¿A qué puede aspirar el Vaticano al extender acuerdo con China?
3:00 p.m. | 10 dic 20 (AM/RR).- La Santa Sede y China anunciaron la extensión del acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos por dos años más. Antes, en China, los asuntos de la Iglesia los decidía exclusivamente la Asociación Patriótica Católica, vinculado a su gobierno. Según un informe de America Magazine, fuentes vaticanas confirman que el Papa es consciente de las críticas que ha recibido el acuerdo por las dificultades que aún padecen muchos fieles y obispos católicos chinos, pero al mismo tiempo está convencido que el mejor camino, para obtener resultados más relevantes, es el diálogo y la confianza con las autoridades locales. El artículo explora los asuntos de la Iglesia en China que preocupan más en el Vaticano, para los que se espera tener algún avance en los próximos 24 meses.
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El 22 de octubre, la Santa Sede y China anunciaron la extensión del acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos por otros dos años. Al superar esta etapa “experimental” -expresión utilizada por el Vaticano- el acuerdo se convertirá en definitivo o se tendrá que tomar otra decisión. Mientras tanto, el Vaticano querrá ver algunos resultados concretos. Francisco, comprometido con la cultura del diálogo y el encuentro, y opuesto a la confrontación, dio luz verde a la extensión a pesar de las presiones para terminar el acuerdo. La presión externa provino de varios actores políticos internacionales, mientras que la interna surgió de sectores de la Iglesia, como es el caso del cardenal de Hong Kong, Joseph Zen.
Fuentes cercanas al Papa explicaron a America Magazine que él es consciente de las críticas al enfoque de la Santa Sede respecto de China y que sigue con atención las situaciones más preocupantes, ya que persisten medidas severas contra la religión y la represión de los derechos humanos, pero está convencido de que el camino hacia el cambio pasa por el diálogo y el fomento de la confianza con el liderazgo chino, no por la confrontación. El texto del acuerdo, firmado en septiembre de 2018 y prorrogado este octubre, permanece en secreto por consentimiento mutuo, pero, como señaló el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, se conoce gran parte de su contenido. Además, añadió, Benedicto XVI aprobó un borrador del acuerdo cuando era Papa.
Todos los obispos chinos en comunión con el Vaticano
Un artículo publicado en L’Osservatore Romano, el día en que se anunció la extensión, afirmaba que “el objetivo principal” del acuerdo sobre el nombramiento de obispos en China “es el de sostener y promover la proclamación del Evangelio en esa tierra, restaurando la unidad plena y visible de la Iglesia”. Añadió que “las motivaciones primarias” que guían a la Santa Sede en su diálogo con las autoridades chinas “son fundamentalmente de naturaleza eclesiológica y pastoral” porque la cuestión del nombramiento de obispos “es de vital importancia para la vida de la Iglesia, tanto a nivel local como universal”. Se explicó que la enseñanza del Concilio Vaticano II “sobre el papel particular del Sumo Pontífice en el Colegio Episcopal y en el nombramiento de obispos propiamente dicho, inspiró las negociaciones” y “fue un punto de referencia en la redacción del texto del acuerdo”.
Según el artículo, esto asegurará “poco a poco, a medida que las cosas avancen, tanto la unidad de la fe como la comunión entre los obispos” y así servir a la comunidad católica en China. Destacó el hecho de que gracias al acuerdo, por primera vez desde 1958, cuando tuvieron lugar las primeras ordenaciones ilícitas en China, “todos los obispos de China están en comunión con el obispo de Roma” y “no habrá más ordenaciones ilícitas”.
Desde la perspectiva del Vaticano, el mayor logro fue la aceptación por parte de Pekín de que el Obispo de Roma, el Papa, tiene la última palabra en el nombramiento de obispos en China. Antes, las autoridades chinas habían rechazado esta autoridad como una interferencia en los asuntos internos del país. Por su parte Pekín consiguió que el Vaticano aceptara el proceso de “elección democrática” de los candidatos a obispos, algo no previsto en el derecho canónico. Para Francisco, sin embargo, esa concesión fue menos problemática, dado su conocimiento de la historia de la participación de los monarcas españoles y portugueses en el nombramiento de obispos en América Latina en los siglos pasados.
Malentendidos sobre el acuerdo
Hablando en Milán en el 150º aniversario de la llegada de los primeros misioneros italianos del P.I.M.E. (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) a Henan (China), el cardenal Parolin señaló que habían surgido “malentendidos” sobre el acuerdo “porque se le atribuyeron objetivos extraños o circunstancias no relacionadas con la vida de la Iglesia católica en China, e incluso se le quería vincular con cuestiones políticas que no tienen nada que ver con el acuerdo propiamente dicho, que se refiere exclusivamente al nombramiento de obispos”. Recordó a su audiencia que el acuerdo no es sólo “un punto de llegada” después de décadas de negociación; más importante aún, es “un punto de partida” para la iglesia en China y las relaciones Sino-vaticanas.
Sin embargo, desde la firma del acuerdo, solo tres obispos han sido nombrados en China, y dos de ellos ya habían sido acordados por ambas partes mucho antes. Una fuente informada comentó que se espera que otros nombramientos episcopales se anuncien pronto. No obstante, incluso teniendo en cuenta la situación creada por la COVID-19, el retraso en la tramitación de los nombramientos hizo que algunos observadores cuestionaran la voluntad política de Pekín de aplicar su parte del acuerdo. Dado que hay más de 40 diócesis en China que ahora requieren un nuevo obispo, el Vaticano querrá ver la elección y nominación de muchos de esos obispos y su aprobación por el Papa antes de octubre de 2022, cuando termine el período experimental. Eso sería una primera verificación real del acuerdo provisional y una importante señal de la buena voluntad de Pekín.
Los problemas de los católicos en China
El Rev. Gianni Criveller es un misionero y erudito chino del P.I.M.E. que enseñó en China durante 25 años antes de asumir su actual cargo de decano de estudios en el seminario del P.I.M.E. en Monza, al norte de Italia. Tras el anuncio de la decisión del Vaticano de extender el acuerdo, escribió en la revista Mondo e Missione: “El acuerdo que se acaba de renovar entre la Santa Sede y China no es [un acuerdo de paz] entre las dos partes: no es el fin de los problemas de los católicos en China, ni aborda la libertad religiosa en China. Es un compromiso, fuertemente criticado por muchos y celebrado con excesivo entusiasmo por otros. No es una situación ventajosa para todos. Creo que el Vaticano pagó un precio más alto que Pekín. Es un acuerdo al que tal vez la Santa Sede no podría haber renunciado sin causar más dificultades a los católicos en China”.
Si bien Criveller apoya la decisión del Vaticano e informa que “los católicos chinos respetan y aman al Papa y, por lealtad, aceptan el acuerdo, aunque no tengan que aprobarlo”, sugirió que parte del “alto precio” pagado por la Santa Sede ha llevado a “un debilitamiento del papel profético de la Iglesia” porque no se está pronunciando públicamente sobre los sufrimientos de las diversas comunidades religiosas en China. Se refirió no sólo a los sufrimientos de los cristianos sino también de los budistas en el Tíbet y los musulmanes en Xinjiang, así como a la violación de los derechos humanos en Hong Kong y entre los mongoles en el norte de China. Criveller piensa que China ha ganado prestigio internacional por sus relaciones con el Vaticano y cree que la Santa Sede ahora debe tratar de obtener resultados más concretos en beneficio de los creyentes en China por su acuerdo con Pekín.
Hoy en día, hay alrededor de 100 obispos católicos en la China continental; muchos son muy antiguos, pero todos están ahora unidos al Papa debido al acuerdo. Unos 30 pertenecen a la Iglesia clandestina y se niegan a unirse a la Asociación Patriótica Católica China, por lo que no son reconocidos por las autoridades de Pekín. La situación de estos obispos se ha vuelto más difícil desde el acuerdo ya que, contrariamente a lo que Roma esperaba, las autoridades chinas lo han utilizado para presionar a los obispos y sacerdotes clandestinos para que se sometan a las políticas religiosas del estado.
La negociación posible a partir del acuerdo
Aunque el acuerdo no aborda su situación, el Vaticano querría en la fase de extensión, como asunto prioritario y urgente, llegar con Pekín a una resolución digna de su situación, que no les requiera unirse a la Asociación Patriótica. Antes de la firma del acuerdo de 2018, el papa Francisco mostró magnanimidad al regularizar la situación de siete obispos ordenados ilícitamente (más uno que había muerto) por insistencia de Pekín. Sin embargo, desde entonces Pekín no ha correspondido con ningún gesto positivo similar hacia los obispos clandestinos. El Vaticano querrá ver un movimiento en este frente ya que el asunto es central en su esfuerzo por promover la reconciliación entre las comunidades eclesiales reconocidas por el estado y las clandestinas en China.
Refiriéndose a la difícil situación de estos obispos clandestinos y dando voz al deseo de los católicos chinos, el padre Criveller dijo que le gustaría ver a las autoridades chinas “reconocer su dignidad y permitirles operar libremente sin el control de la Asociación Patriótica”. Pero los obispos católicos en China carecen de una verdadera libertad de reunión y movimiento. Como dijo un oficial del Vaticano hace algunos años, la Iglesia en China “es como un pájaro enjaulado”, y la Santa Sede está buscando “hacer la jaula más grande, para ganar más espacio”. En este contexto, el padre Criveller dijo que le gustaría ver en esta nueva fase del diálogo sinovaticano que Pekín conceda a todos los obispos chinos “la posibilidad no sólo de comunicarse libremente entre ellos y de reunirse para discutir asuntos pastorales sin la presencia de funcionarios del estado, sino también de poder visitar Roma, reunirse con funcionarios del Vaticano y el Papa, como pueden hacer los obispos de otros países”.
Eso, por supuesto, es algo que el Vaticano ha deseado desde hace mucho tiempo. En el pasado ha pedido a China que permita a la Santa Sede tener un representante en Pekín que sea el punto de contacto de Roma con los obispos chinos y con las autoridades. Pekín no ha estado abierto a esto; queda por ver si el clima más amistoso entre las dos partes puede llevar a ese nombramiento en los próximos dos años.
Hay muchas otras cuestiones sin resolver sobre las que el Vaticano querrá llegar a un acuerdo con las autoridades chinas a su debido tiempo. Entre ellas, querrá que Pekín elimine o al menos suspenda la práctica de la convocatoria de clérigos para el adoctrinamiento político y hacerlos “desaparecer” por un tiempo no especificado para este fin. Otro de los temas más preocupantes para el Vaticano y la Iglesia en China son las regulaciones que las autoridades están haciendo cumplir desde febrero de 2018 que impiden a los padres dar a sus hijos menores de 18 años cualquier instrucción religiosa o les prohíben llevar a los niños al templo o participar en cualquier evento relacionado con la religión. America Magazine ha sabido que el Vaticano ha protestado por estas restricciones y espera que Pekín regrese a parámetros más tolerantes.
Hay otros asuntos que el Vaticano querrá tratar antes de abordar el tema de las relaciones diplomáticas. No puede pasar por alto la desaparición de dos obispos mayores. Otro, es la necesidad de resolver de manera digna la situación del obispo de Shanghai, Thaddeus Ma Daquin, que fue apartado el día de su ordenación episcopal el 7 de julio de 2012 y que desde entonces ha sido privado de su libertad y de su ministerio pastoral. El cardenal Parolin dijo que es “consciente de la existencia de varios problemas relacionados con la vida de la Iglesia católica en China”, pero destacó “que es imposible afrontar todos los problemas juntos”. Sin embargo, es de esperar que el Vaticano negocie algunos de estos temas con Pekín en los próximos dos años. Antes de la firma del acuerdo provisional, China se había negado a abordar estas cuestiones, diciendo que eran asuntos para su posterior discusión.
Dos años más tarde, debería ser posible considerarlas en un mejorado clima de entendimiento y de relaciones cada vez más amistosas. El Papa Francisco espera que al construir la confianza y la amistad a través de un diálogo sincero, las relaciones entre Roma y Pekín puedan mejorar y se puedan abrir nuevas puertas, no sólo en el campo religioso sino también en relación con temas globales como la paz, el cambio climático y los derechos humanos. Los próximos dos años revelarán hasta qué punto China está dispuesta a seguir este camino con la Santa Sede.
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Fuentes:
America Magazine / Rome Reports / Foto: Time Magazine