Tornielli: “El Papa me dijo que Dios perdona no con un decreto sino con una caricia”

6:00 p m| 03 feb 16 (VIDA NUEVA/BV).- Desde su primer ángelus dominical como Papa, Jorge Mario Bergoglio no se ha cansado de hablar de la misericordia, hasta el punto de centrar en ella el Año Santo Extraordinario comenzado a principios de diciembre. Testigo de los mensajes lanzados por Francisco en este tiempo, es el periodista Andrea Tornielli, que desvela en un texto suyo y en una entrevista publicada por la revista Vida Nueva, cómo se preparó la entrevista con el Papa de la que nació su libro “El nombre de Dios es Misericordia”.

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Comentario de Andrea Tornielli

El 13 de marzo de 2015, mientras escuchaba la homilía de la liturgia penitencial al final de la que Papa Francisco estaba por anunciar el Año Santo extraordinario, pensé: “Sería bonito poder hacerle algunas preguntas sobre los temas de la misericordia y del perdón, para profundizar lo que significaban esas palabras para él, como hombre y como sacerdote”. Sin la preocupación de obtener frases clamorosas que alimentaran el debate mediático que surgió alrededor de la Asamblea del Sínodo sobre la familia, que a menudo fue reducido a un “derby” entre aficionados enfrentados.

Me gustaba la idea de una entrevista en la que surgiera el corazón de Francisco, su mirada. Un texto que dejara abiertas las puertas, en un tiempo como el jubilar, durante el que la Iglesia pretende mostrar de manera particular, y con mayor significado, su rostro de misericordia. El Papa aceptó la propuesta. Este libro, “El nombre de Dios es Misericordia”, es el fruto de una conversación que comenzó en la salita de su vivienda, en la Casa Santa Marta en el Vaticano, durante una tarde caliente del mes de julio del año pasado, a pocos días de que regresara del viaje a Ecuador, Bolivia y Paraguay.

Le había enviado poco tiempo antes una lista de argumentos y de preguntas de las que me habría gustado hablar. Me presenté en Santa Marta con tres grabadoras: dos digitales y una con los viejos cassettes. Ya me había sucedido en diciembre de 2013, al final de la conversación que fue publicada por “La Stampa”, cuando presioné una tecla que no debía y perdí un archivo de audio (pero, por suerte también llevaba un segundo aparato).

Francisco me estaba esperando y en la mesita que había delante de él había un libro con las concordancias de la Biblia y de los textos de los Padres de la Iglesia. Me invitó a que me quitara el saco, porque hacía mucho calor, y a que me pusiera cómodo. Después se dio cuenta de que solo llevaba un pequeño cuaderno en el que había escrito las preguntas, y se ofreció para ir a buscar hojas blancas. Hablamos durante mucho tiempo, respondió a cada una de las preguntas. Habló con ejemplos relacionados con su experiencia de sacerdote y de obispo, contando, por ejemplo, la historia del esposo de una de sus sobrinas, divorciado que se había vuelto a casar y que estaba esperando en esa época la declaración de nulidad del primer matrimonio; iba todos los días al confesionario para hablar con el sacerdote, y siempre le decía: “Sé que usted no me puede absolver”.

También me contó sobre el dolor que sintió cuando murió el padre Carlos Duarte Ibarra, el confesor que conoció casualmente en la parroquia aquel 21 de septiembre de 1953, el día en el que la Iglesia celebra a san Mateo, apóstol y evangelista. Jorge Mario Bergoglio tenía 17 años y durante ese encuentro se sintió sorprendido por Dios, y decidió abrazar la vocación religiosa y el sacerdocio. Después del funeral del padre Duarte, a un año de aquel primer encuentro, el futuro Papa lloró mucho “escondido en mi habitación… porque había perdido a una persona que me hacía sentir la misericordia de Dios”.

Me sorprendieron particularmente las pocas palabras con las que respondió a una pregunta sobre su famosa frase “¿Quién soy yo para juzgar?”, pronunciada durante el vuelo de regreso de Río de Janeiro en julio de 2013 a propósito de los homosexuales. El papa subrayó la importancia de hablar siempre de “personas homosexuales”, porque “primero está la persona, en su entereza y dignidad. Y la persona no es definida solo por su tendencia sexual”. También me sorprendió la distinción que hizo entre pecadores y corruptos, que no tiene que ver con la cantidad o la gravedad de las acciones cometidas, sino con el hecho de que el primero reconoce humildemente que lo es y pide perdón para poder levantarse de nuevo, mientras que para el segundo “vive elevado a sistema, se convierte en una costumbre mental, una manera de vivir”. Y además las palabras con las que Papa Bergoglio habló sobre sus encuentros con los prisioneros, y de cómo no se siente mejor que ellos: “Cada vez que entro a una cárcel para una visita, siempre me viene este pensamiento: ‘¿Por qué ellos y no yo?'”.


Entrevista a Tornielli en revista Vida Nueva: “Bergoglio echa de menos confesar”

¿Cómo nace la idea del libro?

Viendo la ceremonia en la que el Papa anunció el Jubileo pensé que sería hermoso escucharle hablar sobre la misericordia. Francisco ha concedido ya muchas entrevistas y en los vuelos papales se deja hacer todo tipo de preguntas. A mí me gustaba la idea de mantener una conversación solo sobre la misericordia, para saber lo que significa para él. Le propuse si me concedía la entrevista y me dijo que sí. Mantuvimos un largo diálogo y luego nos intercambiamos varios correos electrónicos y llamadas de teléfono para hacer los ajustes.

¿Cómo analiza la entrevista la forma que tiene Francisco de entender la misericordia?

El texto profundiza en el tema desde varios aspectos. Por el modo en el que el Papa habla de la misericordia, se entiende que el Dios cristiano hace de todo para acercarse a las personas. A mí me impresiona lo que me dice Francisco cuando le recuerdo una cita en la que aseguraba que, para que la gracia de Dios te alcance, basta solo dar un primer paso para reconocerse pecador, pedir perdón y acercarse al confesionario. En la conversación, él me corrige al decir: “O menos; que tenga el deseo de hacerlo”. Es decir, si no tienes la fuerza pero sí el deseo de dar el primer paso, ya es suficiente para que la gracia de Dios empiece a operar. Está en la tradición de la Iglesia: Dios hace de todo para intentar salvarte, goza al donar su misericordia e intenta salvarte por todos los medios. Basta el mínimo de apertura para permitirle actuar.

¿Cómo enraíza el Papa la misericordia en la tradición de la Iglesia?

Recuerda a los Padres de la Iglesia y tiene presente las enseñanzas bíblicas. En el libro habla de la parábola del hijo pródigo. Yo le cuento que hace algunos años, en una escuela de Milán, una maestra de Religión les explicó esta parábola a los niños y les propuso que hicieran una redacción libre sobre este tema. La gran mayoría de los niños decían en sus textos que cuando el hijo volvió, el padre debía haberlo castigado y ponerle a trabajar con sus sirvientes. El Papa responde entonces diciendo de forma lapidaria que esto es humano, ya que para nosotros es incomprensible e incluso injusta la misericordia de Dios. Ofrece una bella imagen para explicarla. Cuenta que nuestros pecados son como estrellas en un cielo nocturno. Cuando llega la misericordia de Dios es como cuando amanece: aparece una luz gigantesca que hace que ya no veas las estrellas.

¿En la conversación se desvela algún elemento que ayude al lector a conocer mejor al Papa?

Es interesante lo que dice a los confesores: les pide que no tengan curiosidad. La confesión no debe ser un interrogatorio ni el confesionario una sala de tortura. Recuerda que una vez habló con una mujer que no se confesaba desde que tenía 15 años porque el cura le preguntó que dónde ponía las manos mientras dormía. En el libro le pregunto cómo es Bergoglio como confesor y responde que sigue confesando, aunque lo echa de menos, pues lo hace poco. Dice que siempre ha intentado perdonar mucho, pues es consciente del gran pecador que es. Ahí les da un consejo a los confesores: les pide que se sientan también ellos pecadores y necesitados de misericordia. Les pide que dialoguen con el penitente. Habla también de los casos en que no se puede dar la absolución. Recuerda el caso de un hombre que iba cada semana a confesarse a pesar de que sabía que no podían absolverle. Pedía al confesor que le escuchara y le contaba sus pecados. El Papa le dice a los confesores que aunque no puedan absolver, deben acoger y escuchar, dando una bendición para que nadie se sienta rechazado.

¿Cuál es el objetivo último de todos estos gestos del Papa centrados en la misericordia?

Quiere despertar las conciencias y permitir lo máximo posible que la gente vuelva a la fe. Todo lo que hace y el fin de todas sus reformas es la salvación de las almas. Si uno cree que este es el fin, no se puede quedar tranquilo, como les ocurre a algunos doctores de la ley católicos al realizar sus esquemas sobre la doctrina o acerca de los divorciados vueltos a casar y su eventual acceso a la comunión. ¿Te interesa o no el hecho de que las personas, debido a esta situación, estén lejos de los sacramentos? Si alguien cree que el sacramento actúa con su gracia, al menos debería sentir dolor por que haya tanta gente que no puede acceder a ellos. El tema de la misericordia está totalmente centrado en la salvación de las almas, para propiciar que las personas se acerquen y puedan encontrar el perdón de Dios. Sin él, el mundo se vendría abajo.


Breve pasaje del primer capítulo del libro “El nombre de Dios es Misericordia”

Tornielli: ¿Qué es para usted la misericordia?

Francisco: Etimológicamente, misericordia significa abrir el corazón al miserable. Y enseguida vamos al Señor: misericordia es la actitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar. Jesús ha dicho que no vino para los justos, sino para los pecadores. No vino para los sanos, que no necesitan médico, sino para los enfermos. Por eso se puede decir que la misericordia es el carné de identidad de nuestro Dios. Dios de misericordia, Dios misericordioso.

Tornielli: ¿Qué lugar y qué significado tiene en su corazón, en su vida e historia personal, la misericordia? ¿Recuerda cuándo tuvo, de niño, la primera experiencia de la misericordia?

Puedo leer mi vida a través del capítulo 16 del Libro del profeta Ezequiel. Leo esas páginas y me digo: “Pero todo esto parece escrito expresamente para mí”. El profeta habla de la vergüenza, y la vergüenza es una gracia: cuando uno siente la misericordia de Dios, experimenta una gran vergüenza de sí mismo, de su propio pecado. Hay un bonito ensayo de un gran estudioso de la espiritualidad, el padre Gaston Fessard, dedicado a la vergüenza, en su libro La Dialectique des exercises spirituels de saint Ignace de Loyola (París, Aubier,1956). La vergüenza es una de las gracias que san Ignacio hace pedir en la confesión de los pecados frente a Cristo crucificado. Ese texto de Ezequiel nos enseña a avergonzarnos, nos permite avergonzarnos: con toda tu historia de miseria y de pecado, Dios te sigue siendo fiel y te levanta. Eso es lo que yo siento.


Fuentes:

Extracto de pliego publicado en la revista Vida Nueva: “Misericordia es el carné de identidad de nuestro Dios”. Texto de Darío Menor.

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