Cuidado del adulto mayor: sabiduría y memoria en riesgo

11:00 p.m. | 23 jun 20 (VATN).- Con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y del Maltrato en la Vejez, la Comunidad de San Egidio relanzó el llamamiento “Sin ancianos no hay futuro”, reafirmando con fuerza la exigencia de una revuelta moral contra el abandono, la atención inadecuada, la sanidad selectiva y la institucionalización. La declaración evoca un mensaje permanente de Francisco, que reconoce el papel clave de los ancianos en la transmisión de la fe, en el diálogo con los jóvenes y en custodiar las raíces de los pueblos. Ahora, esta preocupación cobra mayor relevancia, ante el elevado número de ancianos que han fallecido en estos meses.

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La Naciones Unidas señalan que, entre 2019 y 2030, se prevé que el número de personas de 60 años o más aumente en un 38%, de mil millones a 1,4 mil millones, superando en número a la juventud a nivel mundial. Un crecimiento que será especialmente mayor y más rápido en las regiones en vías de desarrollo, lo que requiere que se preste mayor atención a los desafíos específicos que afectan a las personas mayores, incluso en el campo de los derechos humanos.

“Ninguna persona, joven o vieja, es prescindible”, dijo el secretario general de la ONU, António Guterres. El impacto en la salud y los servicios de atención a largo plazo para las personas mayores debe reconocer y enfrentar los desafíos particulares a los que se ven expuestos, incluida su capacidad para acceder a tratamiento y atención médica. Indiscutiblemente, tal como subrayó el jefe de la ONU, “las personas de edad tienen los mismos derechos a la vida y a la salud que todos las demás”, y “al adoptar decisiones difíciles respecto a la atención médica para salvar vidas, se deben respetar los derechos humanos y la dignidad de todos”.

El maltrato de las personas mayores es un problema social que existe tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados y, por lo general, no se notifica suficientemente en todo el mundo: “tan solo en unos pocos países desarrollados hay tasas de prevalencia o estimaciones, que se sitúan entre un 1% y un 10%. Aunque se desconoce la magnitud del maltrato de los ancianos, su importancia social y moral es indiscutible. Por este motivo, este problema requiere una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad”, informa la ONU.

Por todo lo dicho, en la fecha mencionada, la Comunidad de San Egidio, junto al llamamiento internacional, presenta una vez más a las administraciones estatales y locales la necesidad de llegar cuanto antes a un sistema que privilegie la atención domiciliaria y la asistencia a la población anciana: se trata de un llamado apremiante a rehumanizar nuestras sociedades “cambiando radicalmente” la mentalidad, para impulsar nuevas iniciativas sociales y sanitarias a favor de la población anciana.

ENLACE. Declaración “Sin ancianos no hay futuro”

El Papa a los ancianos: transmitan la experiencia de vida

Los ancianos tienen una tarea fundamental: deben “transmitir la propia experiencia de vida”, y, por otra parte “todos estamos llamados a contrarrestar la cultura del descarte”. Son algunas de las líneas del discurso del papa Francisco a la Asociación Nacional de Trabajadores Ancianos, en diciembre del año pasado.

En el discurso que les dirigió el Pontífice realizó en primer lugar una afirmación: las personas mayores, a nivel social, no deben ser consideradas como un peso, sino como lo que realmente son, es decir, un recurso y una riqueza: ¡son la memoria de un pueblo!

La vejez también es una “estación de diálogo”, dijo Francisco. Y “el futuro de un pueblo presupone necesariamente un diálogo y un encuentro entre ancianos y jóvenes para la construcción de una sociedad más justa, más bella, más solidaria, más cristiana”. Los ancianos, añadió Francisco, con su capacidad “única y especial para comprender las situaciones más problemáticas”, están llamados a una “gran tarea”: a transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo.

Además, su oración es “fuerte y poderosa”, y en la vejez, que es un “tiempo de gracia” son llamados nuevamente por el Señor a “conservar y transmitir la fe”, a “rezar”, a “interceder”, a “estar cerca de los necesitados”.

Considerando y viviendo la vejez como la estación del don y la estación del diálogo, – aseguró Francisco – se contrastará el estereotipo tradicional de los ancianos, a saber, “enfermo, inválido, dependiente, aislado, asediado por los miedos, dejado de lado, con una identidad débil por la pérdida de un rol social”, al tiempo que “se evitará centrar la atención general principalmente en los costes y riesgos, haciendo más hincapié en los recursos y el potencial de las personas mayores”.

“Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura venenosa del descarte. Estamos llamados a construir con tenacidad una sociedad diferente, más acogedora, más humana, más inclusiva, que no tenga necesidad de descartar a quien es débil de cuerpo y mente, sino una sociedad que mida su propio “ritmo” precisamente sobre estas personas”.

Pandemia: la mitad de las víctimas se encuentran en las residencias de ancianos

Una tragedia inimaginable. Así lo ha definido Hans Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud en Europa. En el continente, al llegar al mes de mayo, la mitad de las víctimas de la pandemia de COVID-19 estaban registradas en residencias para ancianos.

“Hay una necesidad urgente e inmediata de repensar la forma en que funcionan los hogares de ancianos hoy y en los próximos meses”, agregó Kluge, enfatizando que “las personas que trabajan en esas instalaciones -a menudo con exceso de trabajo y sin protección adecuada- están entre los héroes de esta pandemia”. Todos, por lo tanto, están llamados a cuestionarse una vez más sobre la condición de los ancianos, con especial referencia a los lugares y las personas en los que pasan sus días. La Iglesia siempre ha estado particularmente atenta a estos temas.

Turkson: “Los jóvenes siempre tienen la responsabilidad de los ancianos”

La solidaridad entre generaciones es una necesidad en todas las culturas y en todas las personas, pero “los jóvenes no siempre están en la comunidad al servicio de los ancianos, incluso si esto siempre se aplica, es una tarea que nunca se puede perder porque si los jóvenes están aquí se debe a la presencia de los ancianos”. El cardenal Peter Turkson expresa este concepto varias veces en una entrevista con Vatican News.

El Prefecto del Dicasterio del Desarrollo Humano Integral recuerda cómo en el pasado, incluso en las comunidades africanas, esto era más visible que en el presente. Su reflexión parte de la naturaleza misma del hombre, “criatura frágil e imperfecta”, cuya “fragilidad, sin embargo, subraya, no implica necesariamente un elemento de negatividad”.

Una condición que también se manifiesta en lo que “el hombre es capaz de lograr, incluido lo que concierne a la atención y al sistema de salud”. “La tecnología -destaca el Prefecto- nos hizo sentir omnipotentes, pero ante esta emergencia pandémica, incluso los países más ricos han tenido que lidiar con cosas pequeñas, como la falta de mascarillas”.

Los ancianos deben ser valorizados

El prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral se centra en la esencia misma de la comunidad, “revivida, afirma, por la presencia de alguien que puede cuidar al otro”. “Los ancianos deben ser valorados, ha dicho el papa Francisco tantas veces”, destaca, y agrega que la gratitud y la solidaridad hacia ellos nunca deben faltar. “No olvidemos otra fragilidad: existen diferentes ideologías, afirma el cardenal, que influyen en la forma de vivir la vida, que limitan los nacimientos en cierto sentido y, por lo tanto, crean situaciones en las que los ancianos siempre carecen de jóvenes que cuidan de ellos. En la mayoría de los hogares para ancianos, no son los jóvenes, digamos, quienes los cuidan, a pesar de que esto sea un deber”.

Palabras y sentimientos

Las palabras del cardenal Turkson nos instan a reflexionar sobre los términos utilizados. La casa, tratemos de imaginarla, es donde crecimos en la infancia, y ciertamente es esa pequeña parte del mundo donde construimos nuestra vida. Hay muchas personas que deciden pasar la fase final de la misma en una estructura, ya sea porque están solos o simplemente porque quieren vivir sus últimos años de forma comunitaria.

Otros, sin embargo, no tienen alternativas y, a menudo, incluso en contra de lo que eran sus deseos, viven realmente lo que difícilmente pueden llamar “casas”. Con esto no queremos disminuir el precioso y encomiable trabajo de aquellos que, en esas estructuras, dedican cada día sus energías a los ancianos. De hecho, con poca frecuencia estos operadores son las únicas (o casi) referencias, incluso a nivel emocional, para millones de hombres y mujeres en todos los rincones del mundo.

La intención, en todo caso, es abrir una reflexión más amplia sobre ser anciano en el siglo XXI. El papa Francisco lo dijo hace unos meses: “Ser anciano es un privilegio. La vejez no es una enfermedad”.

Ancianos testimonios privilegiados del amor de Dios

Los ancianos también son el presente y el futuro de la Iglesia. “La vejez no es una enfermedad, ¡es un privilegio! La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla”. Lo dijo el Papa el pasado 31 de enero, durante su encuentro con los participantes en el primer Congreso Internacional Pastoral para ancianos, centrándose en el tema “La riqueza de los años”.

Cuando uno piensa en los ancianos –observó Francisco– uno debe aprender a cambiar los tiempos de los verbos. “No solo existe el pasado, como si, para los ancianos, solo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido”. “El Señor -explicó el Papa- puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración”. Incluso los ancianos “son el presente y el futuro de la Iglesia”. “El plan de salvación de Dios, dijo nuevamente el Pontífice, se lleva a cabo también en la pobreza de los cuerpos débiles, estériles e impotentes. Del pueblo estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abraham nacieron los elegidos. Juan el Bautista nació de Isabel y el viejo Zacarías. Los ancianos, incluso cuando son débiles, pueden convertirse en un instrumento de historia de salvación”.

Pandemia y adultos mayores en el Perú

En el caso de los fallecidos, el último reporte del Minsa informó que 8.223 personas han perdido la vida en el Perú producto del coronavirus. El primer deceso de este tipo se produjo el 17 de marzo y el día con más muertes fue el 10 de junio, fecha en la que hubo 206 fallecimientos. Según estos datos, la tasa de letalidad en el Perú es de 3,19%.

Hasta el último 22 de junio de los 8.223 fallecimientos un 68,31% corresponde a adultos mayores (5.660) y el 70.84% son varones (5.825). Además, el 43,83% de las muertes ocurrieron en establecimientos del Minsa (3.604) y un 11,03% perdió la vida en un lugar diferente a un establecimiento de salud (907).

Información relacionada:
Fuentes:

Vatican News / Gestión / Rome Reports

 

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