron en los modelos de la hermandad Bene Gesserit de Dune. No es casualidad que las pronunciaciones de ‘Gesserit’ y ‘jesuita’ sean similares, ya que él imaginaba a sus tías maternas y a las Bene Gesserit de Dune como jesuitas femeninas”. Además de sus tías católicas, Herbert recibió clases de los jesuitas, y su habilidad para la argumentación fue otra influencia, aunque él trató de rechazar todo lo que había recibido. Así lo señala en una biografía escrita por Tim O’Reilly. En relación con su experiencia con el catolicismo, las líderes del grupo de mujeres Bene Gessarit se llaman “Reverenda Madre”, un guiño directo a las superioras de las órdenes religiosas femeninas.
-El Mesías y su Madre. A menudo se hace referencia a Paul Atreides como una figura de “mesías”, y no es de extrañar que su madre, Lady Jessica, sea una referencia directa a la Santísima Madre, que fue la madre del mesías, Jesucristo. El planeta desértico de Arrakis no hace más que aumentar estas asociaciones, ya que recuerda la época de Jesús y María en el desierto, especialmente la “Huida a Egipto”. En muchos sentidos, Paul es tanto una figura de Moisés como de Jesús, destinado a conducir a los Fremen fuera de su “esclavitud” en el desierto, hacia la libertad. Por eso se les llama “Fremen”, pues anhelan ser “hombres libres”.
-Crítica al catolicismo. Sin embargo, aunque Herbert estuvo influenciado por el catolicismo, está claro que su experiencia fue negativa. Sintió que la religión le fue impuesta por la garganta, y el mundo de Dune fue una de las formas en que lidió con su infancia. En lugar de encontrar consuelo en la Iglesia católica, se sintió oprimido, y no es de extrañar que muchos de los símbolos católicos de Dune acaben siendo puestos patas arriba.
Herbert acabaría convirtiéndose al budismo zen, y sus personajes acaban adoptando una espiritualidad más acorde con el budismo que con el catolicismo. Es un recordatorio de que la Iglesia católica mal presentada puede alejar a la gente de Dios. La evangelización debe atraer a la gente a la belleza del catolicismo, no crear más heridas. Aun así, incluso en su imperfección, Dune es capaz de crear una entretenida aventura de ciencia ficción que tiene destellos de verdad escondidos en ella.
Información adicional
Fuentes
National Catholic Reporter / Religion News Service / Aleteia / Revista Alfa y Omega / Videos y Foto: Warner Bros
Ahora que estoy leyendo por segunda vez Dune, me está interesando el tema de “No harás máquinas que piensen a semejanza de los seres humanos” en la Biblia Católica Naranja (uno de los libros sagrados en ese universo) y el espíritu de la Jihad Butleriana. Ahora que la genialidad – responsabilidad imaginativa – de Herbert respecto al tema ecológico es cada vez más reconocida, creo que también conviene recordar cómo los desastres vinieron cuando esa humanidad creyó que esa más inteligente y poderosa porque creyó que sus computadoras, algoritmos y redes podían “automatizar” su responsabilidad.