Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos
7:00 p.m. | 4 feb 21 (VTN).- “La vejez es un don y los abuelos son el eslabón entre generaciones, encargados de transmitir a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe”. Así reflexionó el Papa mientras anunciaba la primera “Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos”, con la preocupación de que muchas veces son olvidados y “nosotros olvidamos la riqueza de custodiar las raíces y transmitirlas”. A partir de ese anuncio, Vatican News propone un recuento del pensamiento de Francisco sobre la tercera edad, con énfasis en el tiempo de la pandemia que acentúa el daño de la cultura del descarte.
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El Papa anunció la institución de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, alabando su “sabiduría” y su voz “preciosa”. Esta jornada se celebrará el cuarto domingo de julio. Ha sido elegida esta fecha por su proximidad a la fiesta de los santos Ana y Joaquín, los abuelos de Jesús, que se celebra el 26 de julio.
En el anuncio afirmó lo importante que es, en su opinión, “que los abuelos se encuentren con sus nietos y que los nietos se encuentren con sus abuelos”. Para Francisco, la atención a los más ancianos es una preocupación constante. En octubre de 2016, con ocasión de una audiencia con las asociaciones italianas de personas mayores, el papa explicaba que los ancianos “representan las raíces y la memoria de un pueblo”.
Asimismo, en julio de 2020, mientras la pandemia golpeaba especialmente a los ancianos, el papa lanzó un conmovedor llamamiento a las jóvenes generaciones, instándolas a permanecer cerca de sus familiares ancianos y a mostrarles afecto. Para el cardenal Kevin Farrell, prefecto del dicasterio para los laicos, la familia y la vida, se trata del “primer fruto del año de la Familia Amoris Laetitia, un don para toda la Iglesia, destinado a permanecer a lo largo de los años”. En un comunicado, exhorta a “trabajar para eliminar la cultura del descarte y valorizar el carisma de los abuelos y los ancianos”.
Francisco: Reflexiones sobre la tercera edad
“Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”. Los versos del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez están como depositados en el ánimo del Papa y también ellos han florecido e iluminado su visión sobre la tercera edad, a la que Francisco no esconde que pertenece. Una fase de la vida que no debe desperdiciarse, porque “no es el momento de tirar de los remos en la barca”, sino que debe recorrerse, sugirió el Papa, como “una vocación” hecha de “gracia” y “misión”. Un camino que uno está llamado a “inventar” también “para llenar el vacío de ingratitud” que rodea a la ancianidad y para “dignificar la memoria y los sacrificios” de las generaciones pasadas.
“Podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es una vida árida. Podemos decir a los jóvenes miedosos que la angustia del futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en dar que en recibir”.
De “raíces” habla a menudo el Papa cuando explica, sobre todo a los jóvenes, que sus abuelos son “árboles” a los que hay que cuidar con gestos de ternura, a los que hay que sorprender usando “la fantasía del amor”, a los que hay que visitar y buscar porque sin su “memoria” no se puede florecer.
Reconocer la trayectoria y la historia de los abuelos y los mayores significa compartir sus sueños, contrarrestar en el encuentro la “cultura del descarte” y llamar a los jóvenes a una nueva alianza. Precisamente este último pensamiento “del corazón”, que Francisco confiesa tener ” como se lee en el prefacio del libro “La sabiduría del tiempo” del padre Antonio Spadaro, en el que se recogen unas 250 entrevistas a personas mayores en más de 30 países de los cinco continentes.
“Confío este libro a los jóvenes para que de los sueños de los mayores saquen sus visiones para un futuro mejor. Para caminar hacia el futuro necesitamos el pasado, necesitamos raíces profundas que nos ayuden a vivir el presente y sus desafíos. Se necesita memoria, se necesita coraje, se necesita una utopía sana. Esto es lo que quisiera: un mundo que viva un nuevo abrazo entre jóvenes y ancianos”.
La familia que tiene futuro
El abrazo de un abuelo o una abuela no se olvida, desde luego. Un nuevo abrazo, escribió el Papa en Amoris Laetitia, que desafía “el virus de la muerte”, la cultura del descarte, dominante en el mundo actual pero a la que la Iglesia debe responder, subrayó Francisco, no conformándose “con una mentalidad de intolerancia, y mucho menos de indiferencia y desprecio, hacia la vejez.” La invitación era entonces, como ahora, a despertar “el sentido colectivo de gratitud, aprecio, hospitalidad, que hace que los ancianos se sientan parte viva de su comunidad”.
“Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir”. (Amoris Laetitia,193)
La pandemia, con la imposibilidad de intercambiar abrazos y caricias para proteger la salud de los más frágiles, también ha distanciado a las familias en este periodo. El precio que han pagado los ancianos ha sido muy alto, con residencias de ancianos que se han convertido en focos de coronavirus, con abuelos que mueren en soledad, ancianos aislados del resto de la comunidad que a menudo respondía generosamente proporcionando lo más esencial. Y el afecto, que es esencial, faltó.
Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado. Es un renacimiento que pasa por la gratitud de los hijos a sus padres, en el traspaso del testigo de la vida.
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Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuentes:
Vatican News