Sobre el cuidado de personas en fase terminal de la vida

11:00 p.m. | 29 set 20 (VN/VTN).- “Iluminar a pastores y fieles en las dudas acerca de la atención médica y espiritual debida a los enfermos en las fases críticas y terminales de la vida”, con la referencia de la parábola del Buen Samaritano. Es lo que plantea el documento vaticano Samaritanus Bonus, que además proporciona pautas pastorales para “afrontar estas situaciones complejas y favorecer el encuentro personal del paciente con el Amor misericordioso de Dios”. Compartimos las 5 claves del documento propuestas por la revista Vida Nueva, con enlaces a comentarios y entrevistas.

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El documento Samaritanus Bonus fue firmado por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal español Luis F. Ladaria.

1. Hacerse cargo del prójimo

“El cuidado de la vida es la primera responsabilidad que el médico experimenta en el encuentro con el enfermo. Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo. La medicina, de hecho, que se sirve de muchas ciencias, posee también una importante dimensión de ‘arte terapéutica’ que implica una relación estrecha entre el paciente, los agentes sanitarios, familiares y miembros de las varias comunidades de pertenencia del enfermo: arte terapéutica, actos clínicos y cuidado están inseparablemente unidos en la práctica médica, sobre todo en las fases críticas y terminales de la vida”.

2. La experiencia viviente del Cristo sufriente y el anuncio de la esperanza

“Todo enfermo tiene necesidad no solo de ser escuchado, sino de comprender que el propio interlocutor ‘sabe’ que significa sentirse solo, abandonado, angustiado frente a la perspectiva de la muerte, al dolor de la carne, al sufrimiento que surge cuando la mirada de la sociedad mide su valor en términos de calidad de vida y lo hace sentir una carga para los proyectos de otras personas. Por eso, volver la mirada a Cristo significa saber que se puede recurrir a quien ha probado en su carne el dolor de la flagelación y de los clavos, la burla de los flageladores, el abandono y la traición de los amigos más queridos”.

3. El “corazón que ve” del Samaritano: la vida humana es un don sagrado e inviolable

“El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida. Por lo tanto, suprimir un enfermo que pide la eutanasia no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al contrario significa desconocer el valor de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor, y el valor de su vida, negándole cualquier otra posibilidad de relación humana, de sentido de la existencia y de crecimiento en la vida teologal. Es más, se decide al puesto de Dios el momento de la muerte”.

4. Los obstáculos culturales que oscurecen el valor sagrado de toda vida humana

“Hoy en día algunos factores limitan la capacidad de captar el valor profundo e intrínseco de toda vida humana: el primero se refiere a un uso equivoco del concepto de ‘muerte digna’ en relación con el de ‘calidad de vida’. Irrumpe aquí una perspectiva antropológica utilitarista. En virtud de este principio, la vida viene considerada digna solo si tiene un nivel aceptable de calidad, según el juicio del sujeto mismo o de un tercero, en orden a la presencia-ausencia de determinadas funciones psíquicas o físicas, o con frecuencia identificada también con la sola presencia de un malestar psicológico. Según esta perspectiva, cuando la calidad de vida parece pobre, no merece la pena prolongarla. No se reconoce que la vida humana tiene un valor por sí misma”.

“Ante un sufrimiento calificado como ‘insoportable’, se justifica el final de la vida del paciente en nombre de la ‘compasión’. Para no sufrir es mejor morir: es la llamada eutanasia ‘compasiva’. Sería compasivo ayudar al paciente a morir a través de la eutanasia o el suicidio asistido. En realidad, la compasión humana no consiste en provocar la muerte, sino en acoger al enfermo, en sostenerlo en medio de las dificultades, en ofrecerle afecto, atención y medios para aliviar el sufrimiento”.

“El tercer factor, que hace difícil reconocer el valor de la propia vida y la de los otros dentro de las relaciones intersubjetivas, es un individualismo creciente, que induce a ver a los otros como límite y amenaza de la propia libertad. En la raíz de tal actitud está un neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás”.

5. La enseñanza del Magisterio

La Congregación para la Doctrina de la Fe recuerda la enseñanza del Magisterio sobre la vida en 12 puntos:

  • La prohibición de la eutanasia y el suicidio asistido.
  • La obligación moral de evitar el ensañamiento terapéutico.
  • Los cuidados básicos: el deber de alimentación e hidratación.
  • La necesidad de desarrollar los cuidados paliativos.
  • El papel central de la familia y los hospices.
  • El acompañamiento y el cuidado en la edad prenatal y pediátrica: garantizar la calidad y el bienestar del niño y su familia.
  • Terapias analgésicas y supresión de la conciencia: es lícita la sedación como parte de los cuidados.
  • El estado vegetativo y el estado de mínima consciencia: el paciente tiene derecho a la alimentación e hidratación.
  • La objeción de conciencia por parte de los agentes sanitarios y de las instituciones sanitarias católicas: no existe el derecho al suicidio ni la eutanasia.
  • El acompañamiento pastoral y el apoyo de los sacramentos forma parte de la ruta definida por los cuidados paliativos.
  • El discernimiento pastoral hacia quien pide la eutanasia o el suicidio asistido: no hay sacramentos si no hay arrepentimiento.
  • La reforma del sistema educativo y la formación de los agentes sanitarios para poner en el centro la vida.
Cuidar de los enfermos aprendiendo lo que significa amar

La viga que sostiene Samaritanus bonus no contiene novedad: de hecho, el Magisterio ha afirmado repetidamente el no a toda forma de eutanasia o suicidio asistido, y ha explicado que la alimentación y la hidratación son apoyos vitales que deben asegurarse al enfermo.

El Magisterio también se ha expresado en contra del llamado “ensañamiento terapéutico”, porque en la inminencia de una muerte inevitable “es lícito en ciencia y en conciencia tomar la decisión de renunciar a los tratamientos que procurarían solamente una prolongación precaria y penosa de la vida”.

Samaritanus bonus, aunque nos recuerda el drama de tantos casos de noticias que se discuten en los medios de comunicación, nos ayuda a mirar los testimonios de los que sufren y los que cuidan, los muchos testimonios de amor, sacrificio, dedicación a los enfermos terminales o a las personas con falta persistente de consciencia, asistidos por madres, padres, hijos, nietos. Son experiencias vividas diariamente en silencio, a menudo en medio de mil dificultades (leer aquí el artículo completo).

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Fuentes:

Vida Nueva / Vatican News

 

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