Sacerdotes “villeros” y obispos: por una Iglesia cercana a los pobres

1:00 p m| 8 dic 17 (LN/TDA/BV).- Francisco no se olvida de las villas argentinas (barrios marginales). Queda demostrado en los nombramientos como obispos auxiliares de Buenos Aires y Lomas de Zamora de dos sacerdotes “villeros”, Gustavo Óscar Carrara y Jorge Ignacio García Cuerva. Ambos son párrocos de realidades marginales en la capital argentina: el primero de Santa María del Pueblo, el segundo de villa La Cava, en la localidad de San Isidro. Con estos nombramientos el Papa acelera la renovación del episcopado argentino, que ya vivió otro momento igualmente fuerte y explícito con la reciente elección de Oscar Ojea como presidente de la Conferencia Episcopal, anterior presidente de Caritas y ex Delegado de Pastoral Social.

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El Papa formalizó las designaciones -inéditas en su pontificado- un día después de celebrar la Jornada Mundial de los Pobres, en la que almorzó con 1500 inmigrantes y gente sin techo y afirmó que “ayudar a los pobres es el pasaporte al paraíso”. En las villas porteñas y de San Isidro, entre otras, también se dieron encuentros comunitarios para priorizar el vínculo con los pobres.

Las designaciones de Carrara y de García Cuerva, quienes como todos los sacerdotes villeros se identifican con el legado del padre Carlos Mugica, acentuarán el carácter más social que adoptó el Episcopado hace dos semanas, al elegir como nuevo presidente al obispo de San Isidro, Oscar Ojea, quien tiene un trato cercano con ambos.

La decisión de Francisco apunta a jerarquizar el trabajo de los sacerdotes de las villas de emergencia, una línea pastoral a la que el entonces cardenal Jorge Bergoglio le dio prioridad durante su tarea como arzobispo de Buenos Aires.

En sintonía con los sacerdotes que ejercen su ministerio pastoral en las villas porteñas y del Gran Buenos Aires, García Cuerva y Carrara promovieron en los últimos años distintas acciones de asistencia y promoción humana en favor de las comunidades y rescatan la identidad cultural y los valores que se mantienen en muchos barrios vulnerables.

Denunciaron reiteradamente las situaciones de emergencia habitacional y las postergaciones en materia de salud, educación y acceso al trabajo que padecen las familias que habitan en estos conglomerados y señalaron muchas veces la necesidad de promover una integración efectiva de los barrios de emergencia con el tejido urbano. Prefieren hablar de “urbanización” y no de “erradicación de las villas”.

Una de las principales preocupaciones de los sacerdotes villeros es el avance de la droga y el negocio del narcotráfico, principalmente en los barrios carenciados. En 2009, los sacerdotes de los barrios de emergencia formalizaron esa preocupación en el documento “La droga en las villas: despenalizada de hecho”. Fue presentado por el padre Pepe Di Paola, quien luego recibió una grave amenaza.

García Cuerva, de 49 años, fue ordenado sacerdote, en la Catedral de San Isidro, se recibió de abogado por la Universidad Católica de Salta. Su primer destino como sacerdote, en 1997, fue la parroquia de La Cava, donde luego fue párroco. Fue vicepresidente de Cáritas San Isidro y desde hace cuatro años integra en el Episcopado la Comisión Nacional sobre la Drogadependencia. Trabajó mucho tiempo en la pastoral penitenciaria, donde varias veces advirtió sobre las deficiencias de las condiciones carcelarias. Ahora acompañará en la Diócesis de Lomas de Zamora al jesuita Lugones, flamante presidente de la Comisión de Pastoral Social del Episcopado.

Gustavo Carrara, de 44 años, fue designado en 2011 vicario para las villas de emergencia de la ciudad. De perfil bajo, fue ordenado sacerdote en 1998 por el cardenal Jorge Bergoglio y realizó trabajos pastorales en la parroquia Nuestra Señora de Luján de los Patriotas, en Mataderos, en el santuario San Cayetano, de Liniers, en la iglesia Inmaculada Concepción, de Belgrano. Párroco en Villa Soldati, desde 2009 Carrara se desempeña en Santa María, Madre del Pueblo, en la villa de emergencia 1-11-14 del Bajo Flores, frente al estadio de San Lorenzo, donde conviven más de 45.000 personas.

 

Comentarios de los nuevos obispos

Gustavo Carrara es uno de los sacerdotes villeros más cercanos a Bergoglio desde que era párroco en la villa de emergencia 1-11-14, en una zona de la Capital denominada Bajo Flores. Él mismo lo ordenó sacerdote en 1998. Carrara cura las “heridas” de sus parroquianos desde abajo, y eso es lo que le gusta a Bergoglio. Su parroquia se extiende cerca del estadio “Pedro Bidegain”, del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, el que Bergoglio lleva en el corazón desde que era joven.

La villa de donde proviene la mayoría de los parroquianos es el resultado de la fusión de tres zonas marginales: Bajo Flores, 9 de Julio y 25 de Mayo, a las cuales se asignaron después los burocráticos números 1, 11 y 14. Originariamente estaban construidas en terrenos bajos que se inundaban con facilidad –como sigue ocurriendo hasta el día de hoy–, donde los camiones descargaban basura y escombros. Como ocurrió con la mayoría de los conglomerados urbanos que crecieron a impulso de la emigración de las provincias del interior hacia las capitales, esas villas se poblaron en los años 40 debido a la crisis económica argentina y mundial de 1930, que desplazó también a paraguayos, bolivianos y peruanos a través de la frontera.

Es la villa miseria más grande de Buenos Aires, con una población de 30000 habitantes, en su mayoría recolectores de cartón, vagabundos, mano de obra no especializada de la construcción, mujeres de servicio doméstico, enfermeros, desocupados y pequeños comerciantes de barrio. Algunos viven allí desde hace más de veinte años y guardan la memoria de un año que marca un antes y un después: 1976. Ese año los camiones trasladaron a la mayoría de los ocupantes al Gran Buenos Aires, las topadoras demolieron todo y llegó la noche y el miedo. Por eso los habitantes hoy hablan de “primera villa” y “segunda villa”, para distinguir la que nació después de 1984, cuando la gente volvió al lugar del que había sido expulsada.

“En el corazón del Papa están las periferias geográficas y existenciales y, por consiguiente, están las villas”, afirmó el nuevo prelado que, al momento de su nombramiento realizaba su trabajo pastoral como párroco de Santa María Madre del Pueblo y vicario episcopal para las villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires. “El nombramiento de dos sacerdotes de estos barrios creo que es el reconocimiento, en primer lugar, a estos lugares y, también, a una pastoral que lleva acompañando la vida de estos barrios por casi cincuenta años. Así lo interpreto yo”, expresó el nuevo obispo.

Gustavo Carrara, tiene estudios en teología y 20 años de villa miseria, y cuenta que Bergoglio fue siempre un aliado: “Se alegraba de que en algunas situaciones, como en las parroquias de las villas, la Iglesia fuera lo que hoy llama ‘hospital de campaña’, donde alguien se ocupa de la fragilidad del pueblo. Recuerdo haberlo oído hablar de un obispo que para él era un ejemplo, San Toribio de Mongrovejo, que pasaba poco tiempo en su sede arzobispal y transcurrió la mayor parte de su ministerio episcopal recorriendo a lo largo y a lo ancho la extensísima diócesis que tenía a su cargo”.

Carrara cita una anécdota de Bergoglio que considera representativa de su manera de entender la parroquia en la villa como hospital de campaña. “Recuerdo cuando nos propusimos empezar a trabajar con los chicos de la calle que se drogaban. Era el mes de septiembre de 2010. Estábamos buscando un lugar en el barrio Charrúa donde pudiéramos concentrar diversas actividades e comenzar a construir la casa de acogida para ellos. Por eso, cuando caminábamos por la villa prestábamos atención a los inmuebles que podían servirnos, y un día notamos una fábrica de productos electrónicos que habían puesto en venta. Acordamos un encuentro con el propietario, le expliqué qué queríamos hacer y que la construcción nos parecía apropiada. Después él nos dijo cuánto pedía. Me pareció inaccesible, pero para no cerrar las puertas en ese momento, le pedí tiempo y le dije que en diciembre le daría una respuesta. Al día siguiente llamé a monseñor Bergoglio. Le conté sobre la fábrica, le dije que me parecía apropiada, que podíamos trasladar allí algunos talleres y que la planta baja podía servir para empezar a trabajar con los chicos de la calle de los que le había hablado. Esa misma semana me llamó y me dijo que había encontrado el dinero para comprar el edificio”.

El 27 de marzo de 2011 Bergoglio mismo inauguró el nuevo centro, donde hoy se imparten cursos de electricidad, soldadura, carpintería, costura y diseño, y se reciben y alojan toxicodependientes que quieren dejar el consumo de drogas. “Aquí pueden aprender un oficio, dejar la droga y construir sus vidas sobre una roca sólida”, dijo Bergoglio durante la inauguración. “Porque de la droga se puede salir y el trabajo da la fuerza y la dignidad para salir de ella”.

Ayuda para salir de las garras de la droga y prevención son los dos ejes del trabajo de Carrara. “Para nosotros prevención es que la gente tenga oportunidades concretas de vivir bien. Por eso apuntamos a los centros para la primera infancia, a las guarderías para niños, a las escuelas primarias y secundarias, a los clubes de barrio, a todo lo que puede formar líderes positivos. Si vivís en la calle y te abordan adultos con propuestas negativas, tenemos que abordarte con una propuesta positiva practicable, de alcance territorial. Bergoglio nos alentaba a recuperar el control del patio, así como en el fútbol es fundamental no perder el control del centro de la cancha”.

ENLACE: Datos biográficos (Jorge Ignacio García Cuerva / Gustavo Oscar Carrara)

Por su parte, el nuevo obispo auxiliar de Lomas de Zamora, monseñor García Cuerva, comentó que recibió la noticia de su nombramiento con sorpresa. “Quedé impactado y muy emocionado”, contó y agregó: “Es sentir que el Papa me confía la misión de pastorear una porción del pueblo de Dios, animarme a decir que sí como la Virgen María, consciente de mi fragilidad, pero confiando en Él, que me llama a seguirlo con mayor compromiso y servicio”.

Monseñor García Cuerva desempeñaba su ministerio como párroco de Nuestra Señora de la Cava, en Béccar, diócesis de San Isidro, cuando recibió su nombramiento. “La Iglesia tiene una fuerte presencia en barrios carenciados, cerca de los más pobres”, explicó monseñor García Cuerva. “El padre Gustavo y yo somos, en este caso, la cara visible de un compromiso que la Iglesia asumió con los que sufren, encarnando la opción preferencial por los pobres. Nuestro nombramiento, creo, es una señal hacia esa Iglesia cercana, hacia esas comunidades que desde hace mucho tiempo viven el Evangelio de Jesucristo entre los más pobres”, manifestó.

Para monseñor García Cuerva, que será ordenado obispo a los 49 años de edad, los desafíos de su nuevo ministerio “son muy grandes pero, en primer lugar, son conocer y acompañar a la Iglesia de Lomas de Zamora, a sus pastores, a sus comunidades”, expresó y afirmó que tiene “mucho que aprender”. “Es una diócesis muy grande que ojalá pueda ir conociendo, recorriendo, estando cerca de los más pobres, de los que sufren”, añadió.

 

Oscar Ojea fue elegido presidente del Episcopado

El obispo de San Isidro, Oscar Ojea, fue elegido ayer por sus pares nuevo presidente del Episcopado, que a la luz de la integración de la nueva comisión ejecutiva acentuará su perfil social.

Ojea, que presidió Cáritas en los últimos seis años y mantiene una estrecha relación con el papa Francisco, fue consagrado en la tercera votación y asumirá el principal cargo electivo de la Iglesia hasta fines de 2020. Reemplazará al arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, que concluyó su segundo mandato y no podía ser reelegido.

Acompañará a Ojea como vicepresidente primero del organismo el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, quien en la primera ronda de votaciones había sido el obispo más votado. Pero, según confiaron fuentes eclesiásticas a LA NACION, antes de iniciarse la segunda ronda electiva pidió la palabra y anunció que iba a declinar la presidencia si resultaba elegido.

Se abrió, así, una instancia entre Ojea y el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, que finalmente, en la tercera votación, se definió en favor del presidente saliente de Cáritas. Poli fue rápidamente consagrado en la vicepresidencia primera -el cargo que venía ejerciendo desde 2014- y el obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, que hasta ahora integraba la Comisión de Pastoral Social, fue votado vicepresidente segundo. Como secretario general fue reelegido, por amplia mayoría, el obispo de Chascomús, Carlos Malfa.

Ojea, de 71 años, se consolidó en los últimos años como una de las voces de mayor predicamento en la Iglesia, especialmente en el campo social, a lo que une una profunda espiritualidad. La prudencia y la sensibilidad social son signos que lo vinculan directamente a Francisco.

Más allá de su compromiso en la lucha contra la pobreza y su acercamiento a los sectores vulnerables, por su estilo tiene una fuerte ascendencia entre los obispos jóvenes y en las nuevas generaciones de sacerdotes. Muy querido entre los sacerdotes porteños, se lo recuerda especialmente en las parroquias de Santa Rosa de Lima y del Socorro, donde promovió iniciativas para atender a los más vulnerables.

Su gestión en Cáritas es reconocida no sólo por la proyección que logró, a partir de los programas de inclusión y promoción humana, a partir de emprendimientos realizados por las propias familias necesitadas, sino también por su capacidad como administrador. Exige a sus equipos un compromiso con la transparencia, en proyectos que se financian, en muchos casos, con fondos del Estado.

En su primera aparición pública desde su elección como presidente del Episcopado, el obispo de San Isidro, Oscar Ojea, afirmó ayer que el lugar de la Iglesia es estar siempre “al lado de los pobres” y anticipó que, en sintonía con el pensamiento del papa Francisco, trabajará para que “nadie quede excluido del cuidado de la vida”.

Al referirse al escenario político y social planteado en el país tras las elecciones, en momentos en que el Gobierno impulsa un proyecto de reforma laboral, afirmó que “toda la sociedad es responsable de que nuestros hermanos puedan conservar las fuentes de trabajo y que no se vulneren los derechos de los trabajadores”. Dijo que la Iglesia confía en la capacidad creativa de los argentinos para salir adelante y superar las situaciones de falta de empleo.

“Somos muy sensibles, vamos a estar al lado de estas situaciones, sabemos que necesitamos crear fuentes trabajo”, dijo Ojea, acompañado por parte de la “mesa chica” de la Conferencia Episcopal: Mario Poli y Carlos Malfa. Ojea sostuvo que “para la doctrina social de la Iglesia el trabajo no es una mercancía, sino que hace a la dignidad de la persona, es el gran ordenador de la vida”.

ENLACE: Oscar Ojea, “No podemos mirar la pobreza sólo a través de las estadísticas y los números” (ENTREVISTA)

El nuevo presidente del Episcopado, con mandato hasta 2020, dijo que antes de fin de año llevará su saludo al presidente Mauricio Macri y señaló que la Iglesia contribuirá al diálogo entre los argentinos. “Nos cuesta convivir, nos cuesta sentarnos alrededor de una misma mesa, que cada uno tenga en esa mesa su lugar, sentirse profundamente incluido. Seguiremos dando nuestro aporte al diálogo desde nuestro lugar, que no es el de técnicos ni el de políticos”, describió el obispo de San Isidro. En ese sentido, sostuvo: “Nuestro lugar es estar junto al pueblo y, de un modo particular, frente a nuestros hermanos los pobres”.

Respecto de la postergada visita del Papa a la Argentina, dijo que la agenda de Francisco es muy intensa. “Está comprometido con la Iglesia universal y está permanentemente invitado al país. Él sabrá cuándo y en qué momento vendrá”, afirmó Ojea, quien entre 2006 y 2009 fue obispo auxiliar del cardenal Jorge Bergoglio en la arquidiócesis de Buenos Aires. Y agregó: “Escuchar su palabra [por la del Papa], entenderla y llevarla adelante es más importante que la anécdota de cuándo nos puede visitar”.

 

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Fuentes:

La Nación / Tierras de América / Religión Digital / Clarín

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