Un balance del primer año del equipo de comunicación del Vaticano

11:00 p m| 15 ago 17 (CRUX/VN/BV).- Aunque no se ha mencionado de manera oficial, el 1 de agosto fue una fecha importante en el compromiso del Vaticano con el mundo exterior, especialmente con los medios de comunicación. Se cumplieron los primeros 365 días desde que el estadounidense Greg Burke y la española Paloma García Ovejero asumieron el cargo de portavoces de la Santa Sede.

John Allen Jr., conocido vaticanista del portal Crux, ofrece un recuento, subrayando como punto positivo el buen ambiente y la buena relación que en general han establecido con los demás periodistas. Limitar su alcance a resolver consultas solo por información oficial sería el lado negativo.

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Según los estándares norteamericanos, Burke y García Ovejero probablemente deberían estar celebrando, ya que han tenido un mandato más largo que los siete meses que Sean Spicer ha durado como portavoz del presidente Donald Trump, y, por supuesto, una eternidad en comparación con los 10 días registrados por su sucesor Anthony Scaramucci.

Tanto Burke como García Ovejero fueron opciones innovadoras. Es la primera vez que los dos puestos más importantes del Vaticano en las relaciones con los medios de comunicación son ocupadas por no italianos, y la primera vez que ambos puestos son ocupadas por laicos. Además, García Ovejero es ahora una de las mujeres más visibles del Vaticano, y la primera mujer en actuar como portavoz del Papa.

Honestamente, probablemente no soy la persona adecuada para preguntar sobre el balance de este tándem en su primer año. Burke, veterano de la revista Time y Fox News, es un viejo amigo. García Ovejero es alguien que conocí y admiré cuando trabajaba para COPE, sin olvidar que es una amiga personal de Inés San Martín, de Crux, y eso es más que suficiente.

Dicho esto, haré todo lo posible por dejar a un lado los sesgos personales y tratar de explicar por qué creo dos cosas: una, que Burke y García Ovejero han mejorado la relación del Vaticano con la prensa, y dos, no obstante, operando por debajo de su potencial real.

Comencemos por el lado positivo

Cuando empecé a cubrir el Vaticano hace 20 años, la Oficina de Prensa era básicamente similar a la Estrella de la Muerte –estación espacial ficticia dentro del universo de Star Wars– para la mayoría de los periodistas. Estaba lleno de gente que temía nuestra labor, y los periodistas éramos vistos más como un problema que como un recurso. Seguimos acudiendo allí porque era donde el legendario Joaquín Navarro-Valls colgaba su sombrero, pero en general, nadie veía realmente a la Oficina de Prensa como un territorio amigable.

Todo eso comenzó a cambiar bajo el mandato del padre Federico Lombardi durante los años de Benedicto XVI, y ha alcanzado plena floración bajo Burke y García Ovejero. Ambos son experiodistas con larga experiencia cubriendo el Vaticano, así que saben cómo se hace. Son amigables, comprensivos y accesibles, exactamente como todos los periodistas querríamos que fueran. Con mil pequeños detalles, han convertido la Oficina de Prensa en algo parecido a una familia.

Hay un ejemplo sencillo pero revelador. Cada año, en Navidad, los “peces gordos” del Vaticano tienden a recibir una gran cantidad de regalos no solicitados de personas que realmente no conocen, que en general solo buscan favores. A menudo, esos regalos acaban en la basura. Burke y García Ovejero, sin embargo, decidieron distribuirlos entre el resto del personal de la Oficina de Prensa, que, son personal de nivel inferior dentro del Vaticano, por lo que suelen estar mal pagados y poco valorados. En otras palabras, ambos poseen un toque humano sincero, y lo demuestran.

Por otro lado, Burke y García Ovejero, siendo experiodistas, pueden llamar a reporteros con credibilidad cuando su trabajo es desequilibrado, engañoso, injusto o tiene fallos obvios. (He recibido la llamada de Burke un par de veces, e incluso no estando necesariamente de acuerdo al 100% con su crítica, la verdad es que la tomé en serio).

En los viejos tiempos, el mensaje no declarado del Vaticano cuando un reportero aparecía era que nadie iba a dar volteretas para que se sienta bienvenido. Hoy, Burke, García Ovejero y su equipo proyectan una impresión diferente. El sentido es que el Vaticano entiende la importancia de la comunicación, y, dentro de la razón, quieren hacer nuestro trabajo más fácil. García Ovejero en particular es conocida por su trabajo veinticuatro horas –no tengo ni idea de cuándo duerme, pero no puede ser mucho tiempo ni muy a menudo–.

En otras palabras, la dinámica “nosotros vs ellos” de los viejos tiempos se ha disipado en gran medida. (Como consecuencia irónica, mi percepción es que la prensa vaticana está menos unida que hace 20 años, más propensa a las luchas y las tensiones partidistas, tal vez porque los periodistas ya no tienen el mismo sentido de luchar contra un enemigo común trascendente).

Además, Burke y García Ovejero son profesionales con talento. Ellos saben de lo que hablan, trabajan duro y tratan de responder en tiempo real. Tienen una enorme reserva de buena voluntad, que es un activo en las relaciones con los medios de comunicación.

Ahora, por el lado negativo

Para decirlo sin rodeos, ni Burke ni García Ovejero son percibidos como “gargantas profundas” del Vaticano. Es decir, los periodistas los llaman cuando necesitan algo rápido y oficial, pero cuando realmente necesitan saber lo que el Papa está pensando, no son las personas a las que consultaríamos.

En otras palabras, sufren la misma desventaja que cualquier portavoz sin acceso directo al jefe: a menudo se les pide que expliquen cosas que no necesariamente entienden ellos mismos.

Como un problema relacionado, porque no son vistos como verdaderos intermediarios del poder, no tienen una tremenda capacidad para forzar a las “gargantas profundas” a alinearse. El problema real con las comunicaciones del Vaticano a lo largo de los años rara vez han sido las declaraciones formales que vienen de la Oficina de Prensa, sino más bien cuando un cardenal da una entrevista a un periódico italiano en el que se desvía del guión.

Ni Burke ni García Ovejero son el tipo de figura que podrían llamar a ese cardenal y “leerle la cartilla”, con plena confianza de que el Papa les respaldará. ¿De quién es la culpa? Pues, hasta cierto punto de Burke y García Ovejero, básicamente por ser demasiado amables. Están inclinados a decir sí cuando la Iglesia llama, a pesar de que ambos deben saber que las circunstancias no son ideales. Los profesionales deberían poder decir: “¿Quieres que haga esto? Entonces dame el acceso y el poder que necesito, o búscate a otro”.

(A veces me gustaría que el Vaticano se quedara sin gente cualificada para hacer el trabajo hasta que el papel del portavoz se modernizara de manera importante, pero entre los misterios del catolicismo está el que nunca parece haber escasez de personas dispuestas a hacer lo que la Iglesia pida, por muy contrario que sea a sus instintos profesionales y personales).

Uno también tiene que criticar al Papa hasta cierto punto. A pesar del tratamiento de adoración que recibe Francisco de gran parte de la prensa, no hay ninguna señal clara de que las relaciones con los medios de comunicación son en realidad una prioridad para él. Si lo fuera, Burke y García Ovejero tendrían una tubería directa, se reunirían con él regularmente para tratar información reservada y serían consultados con antelación sobre las decisiones importantes en cuanto a qué respuesta esperar y cómo abordarla. Por cierto, Burke y García Ovejero tienen el arrojo necesario para sacar el máximo provecho de ese tipo de rol.

Francisco, sin embargo, hasta ahora no ha hecho muchos movimientos fuertes en esa dirección, y así estamos donde estamos. Pero Greg Burke y Paloma García Ovejero merecen una felicitación por parte de cualquiera que haya puesto los dedos en el teclado o el micrófono en los labios para cubrir la Santa Sede. Intermediarios del poder o no, son amigos de la prensa, y eso es más que suficiente.

Fuente:

“A balance sheet on first anniversary of Pope”s unique media team”. Texto de John Allen Jr. publicado en Crux. Traducido por revista Vida Nueva.

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