Para evaluar la reforma de la curia que proyecta Francisco
8:00 p m| 5 jun 19 (RNS/NCR).- Los cardenales que votaron en el cónclave para elegir a Francisco lo hicieron con la esperanza de que pudiera replantear una curia vaticana plagada de escándalos y la hiciera más sensible a las preocupaciones de la Iglesia universal. Seis años después, sus propuestas de reforma de la curia se harán oficiales a fines de este mes.
El jesuita Thomas Reese explora las posibilidades de esta reforma en dos artículos. En el primero, plantea tres preguntas para poder evaluar el efecto de los probables cambios en las estructuras eclesiásticas. En el segundo, resalta la importancia de no quedarse en cambios de nombres y funciones de oficinas en el papel, y más bien replicar prácticas de organizaciones actuales y eficientes, en la gestión vaticana.
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Tres preguntas para evaluar una reforma
La reforma de la curia vaticana ha sido un tema constante desde que terminó el Concilio Vaticano II en 1965. Ha sido acusada de ser ineficiente, bizantina, dictatorial y ajena a las necesidades de los católicos comunes. Además, ha estado plagada de escándalos financieros y sexuales.
Los Papas han puesto en marcha reformas, pero éstas han tenido poco impacto. Pablo VI fue el que más hizo en los años posteriores al Vaticano II, al reglamentar que los directores de las oficinas de la curia presenten sus dimisiones a los 75 años y que los obispos y cardenales abandonen las congregaciones (comités de cardenales y obispos que supervisan el trabajo de las oficinas del Vaticano) cuando llegan a los 80 años.
También creó nuevas oficinas, en respuesta a las prioridades debatidas en el Concilio, para el diálogo con otras iglesias cristianas y con otras religiones. Creó otra oficina para centrarse en cuestiones de justicia y paz. Más tarde, los papas añadieron otras para ocuparse de sus proyectos favoritos.
Pero en medio de esta innovación, los órganos existentes no sufrieron cambios sustanciales. Incluso se originaron tensiones entre los antiguos oficios y los nuevos, como cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para la Evangelización de los Pueblos reprendieron a los que se dedicaban al diálogo ecuménico e interreligioso.
Francisco hizo algunos cambios iniciales en la Curia cuando se convirtió en Papa, fusionando algunas de las oficinas posteriores al Vaticano II para que menos gente dependiera directamente de él. También combinó las diversas instancias de medios de comunicación, pero debido al liderazgo ineficaz, la fusión provocó el caos en las comunicaciones del Vaticano.
Quizás su mayor impacto ha sido en la “cultura” de la curia, antes que en su estructura. Su constante énfasis en el servicio y la escucha ha cambiado la forma en que los funcionarios de la curia interactúan con los obispos visitantes. En el pasado, en las reuniones entre obispos y funcionarios de la curia, estos últimos se tomaban 55 de los 60 minutos que duraba el encuentro para aconsejar al episcopado. Ahora se dedica más tiempo a escuchar las preocupaciones de los obispos.
Sin embargo, las nuevas propuestas se presentan como una reforma integral de las estructuras eclesiásticas. He aquí tres preguntas para evaluar estas reformas:
-Con la reforma, ¿el Vaticano pasa de ser un tribunal a tener una labor de servicio civil?
El Vaticano todavía está organizado como una corte real del siglo XVIII donde príncipes (cardenales) y nobles (obispos) ayudan al rey (papa) a gobernar la nación (Iglesia). El problema con tal estructura es que no se puede despedir a los príncipes y nobles cuando son incompetentes. La Iglesia necesita un servicio civil competente, no un tribunal.
He argumentado en el pasado que los funcionarios de la Curia no deben ser obispos ni cardenales, porque crea la impresión de que son mandos intermedios entre los obispos y el Papa. Más bien, deben ser sacerdotes y laicos, con experiencia en su área de responsabilidad. Como tal, estaría claro que no son parte del magisterio. Más bien, son servidores del papa y del colegio de obispos. Son colaboradores, no gobernantes.
-¿La reforma fomenta la descentralización?
¿Qué decisiones que se toman actualmente en el Vaticano se tomarán ahora a nivel diocesano o de episcopado? Por ejemplo, hace más de dos décadas, las conferencias episcopales de habla inglesa desarrollaron una muy buena traducción de la liturgia, que fue vetada por Roma. El Vaticano obligó entonces a los obispos a aceptar la terrible traducción que tenemos hoy. Si el Vaticano no renuncia a su dominio sobre este tipo de toma de decisiones, las nuevas reformas carecerán de sentido. Si cada decisión importante debe ser revisada por Roma, entonces las cosas no han cambiado.
En el pasado, los llamados progresistas han presionado por la descentralización y los tradicionalistas han promovido el poder papal. ¿Cambiará esto ahora que los progresistas armonizan con el Papa y los tradicionalistas cuestionan su política?
-¿La reforma conduce al Vaticano a separar los poderes ejecutivo, legislativo y judicial?
Debido a que el Vaticano está basado en una monarquía absoluta, no hay separación de poderes. Hoy en día, los órganos de la curia hacen las reglas, vigilan las reglas y juzgan a los que las violan. Una separación de poderes significaría dar más autoridad al sínodo de los obispos, haciéndolo más parecido a una verdadera legislatura. Tal vez el sínodo podría tener comités permanentes que reemplazarían a los comités de cardenales que componen las congregaciones del Vaticano.
El Vaticano también necesita una instancia de justicia separada para investigar y procesar los crímenes canónicos, ya sean sexuales, financieros o de otro tipo. El acusado debe ser juzgado ante un poder judicial independiente.
Mi impresión es, desafortunadamente, que las respuestas a todas mis preguntas serán “no”. Aunque amo a Francisco, me parece que quedaré decepcionado por sus propuestas de reforma. Francisco es un pastor, no un experto en administración. Además, hay fuertes opositores a la reforma en la curia. Habrán algunas movidas en el organigrama, pero no cambiarán mucho las cosas.
Por último, todos los que proponemos reformas debemos hacerlo con humildad. Las ciencias sociales y la experiencia nos advierten de que toda reforma tiene consecuencias imprevistas. Es por eso que la Iglesia ha tendido a salir adelante con cambios incrementales en lugar de con una verdadera revolución. Por otro lado, el cambio gradual no se ocupará de los problemas que enfrenta la Iglesia hoy en día. Se necesita más.
Si lo filtrado sobre la reforma es real, sería una decepción
Si hay algo de verdad en las filtraciones sobre la próxima propuesta para reformar la Curia, va a ser una decepción y un desastre. Un borrador de la propuesta, que se espera se oficialice a finales de junio, llegó a manos del semanario español Vida Nueva, y como el Vaticano no ha desmentido lo comentado en la revista, el Catholic News Service y otros reporteros del Vaticano lo están tomando en serio.
Hay cosas positivas en el informe de Vida Nueva sobre la propuesta, que se titula “Praedicate evangelium” (“Predica el Evangelio”). El documento subraya que la Curia está al servicio del colegio de obispos, no solo del Papa. Es un intento de impedir que la Curia se vea a sí misma como un poder-intermediario entre el Papa y los obispos.
El trabajo de la Curia como servicio es un punto que el Papa ha señalado con énfasis en sus discursos al personal en el Vaticano. Francisco se ha dado cuenta que esto requerirá un cambio en el pensamiento, un cambio en la cultura de la Curia. Es bueno que el servicio se enfatice en “Praedicate evangelium”, pero ponerlo por escrito no hará que suceda.
La visión de Francisco sobre la Curia también está representada cuando el supuesto borrador denomina a la Curia como instrumento de evangelización. La evangelización está en el corazón de lo que es la Iglesia bajo Francisco.
Por muy hermoso que suene, esto no funcionará. Intentarlo es una tontería. En general, las oficinas centrales no venden productos, gestionan el trabajo de campo de personas, quienes venden los productos. Del mismo modo, la Curia, que es una burocracia, no es un instrumento de evangelización. Debe apoyar a otros en su trabajo de evangelización.
Este envoltorio bajo el mantra de la evangelización me recuerda a los años ochenta, cuando la mayoría de las diócesis de los Estados Unidos rebautizaron sus oficinas como “centros pastorales”. El cambio de nombre no los hizo pastorales. Siguieron haciendo exactamente lo mismo que antes.
El supuesto proyecto crea un nuevo dicasterio u oficina para la evangelización al combinar la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo para la Nueva Evangelización. Subordinada a ella estará la Congregación para la Doctrina de la Fe.
En la Iglesia católica, cuando se oye que dos entidades se van a fusionar, la mitad de las veces lo que realmente está sucediendo es que una de ellas desaparecerá. Esto sucede con las parroquias todo el tiempo. Mi suposición es que esto es lo que está pasando con el Consejo para la Nueva Evangelización. Tal vez esto también le podría suceder a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que era un guardián doctrinal bajo los papados anteriores.
Más importante aún, quienquiera que combine estos oficios parece no saber lo que realmente hace la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Su tarea principal es la selección de obispos para África y Asia y otros territorios de misión. Tiene más en común con la Congregación para los Obispos que con el Consejo para la Nueva Evangelización o la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El plan descrito en Vida Nueva tampoco entiende las prácticas de gestión contemporáneas. Muchos se ponen nerviosos ante la idea de que la Iglesia podría aprender cualquier cosa de las corporaciones multinacionales contemporáneas, pero cualquiera que haya estudiado la historia de la Curia Romana sabe que ha tomado ideas prestadas del mundo secular, incluyendo el Imperio Romano, la cancillería francesa del siglo XIV, las cortes reales y las monarquías absolutas. Entonces, ¿por qué no aprender de las entidades internacionales contemporáneas?
Permítanme esbozar un plan de reforma alternativo que intenta aprender de las corporaciones modernas. Primero, mantener y fortalecer la Secretaría de Economía (finanzas). Darle autoridad real para imponer prácticas contables y comerciales contemporáneas a las entidades del Vaticano. La desobediencia debería hacer que despidan a la gente. Darle el control sobre todo el dinero y las inversiones, incluidas las de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
En segundo lugar, crear una oficina de recursos humanos. Bajo su control estaría todo lo relacionado con la selección, la capacitación, la formación continua y la línea de carrera de cualquier persona en el ministerio de la Iglesia. Esto incluiría las normas para la selección de candidatos, para dirigir seminarios y para la selección de obispos. Se incluirían aquí tanto los ministros clérigos como los laicos, y también los religiosos.
Una vez que el personal y las finanzas estén bajo control, el Vaticano tendrá que decidir si quiere organizar la Curia en torno a regiones geográficas o líneas de productos. La Curia actualmente está organizada en ambos sentidos y probablemente lo seguirá estando, pero si se estableciera una prioridad, puede hacer una diferencia.
En una organización basada en la geografía, cada continente podría tener su propia oficina para tratar con las conferencias episcopales nacionales de sus países. Las oficinas continentales tendrían la autoridad para conceder excepciones a las leyes generales y permitir la experimentación en las iglesias locales. Esto alentaría la “subsidiariedad y la inculturación” -palabras que la Iglesia usa para describir la descentralización y la adaptación a las condiciones locales.
Actualmente, la Iglesia está dividida geográficamente por la Congregación para las Iglesias Orientales, responsable de las iglesias orientales (sobre todo de Oriente Medio y partes de India y Europa Oriental), la Congregación para la Evangelización de los Pueblos que se ocupan de los territorios de misión (sobre todo de África y Asia), y el resto (Europa y América), supervisada por la Congregación para los Obispos.
Aunque estos órganos tienen un gran control sobre el nombramiento de los obispos, se les da poco margen de acción para modificar las tres líneas de productos de la Iglesia, que serviría para adaptarlos a las condiciones locales. ¿Cuáles son las líneas de productos de la Iglesia? Palabra, sacramentos y caridad.
En el pasado, los dos primeros fueron controlados por la Congregación para la Doctrina de la Fe y por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La CDF tenía la última palabra sobre todo lo relacionado con la doctrina, la enseñanza y los teólogos. También supervisó cuidadosamente los diálogos ecuménicos e interreligiosos. Cuando se trataba de la Palabra, era suprema.
El Culto Divino controlaba la celebración de la Eucaristía y otros sacramentos, incluyendo textos, rituales y traducciones. Estas oficinas permitían poca adaptación del culto y la enseñanza para responder a las diferentes condiciones culturales y religiosas. La uniformidad en los productos fue valorada por encima de la adaptación a las preferencias del cliente.
Caridad, la tercera línea de productos, está presente en varias oficinas del Vaticano, entre ellas la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Propaganda Fide) y el Consejo Cor Unum. Pero el Vaticano tiene poco control sobre lo que estaba sucediendo en las organizaciones benéficas católicas locales, que es probablemente la razón por la que se está haciendo tanto bien a nivel local.
Por último, lo que falta en todo esto es una oficina de investigación y desarrollo. La innovación no sería necesaria si todo el mundo escuchara a la jerarquía eclesiástica con la respiración contenida, si todas nuestras celebraciones eucarísticas estuvieran al máximo de capacidad y si las necesidades de los pobres estuvieran satisfechas. Si vives en el mundo real, sabes que nuestros productos del siglo XIII no se venden. Es hora de ser creativo.
También podría haber una oficina de vínculos y diálogo con funcionarios del gobierno y líderes de otras iglesias y religiones. Y con todos los problemas en la iglesia, hay una necesidad de un departamento de justicia para investigar y procesar los abusos financieros y sexuales por parte de obispos, sacerdotes y otros.
Muchos de mis amigos liberales piensan que la manera de reformar la Curia es aumentando el papel de los laicos, especialmente de las mujeres. Pero, ¿qué laicos, qué mujeres? Hay muchos laicos, incluyendo mujeres, que trabajan en oficinas eclesiásticas con perfil conservador en todo el país. A veces son peores que los clérigos.
No me impresionan las reformas descritas en las filtraciones. La única esperanza es que la curia alcance un tremendo estatus de caos, para que en algún momento en el futuro pueda haber una verdadera reforma.
Fuentes:
Religion News Service / National Catholic Reporter