Cristianos y judíos hoy: “El encuentro debe hacerse cara a cara”
8:00 p m| 9 jun 17 (VI/BV).- “El diálogo no se reduce a conferencias o declaraciones, tiene lugar cuando alguien nos dice algo, a lo que reaccionamos respondiendo y nuestra respuesta apela a la suya… el diálogo impacta ambos mundos”, así reflexiona el rabino belga David Meyer sobre uno de los caminos de intercambio entre diferencias.
Meyer es profesor en el Cardinal Bea Centre for Judaic Studies de la Pontificia Universidad Gregoriana, aunque ha enseñado en diferentes países, desde Bélgica hasta Perú, pasando por China e Italia. En una entrevista publicada en el Vatican Insider explica la manera de acercarse al prójimo en la tradición judía y la complejidad del diálogo interreligioso en Tierra Santa, además de su experiencia personal del diálogo.
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Remontando a los orígenes de la tradición judía como el Talmud, ¿Qué lugar se les da históricamente a aquellos que no forman parte del pueblo de Israel dentro de la comunidad judía?
El judaísmo intenta evitar las relaciones con las prácticas paganas: los idólatras estarían completamente cortados de cualquier posibilidad de contacto. Entre aquellos que no son paganos, pero tampoco judíos, se encuentran los que siguen las siete leyes de Noé considerados como el fundamento de la sociedad humana. Para aquel que sigue estas leyes, la relación con la comunidad judía no es un problema, puede vivir en el territorio de la sociedad judía y será tratado con respeto.
Los siete preceptos de las naciones constituyen todo aquello que se necesita para establecer un encuentro entre judíos y no judíos, pero relegándolos a una plaza marginal.
Durante mucho tiempo (hasta el siglo XIV) ha habido una discusión en torno a la cuestión de saber si el cristianismo formaba parte del grupo de los preceptos de las naciones o no, debido a la Trinidad. La Trinidad era un problema para los pensadores judíos durante el periodo rabínico a principios de la Edad Media.
En el siglo XIV, hubo una importante enseñanza difundida por un rabino, conocido con el nombre de “Hameiri” de Provenza, que dijo que el cristianismo y el islam eran monoteístas éticos con lo que les colocó en un nivel muy cercano al judaísmo. Las primicias de esa idea habían sido elaboradas, aunque de manera aún ambigua, por Maimónides en el siglo XII. A partir de ahí, la idea de que podemos formar parte de un monoteísmo ético también fuera del judaísmo se ha convertido en un mensaje fuerte y relativamente con anticipación para su tiempo. Eso creó las bases de la posibilidad de diálogo.
En su opinión, ¿cuáles son las diferentes claves en el diálogo vivo entre cristianos y judíos en Tierra Santa y en los demás países del mundo?
El diálogo entre cristianos y judíos no es fácil por las realidades históricas a las que tienen que enfrentarse y por las diferencias teológicas y prejuicios que existen incluso 50 años después del Concilio Vaticano II y la declaración Nostra Aetate. En Tierra Santa es aún más difícil por su situación política. El cristianismo en Tierra Santa está constituido históricamente por árabes, lo que hace que se caiga en el conflicto entre israelíes y árabes, principalmente palestinos.
En segundo lugar, la cuestión para los judíos israelíes y judíos en general en el mundo entero es que el Estado de Israel es un elemento del judaísmo, una piedra angular. Por ello es difícil obtener un diálogo religioso en Israel haciendo abstracción de las cuestiones políticas ya que la realidad es una realidad política y porque la presencia política del Estado de Israel es un modo de expresión de la identidad judía.
La Iglesia católica celebró recientemente el final del Jubileo de la Misericordia. ¿De qué maneras piensa usted que podríamos sacar provecho el tema común de la misericordia en el cristianismo y el judaísmo –a la vez describiendo a Dios y considerando el llamamiento a instaurar la misericordia en nuestras vidas– para suscitar reflexiones teológicas y prácticas?
La cuestión de la misericordia es complicada, ya que existen muchas hipótesis. Nosotros consideramos que la misericordia se encuentra en el centro del catolicismo y del judaísmo. En el judaísmo, la misericordia no es diferente de la aplicación precisa de la justicia y el diálogo podría ser difícil sobre este terreno.
Por otra parte, la misericordia es también aquello que aporta sufrimiento: la misericordia supone una cierta paciencia hacia aquellos que no se comportan como haría falta. Si se quiere ser misericordioso, no hay que emitir un juicio inmediato, se deja al otro la oportunidad de arrepentirse, cambiar, se da el tiempo a las palabras para convencer, pero mientras se deja el tiempo a esas personas, hay inocentes que sufren. Entonces la misericordia tiene consecuencias.
Hay una discusión sobre el contenido que debe ser considerada: lo que consideramos verdaderamente misericordioso y lo que entra precisamente en esa categoría, ahora bien, no estoy seguro de que el judaísmo y la Iglesia respondan de la misma manera.
¿Hay una experiencia personal de diálogo y de encuentro que le gustaría compartir con nosotros?
Hay muchas experiencias de diálogo, por ejemplo aquí, en la universidad pontificia gregoriana donde se enseña. Lo que pienso que es importante compartir es el hecho que toda experiencia de diálogo debe tener en cuenta el factor del tiempo: el diálogo no es algo que se hace ocasionalmente de vez en cuando. Crecemos en el diálogo cuando empezamos a conocer a la gente, es un esfuerzo continuo que puede hacerse después de haber creado lazos de amistad y confianza.
El diálogo no se resume en conferencias, no es una lectura en una sala de conferencias, ni una declaración. El encuentro se hace cara a cara: tiene lugar cuando se encuentra a alguien que nos dice algo a lo que reaccionamos respondiendo, y nuestra respuesta apela a la suya, etc. El diálogo impacta a los dos mundos: el suyo y el nuestro. Lo que he aprendido aquí es que para ello se necesita mucho tiempo y energía ya que no es evidente, nos tenemos que implicar, preparar, hay que trabajarlo, dejarse sorprender, desestabilizar y desmitificar.
La otra cosa que he aprendido es que el único encuentro verdadero es simétrico, por desgracia, en el diálogo judío-católico, esto no se comprueba fácilmente ya que existe un a priori según el cual la Iglesia tiene necesidad del judaísmo, pero el judaísmo no lo tiene de la Iglesia ya que nació primero. La realidad es que nadie estaba ahí antes que nadie. Había una tradición bíblica y de ella nació la cristiana, así como una tradición rabínica y las dos tienen raíces comunes en el judaísmo bíblico, y se encuentran a igual de distancia de él. El judaísmo rabínico no es más cercano al judaísmo bíblico que el cristianismo.
Aquí he descubierto que tenía que dar tanto a los estudiantes católicos que desean enterarse más sobre el judaísmo que yo mismo tengo que aprender sobre el pensamiento cristiano. Lo que el cristianismo y el judaísmo han realizado, en el curso de los siglos, es una reflexión auténtica de la idea judía pre-rabínica y cuando, más tarde, ambas tradiciones se separaron el judaísmo se convirtió en lo que no había en el cristianismo y viceversa.
La realidad es que se descubre que una buena parte de lo que el cristianismo ha puesto en primer plano de su pensamiento posee un fuerte eco judío. El encuentro no es solamente una cuestión de curiosidad, se trata de volver a descubrir algo de su propia tradición, que ha sido eliminado por cuestiones prácticas e históricas.
Fuente:
Vatican Insider