Empieza el proceso de beatificación del padre Pedro Arrupe
2:00 p m| 19 feb 19 (SJ/VATN).- El 5 de febrero, día en que se cumplieron 28 años de la muerte del P. Pedro Arrupe Gondra (1907-1991), 28º Superior General de la Compañía de Jesús, se celebró en Roma el inicio de su proceso de Beatificación. Antes, en noviembre del 2018 mientras se recordaba su 111 aniversario de nacimiento, se anunció este procedimiento para un hombre que en tiempos difíciles se identificó plenamente con el Concilio Vaticano II y lideró la renovación conciliar dentro de la Compañía de Jesús.
Durante el evento, realizado en la “Sala de la Reconciliación” del Palacio Apostólico de Letrán, se contaron con intervenciones del Cardenal De Donatis y del postulador de la causa, Pascual Cebollada SJ, quienes definieron al P. Arrupe como un “verdadero hombre de Iglesia” que sentía la misión de “integrar los mejores valores de tradición, con los necesarios para adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos”.
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La sesión de apertura para el inicio de la investigación diocesana sobre la vida, las virtudes heroicas, la fama de santidad y los signos del Siervo de Dios Pedro Arrupe Gondra, jesuita, 28° Superior General de la Compañía de Jesús; tuvo lugar el 5 de febrero de 2019, a las cuatro de la tarde hora local de Roma, en la Sala de la Reconciliación establecida para el Tribunal del Palacio Apostólico Lateranenses.
La ceremonia fue presidida por el Cardenal Vicario Angelo De Donatis. Participaron el delegado episcopal, Mons. Slawomir Oder; el promotor de justicia, Mons. Giuseppe D’Alonzo; el notario actuario, Dr. Marcello Terramani; y el notario asistente, Sr. Francesco Allegrini; así como el postulador de la causa el padre Pascual Cebollada, jesuita.
-Palabras del Card. De Donatis
En su discurso con ocasión del proceso de apertura, el Card. De Donatis resaltó algunas características de los valores eclesiales y la fama de santidad que marcaron la vida y obra del padre Arrupe, a quien definió como “un verdadero hombre de Iglesia, una Iglesia que en 1965, había concluido el Concilio Ecuménico Vaticano II y trataba de ponerlo en práctica”.
“En este período, a menudo turbado, demostró en todo momento su profunda pertenencia a la Iglesia y su deseo ferviente, humilde y firme de obedecer a la Santa Sede y al Santo Padre (Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II). Intentó integrar los mejores valores de la tradición con los necesarios para adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos, y siempre quiso dirigir la Compañía de Jesús con entusiasmo según las directrices del Vaticano II. Por eso, el P. Kolvenbach hablaba de él como de un profeta de la renovación del Concilio”, añadió De Donatis.
Por otra parte, el purpurado señaló que esta renovación “ha tocado profundamente la vida de los jesuitas, y ha tenido consecuencias en los Institutos de Vida Religiosa y Consagrada, especialmente en la comprensión actualizada de la consagración y los votos, la vida comunitaria, la misión y la vida espiritual; ya que el sacerdote jesuita acompañó a muchos de ellos en su ministerio y propuso cursos de ejercicios y conferencias sobre la vocación sacerdotal: “Animó a los laicos a asumir sus responsabilidades tanto en las escuelas de la Sociedad como en asociaciones internacionales como las Comunidades de Vida Cristiana o el Apostolado de la Oración; hoy Red Mundial de la Oración del Papa”.
Otro rasgo característico de la personalidad del sacerdote jesuita que destacó el Cardenal Vicario fue el de su espíritu misionero: “La fama de santidad, que el Siervo de Dios ya gozaba en la vida, se ha extendido y se sigue extendiendo cada día más después de su muerte. Arrupe tiene una multitud de devotos no sólo en Roma, donde murió, sino también en otros países, donde su ejemplo ha permanecido presente y la Compañía de Jesús está muy extendida”.
ENLACE: Postulador de los Jesuitas: P. Arrupe, un modelo de vida evangélica
“Muchos jesuitas -desde el noviciado- y no jesuitas se alimentan espiritualmente de sus escritos. Una veintena de cartas postulatorias, solicitadas y recibidas de todo el mundo, dan fe de esta reputación. Su figura sigue siendo admirada y venerada, y muchos confían en su intercesión”.
“Un ejemplo de su memoria, legado y continuación de su reputación de santidad, es el número -varios cientos – de comunidades, casas, obras apostólicas y programas en todo el mundo que llevan su nombre. Dan testimonio del reconocimiento de las notables virtudes de este extraordinario cristiano”, concluyó De Donatis.
Arrupe y su sueño misionero
Vatican News compartió un video con algunas imágenes de los momentos más destacados de la historia del padre Pedro Arrupe, nacido en Bilbao en 1907 y fallecido en Roma, en 1991. Realizados los estudios de filosofía en Oña (Burgos) y luego en Marnesse (Bélgica), Pedro Arrupe estudió teología y psiquiatría en Valenburg (Holanda), donde fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1936. Al año siguiente se trasladó a Estados Unidos, donde profundizó sus estudios teológicos y desarrolló su apostolado en favor de inmigrantes españoles y sudamericanos.
En 1938 puso en práctica su sueño de ser misionero en Japón, alternando su apostolado con clases de español en la Universidad de Vamaguchi, y con el desempeño de diversos cargos en el interior de la Compañía: maestro de novicios, procurador de la Misión y primer provincial de los jesuitas en Japón cuando la Misión pasó a ser Provincia. Gracias a su talento organizativo, dio un gran empuje al crecimiento de la Compañía durante su gobierno, así como a la Universidad de Sophia que los jesuitas tienen en Tokio.
Siendo maestro de novicios en Nagartsuka, pueblo cercano a Hiroshima, fue testigo del terrible punto final de la II Guerra Mundial: la explosión de la primera bomba atómica, experiencia que recogió en su libro Yo viví la bomba atómica. En 1950 fue llamado a Roma para informar a Pío II sobre la marcha de la Misión; el papa le delegó entonces para visitar en su nombre algunos países como España, Portugal, Estados Unidos y Cuba.
Asimismo, en 1965 fue elegido general de la Compañía de Jesús, en sustitución del belga Jean Baptiste Janssens. En calidad de General de los jesuitas, tomó parte de las sesiones del Concilio Vaticano II, siempre al lado de los sectores más progresistas. Su propuesta de acercamiento a las clases pobres y desheredadas del Tercer Mundo encontró buena acogida por parte del papa Pablo VI.
ENLACES: Sobre el P. Arrupe – Dossier / Cronología (Bio)
Con Arrupe a la cabeza, la Compañía adoptó una posición de compromiso social ampliamente correspondida por sus miembros, especialmente en Filipinas, América Central y Brasil, y acogió abiertamente la Teología de la Liberación. Un símbolo de este compromiso por los pobres fue el hecho de abrir para las clases desposeídas los colegios que hasta entonces habían estado destinados a las clases más ricas.
Llegó la hora de Pedro Arrupe (Pedro Miguel Lamet SJ – Escritor, periodista, biógrafo del P. Arrupe)
Finalmente ha llegado “la hora” de Pedro Arrupe. El 5 de febrero, aniversario de su muerte, se abrió el proceso en San Juan de Letrán, un primer paso hacia los altares, donde ya lo teníamos muchos situado como verdadero santo.
No puedo olvidar los veinte días que pasé a su lado en el verano 1983, después de la trombosis que en 1981 le enclaustrara entre las cuatro paredes blancas de su cuarto de enfermería. Se le había vuelto a parar el reloj, como el 6 de agosto de 1945, el fatídico día de la bomba atómica de Hiroshima. Desde entonces estaba situado entre el tiempo y la eternidad. Era un hombre que había visto claro, un hombre de fe liberado por dentro. En los próximos días publicaré en este blog, por entregas, mi diario de aquellos días.
En la vida de Pedro, nacido en Bilbao el 4 de noviembre de 1907, hay una serie de kairoi (momentos de salvación), que se proyectan en una magnífica personalidad apasionada. Durante la infancia fueron la pérdida de sus padres, el contacto con la injusticia en el Madrid de sus estudios de medicina y el viaje a Lourdes. Cuando decide hacerse jesuita, la supresión de la Compañía en la República y su destierro a Bélgica le catapultan a ciudadano del mundo, un corazón universal, que le convertirá en profeta de la globalización.
Japón, sus experiencias de cárcel, la bomba atómica, su contacto con la cultura nipona (inculturación) y su espíritu incasable de hombre de diálogo formarán al nuevo general de la Compañía de Jesús (1962) en pleno Concilio Vaticano II, un espíritu osado, rompedor, creativo, que de alguna manera relee a Ignacio de Loyola para el mundo de hoy.
Sus ideas contra el racismo, su reforma del ideario educativo, su lucha contra la injusticia social y el ateismo, su apertura, le convertirán sin pretenderlo en un personaje conflictivo. Pero era un hombre santo, que había hecho un voto extra de perfección, enamorado de Jesús de Nazaret hasta el extremo de llegar a elegir a algunos de sus “enemigos” para cargos de responsabilidad, que acabarían traicionándole.
La comparación de las teologías de Arrupe y Juan Pablo II arroja luz para comprender la incomunicación de dos hombres de Dios, que conducirá a Pedro a la kénosis, el vaciamiento interior de nueve años de enfermedad, vividos de forma heroica. He rescatado el diario de su enfermero, el hermano Bandera, que demuestra el día a día de esta aceptación de la voluntad de Dios en medio de la noche oscura.
Optimista, sencillo, simpático, magnético, valiente y entregado, se adelantó en temas que hoy se aceptan como irrenunciables. Su vida y su mensaje se resume en sus últimas palabras, un programa actual para todos: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”.
ENLACE: P. Arrupe, testigo del siglo XX, profeta del XXI / Profeta de la renovación conciliar (Lamet / Kolvenbach)
Arrupe (Jesuitas – España)
Aunque hoy pensemos que vivimos tiempos de grandes transformaciones, las décadas centrales del siglo XX conllevaron convulsiones mucho mayores en la sociedad y en la Iglesia. Esa fue la experiencia vital de la generación de Pedro Arrupe, que se debatía entre quienes querían cambiarlo todo y quienes luchaban porque nada cambiara.
En ese contexto, el de Arrupe es un liderazgo inclasificable, porque aúna, como todo buen reformador, el retorno a las fuentes antiguas con la adaptación a los nuevos tiempos. Por ello se equivocan quienes buscan encasillar a Arrupe con etiquetas propias de corrientes, ideologías o sectores sociales. Su complejidad y hondura casan mal con las visiones de trinchera a las que nos tienen acostumbrados.
La labor de Arrupe está animada por una profunda experiencia mística de encuentro con Cristo, que lo impulsa a revitalizar desde dentro cada realidad: la vida religiosa, convencido de su necesidad en los nuevos tiempos; la educación, por un nuevo humanismo centrado en formar “personas para los demás”; la forma de gobierno de la Compañía, implicando a Provinciales y superiores locales; y, sobre todo, la misión de la Compañía fundada por San Ignacio, que a partir de su generalato asumirá el indivisible vínculo entre el servicio de la fe y la lucha contra las injusticias que asolan el mundo.
Arrupe fue un visionario adelantado a su tiempo, pero guiaba a la Compañía según el rumbo marcado por el Concilio Vaticano II en documentos como la constitución Gaudium et Spes. Son bien conocidas las dificultades que Arrupe sufrió en el seno de la Iglesia. Sus tomas de postura apostólicas no fueron siempre bien entendidas, y él mismo no dudo en reconocer equivocaciones.
Pero es en este punto donde probablemente el testimonio de Arrupe resulte más difícil de encasillar desde parámetros ajenos. La relación entre Arrupe y la Iglesia está marcada por una devoción muy personal y muy honda a la Iglesia y a los Papas, en fidelidad al carisma y ejemplo de San Ignacio.
Había en Arrupe, ante todo, un gran amor a la Iglesia que supera todas las dificultades. Hay que “sentir” afecto por la Iglesia, con todo lo que supone el “sentir” ignaciano: “un conocimiento impregnado de afecto, fruto de experiencia espiritual, que compromete a todo el hombre” (Conferencia Servir solo al Señor y a la Iglesia).
Esta renovada fidelidad a la tradición, entendida como forma de abrirse al mundo, para servir con celo y humildad a la misión salvadora de la Iglesia, desde el conocimiento inequívoco de todo el bien que ha hecho y hace en el mundo, puede ser hoy, en tiempos de desconcierto, una valiosa referencia. Y el inicio del proceso de beatificación es una hermosa ocasión para proclamarla.
Frases que lo retratan
- “Yo creo que la divisa del jesuita hoy día es ‘Amén y Aleluya’. Amén, porque su vida es hacer la voluntad de Dios y Aleluya, porque eso le hace feliz”.
- “Soy un pobre hombre que procura estropear lo menos posible la obra de Dios”.
- “Señor: quisiera conocerte como eres. Tu imagen sobre mí bastará para cambiarme”.
- “Para mí Dios es todo. Es lo que llena completamente mi vida y que me aparece en la fisonomía de Jesucristo, en el Jesucristo oculto en la Eucaristía, y después en mis hermanos los hombres, que son imagen de Dios”.
- “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros”.
- “Hay unos que mueren por inanición y otros por exceso de colesterol. El hambre es la hija natural de la injusticia, una injusticia que los países ricos pueden evitar. Pero digámoslo claramente: No quieren”.
Enlaces relacionados:
- Web del memorial del P. Pedro Arrupe
- Sainthood cause opens for most controversial Jesuit of last half-century
- El Padre Arrupe. Recuerdos y reflexiones sobre “fe y justicia”
Fuentes:
Religión Digital / Jesuitas – España / Vatican News / Curia SJ Global