Francisco compartió exigente “decálogo” para obispos
9:00 p.m. | 23 nov 21 (LN/VTN).- Desde que fue electo, hace casi nueve años, el papa Francisco siempre llamó a los sacerdotes a “tener olor a oveja”. Pero ahora fue más allá y, para dejar aún más claro el rumbo que espera que tengan los sacerdotes que llegan a tener más responsabilidades, compartió “las bienaventuranzas del Obispo”, un exigente “decálogo” para los más de 5000 obispos que hay en el mundo. El texto, cuyo autor es mons. Domenico Battaglia, insta a los prelados “hacer de la pobreza su estilo de vida”, “no encerrarse en los palacios del poder”, “no escandalizarse del pecado”, entre otros.
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En un texto que llamó la atención, totalmente nuevo y que pareció escrito de su puño y letra -pero que luego trascendió que fue obra de un obispo italiano-, trazó el virtual retrato del obispo modelo, sin dejar atrás las tentaciones que lo amenazan. Así, les recordó a los obispos que deben tener un estilo de vida pobre, que no deben considerar su ministerio un poder, sino un servicio; que no deben convertirse en “burócratas más atentos a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que a las historias”; que no deben encerrarse en sus palacios; que no deben temer ensuciarse las manos “con el barro del alma humana”; ni escandalizarse del pecado.
El exarzobispo de Buenos Aires sorprendió con esta novedad al inaugurar esta tarde una asamblea del episcopado italiano en un hotel de esta capital. Para la ocasión, en forma más que sutil el Papa no pronunció un sermón, sino que les hizo llegar a cada uno de los más de 200 obispos presentes una tarjeta muy simple, con la imagen del Buen Pastor y un texto de “las bienaventuranzas del Obispo”, tal como hizo saber, sin dar más detalles, la Sala de Prensa del Vaticano. Este no llevaba firma. Si bien todo el mundo pensó que lo había escrito el Papa, más tarde trascendió que fue obra del arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia, que habló así en la ordenación de tres obispos de su diócesis, el 31 de octubre pasado.
Los ocho consejos
Testigos
“Bienaventurado el obispo que hace de la pobreza y del compartir su forma de vida, porque con su testimonio construye el reino de los cielos”.
“El obispo –dijo el Papa el 8 de septiembre de 2018 a los obispos de los territorios de misión– no vive en la oficina, como un administrador de una empresa, sino entre la gente, en los caminos del mundo, como Jesús. Lleva a su Señor donde no es conocido, donde está desfigurado y perseguido. Y saliendo de sí se encuentra a sí mismo”.
Las lágrimas del obispo
“Bienaventurado el Obispo que no teme enjugar su rostro con lágrimas, para que en ellas se reflejen los dolores del pueblo, las fatigas de los presbíteros, encontrando en el abrazo con quien sufre el consuelo de Dios”. Francisco ha hablado en repetidas ocasiones de la “gracia de las lágrimas”; una gracia que se aplica especialmente a quienes están investidos de un servicio como el episcopado. En la vigilia de oración “Para enjugar las lágrimas” en la Basílica Vaticana el 5 de mayo de 2016, dijo: “Si Dios ha llorado, también yo puedo llorar sabiendo que se me comprende. El llanto de Jesús es el antídoto contra la indiferencia ante el sufrimiento de mis hermanos. Ese llanto enseña a sentir como propio el dolor de los demás, a hacerme partícipe del sufrimiento y las dificultades de las personas que viven en las situaciones más dolorosas”.
Servir y no dominar
“Bienaventurado el obispo que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en su propio corazón, para habitar la tierra prometida a los mansos”. No hay verdadero episcopado sin servicio –dijo el Papa durante la misa de ordenación episcopal del 17 de octubre– “no de un honor, como querían los discípulos, uno a la derecha, otro a la izquierda, porque el obispo es más responsable del servicio que de la dominación, según el mandamiento del Maestro: ‘Quien sea el más grande entre vosotros que sea como el más pequeño. Y quien gobierna, que sea como el que sirve’. Servir. Y con este servicio conservaréis vuestra vocación y seréis verdaderos pastores en el servicio, no en los honores, en el poder, en la fuerza. No, servir, servir siempre”.
No príncipes
“Bienaventurado el obispo que no se encierra en los palacios de gobierno, que no se convierte en un burócrata atento más a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que, a las historias, buscando luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios porque el Señor, encontrado en el silencio de la oración diaria, será su alimento”. En la homilía de la misa en Santa Marta del 12 de noviembre de 2018, el Papa recordando que Pablo deja a Tito en Creta para poner orden en la Iglesia, señala criterios e instrucciones. “La definición que da del obispo es ‘administrador de Dios’, no de bienes, de poder, de las cordadas, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?’. El obispo es administrador de Dios. Debe ser irreprensible: esta palabra es la misma que Dios le ha pedido a Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé irreprensible’. Es una palabra fundadora, de un líder”.
Caminar con el rebaño
“Bienaventurado el obispo que tiene corazón para la miseria del mundo, que no teme ensuciarse las manos con el barro del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza por el pecado y la fragilidad de los demás porque es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucificado Resucitado será para él un sello de perdón infinito”. En su encuentro con los obispos misioneros, el 19 de septiembre de 2013, Francisco recordó que los obispos son “¡esposos de vuestra comunidad, ligados profundamente a ella. Os pido, por favor, que permanezcáis en medio de vuestro pueblo. Permanecer, permanecer… Eviten el escándalo de ser ‘obispos de aeropuerto’. Sean pastores acogedores, en camino con vuestro pueblo, con afecto, con misericordia, con dulzura del trato y firmeza paterna, con humildad y discreción, capaces de mirar también vuestras limitaciones y de tener una dosis de buen humor”.
La oración
“Bienaventurado el obispo que destierra la duplicidad del corazón, que evita toda dinámica ambigua, que sueña con el bien incluso en medio del mal, porque podrá alegrarse del rostro de Dios, encontrando su reflejo en cada charco de la ciudad de los hombres”. La duplicidad se vence con la verdad que viene de mirar a Jesús. Francisco, en varias ocasiones, ha señalado la oración como una prioridad. “La primera tarea del obispo –dijo en la homilía de la misa en Santa Marta el 22 de enero de 2016– es estar con Jesús en la oración”, “no es hacer planes pastorales” mientras que “la segunda tarea es ser testigo, es decir, predicar: predicar la salvación que el Señor Jesús nos ha traído”. Dos tareas que no son fáciles pero que son pilares de la Iglesia. “Si estos pilares se debilitan, porque el obispo no reza o reza poco, se olvida de rezar; o porque el obispo no anuncia el Evangelio, se ocupa de otras cosas, la Iglesia también se debilita; sufre. El pueblo de Dios sufre”.
Ser “uno”
“Bienaventurado el obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de la reconciliación, que siembra en el corazón del presbiterio la semilla de la comunión, que acompaña a una sociedad dividida en el camino de la reconciliación, que toma de la mano a todo hombre y mujer de buena voluntad para construir la fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo”. En su audiencia a los obispos del Movimiento de los Focolares, el 25 de septiembre de 2021, Francisco explicó que el Papa y los obispos están “al servicio de una unidad exterior, de una “uniformidad”: no, estamos al servicio del misterio de comunión que es la Iglesia en Cristo y en el Espíritu Santo, la Iglesia como Cuerpo vivo, como pueblo en camino en la historia y al mismo tiempo más allá de la historia”. Ante las “sombras de un mundo cerrado”, añadió, donde tantos sueños de unidad “se están haciendo añicos”, donde falta “un proyecto para todos” y la globalización navega “sin rumbo común”, donde el azote de la pandemia corre el riesgo de exacerbar las desigualdades, el Espíritu nos llama a “tener la audacia de ser uno”.
Dios, en Él la confianza
“Bienaventurado el obispo que por el Evangelio no teme ir contracorriente, poniendo un rostro ‘duro’ como el de Cristo en su camino hacia Jerusalén, sin dejarse frenar por incomprensiones y obstáculos, porque sabe que el Reino de Dios avanza en la contradicción del mundo”. Francisco ha instado repetidamente a las personas a poner su confianza en Dios cuando tengan miedo, sin buscar refugio en el mundo, en sus gratificaciones, porque sólo en Él “desterramos todo temor”, somos libres “de toda esclavitud y de toda tentación mundana”.
ENLACE. Decálogo impreso que entregó el Papa a obispos
Fuentes
La Nación / Vatican News / Video: Rome Reports / Foto: EFE