Espíritus libres del arte sacro

9:00 p m| 04 dic 15 (DESCUBRIR EL ARTE/BV).- Hasta el 24 de enero el Palacio Strozzi de Florencia acoge la exposición “Belleza divina, entre Van Gogh, Chagall y Fontana”, que propone una reflexión sobre la relación entre el arte y lo sagrado desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX. Justamente ese periodo estuvo marcado por un distanciamiento que se originó desde ambas partes, como bien lo explicó el Papa Pablo VI, pero que luego se va diluyendo cuando las autoridades eclesiales reconocen una intención de “encasillar” y desde los artistas un deseo de no apartarse de lo religioso. La exposición incluye un centenar de obras de artistas como Domenico Morelli, Gino Severini, Picasso, Max Ernst, Matisse o Munch.

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Ha pasado más de medio siglo desde que el pontífice Pablo VI –el que más atención ha dedicado al arte entre los últimos papados–, en el transcurso de un encuentro que tuvo lugar en la Capilla Sixtina el 7 de mayo de 1964 con creadores plásticos, afirmara que en los últimos tiempos aunque no se había roto el vínculo entre la Iglesia y los artistas sí que se había producido un alejamiento cada vez mayor entre ellos, del que eran responsables las dos partes: “No hemos roto pero hemos turbado nuestra amistad… En cierta manera, vosotros nos habéis abandonado… en la búsqueda de otras expresiones, que no son las nuestras… Si bien, reconocemos que también nosotros somos responsables al imponeros como primer canon la imitación, a vosotros que sois creadores, siempre vivaces, surtidores de miles de ideas y de miles de novedades… ¡perdonadnos!”.

Precisamente este mea culpa de Pablo VI se refería a lo que va desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, cuyos testimonios artísticos recoge esta exposición que ha sido organizada por la Fundación Palacio Strozzi junto con el Polo museal florentino, los Museos Vaticanos y la Arquidiócesis de Florencia y que forma parte del V Convenio Eclesiástico Nacional, acontecido del 9 al 13 de noviembre y en el que participó el Papa Francisco (en una edición anterior reseñamos también el caso de la reinaguración del Museo dell’Opera del Duomo, de la Catedral de Florencia, que también ha formado parte de este convenio).

A pesar de un abandono bilateral, la relación no se llegó a romper del todo, como queda claro en esta exposición donde se exhibe una serie de obras cuyos temas abordan de alguna manera el tema religioso de los artistas más influyentes de ese período de tiempo. Aunque en algunos casos sus puntos de vista son polémicos o disonantes y, precisamente por ello, dan cuenta de que entre el arte y lo sagrado no cabe la ignorancia, que siguen vinculados, aunque a veces sea por un hilo sutil entre ambos polos.

El 4 de abril de 1999, de nuevo el papa Juan Pablo II, volvió a ratificar este punto de vista en una carta dirigida a los artistas. En ella encontramos precisamente una de las clave de esta exposición florentina: “Toda forma auténtica de arte es, a su manera, una puerta de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo… En la era moderna se ha ido afirmando una forma de humanismo caracterizado por la ausencia de Dios y a menudo por la oposición a Él… Y precisamente el arte sigue constituyendo una especie de puente hacia la experiencia religiosa… Hasta cuando escruta las profundidades más oscuras del alma o los aspectos más desconcertantes del mal, el artista se propone de cualquier forma como voz de la universal espera de redención”.

Por otra parte, el penúltimo de los Pontífices, Benedicto XVI, profundizaba todavía más en este hecho: “Una función esencial de la verdadera belleza, ya evidenciada por Platón, consiste en comunicar al hombre una saludable sacudida, que lo saca de sí mismo… lo hace sufrir pero lo ‘despierta’… elevándolo hacia lo alto”. Lo que nos recuerda a su vez una cita de Dostoievsky: “La humanidad puede vivir sin la ciencia, sin pan, pero sólo sin la belleza no podría vivir porque no habría más nada que hacer en el mundo”.

Esta exposición del Palacio Strozzi está circunscrita en este ámbito y aporta una lectura inédita de esta relación. Compuesta por un centenar de obras, es muesta reflexiona sobre cómo el arte y lo sagrado se entrelazan, y para ello se exhibe un conjunto de obras magistrales de los artistas más importantes del período que va desde mediados del siglo XIX al XX junto a la de otros creadores plásticos menos conocidos, lo que permite mostrar un variado y diversificado panorama del arte moderno en general.

Entre los italianos, destacan Domenico Morelli, Gaetano Previati, Felice Casorati, Renato Guttuso, Lucio Fontana o Emilio Vedova; y entre los internacionales, Vincent van Gogh, Jean François Millet, Edvard Munch, Pablo Picasso, Max Ernst, George Rouault o Henri Matisse. Entre las obras expuestas, acaparan gran protagonismo las obras maestras Angelus de Jean-François Millet (proveniente del Museo de Orsay de París) que aporta una sacralidad transversal y al tiempo universal; la Piedad de Vincent van Gogh (de los Museos Vaticanos), una obra rara dentro de la producción de este artista porque a pesar de su vocación místico-religiosa no se prodigó en temas sagrados, mientras que en ésta se evidencia la inspiración que tuvo en la producción de otros artistas; la Crucifixión de Renato Guttuso (de la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma), un trabajo emblemático con un fuerte mensaje político comparable al grito de dolor del Guernica; la Crucifixión blanca de Marc Chagall (del Art Institute Museum de Chicago), la obra preferida del papa argentino.

En cuanto a estilos o corrientes representados en la exposición, va desde la pintura realista de Morelli a la informalista de Vedova, del puntillismo de Previati al simbolismo de Redon o del expresionismo de Munch al experimentalismo del futurismo.

Esta reseña nos ofrece más luces de la distribución en la exposicion:

Sección 1: Del Salón al Altar

Imponentes cuadros de grandes dimensiones muestran estilos eclécticos de la segunda mitad del siglo XIX, como “Los Macabeos” (1863), de Antonio Ciseri (Ronco sopra Ascona 1821 – Florencia 1891),  “Flagelación” (1880) de William-Adolphe Bouguerau (La Rochelle 1825-1905)  y “El Redentor” (1900), de Giuseppe Catani Chiti (Prato 1866 – Florencia 1945), retablo pintado en óleo y oro.

Sección 2: Rosa Mística

Trata el tema de la Virgen María entre el ‘800 y el ‘900 cuando se difunde la estética del Simbolismo y en este contexto llama la atención, sobre todo, “Madonna II” (1902), litografía del pintor noruego Edvard Munch (L ten 1863 – Ekely 1944) -famoso por “El grito”-, quien venía de una familia muy religiosa, pero combatía con sus propias dudas y rechazos, muestra una mujer semi desnuda, de gran delicadeza, enmarcada por espermatozoides y un feto en la parte inferior del cuadro para simbolizar la concepción en la virginidad.

Además, obras de Domenico Morelli (Nápoles 1826 – 1901), con “Mater Purissima” (1883); Adolfo De Carolis (Montefiore dell’Asso 1874 – Roma 1928), con “Madonna, Laudata sii per la bella luce che desti in Terra” (“Virgen, alabada seas por la bella luz que despiertas en la Tierra”), precioso óleo con decoraciones en relieve en yeso con hoja de oro sobre cartón; “María da a luz a los párvulos cristianos” relieve en yeso de Adolfo Wildt; y “Virgen con niño”, escultura de Libero Andreotti.

Sección 3: Vida de Cristo. Anunciación a María; Natividad e Infancia de Cristo; Milagros y Parábolas; Pasión; Crucifixión; Deposición, Piedad y Resurrección

Es el sector con mayor número de obras, entre las que se puede mencionar “El Ángel de la Anunciación” (1925) de Glyn Warren Philpot (Londres 1884 – 1937), con un sugestivo y moderno Ángel de mirada entre asustada y desafiante. Igualmente moderna, la “Fuga a Egipto” (1903), de Odilon Redon (Burdeos 1840 – París 1926).

Un gran conjunto escultórico de bronce de Arturo Martini (Treviso 1889 – Milán 1947) representando el “Hijo pródigo” (1927) ocupa un lugar importante en el tema Milagros y Parábolas de esta tercera sección. Muy interesante y original es el “Vía Crucis” (1956) con las estaciones en cerámica, de Lucio Fontana (Rosario de Santa Fe 1899 – Varese 1968).

De las numerosas Crucifixiones, llaman la atención una realizada por Picasso (Málaga 1881 – Mougins 1973) cuando tenía solo 15 años, se trata de un dibujo a óleo y carboncillo sobre papel de un Cristo de gran elegancia cuyo rostro recuerda a un lobo, provocación juvenil aparte, viendo los trazos se intuye que estamos frente a un futuro gran artista.

La “Crucifixión” de Renato Guttuso (Bagheria 1911 – Roma 1988) es una de las más importantes, realizada por el pintor siciliano en 1941, con evidentes influencias del “Guernica” de Picasso, pero con la diferencia de un uso intenso de los colores, las figuras en el óleo de casi dos metros no escapan al trágico ambiente bélico que se vivía en ese momento.

Un capítulo aparte merece la más significativa por sus tantos mensajes, desde la denuncia de las persecuciones nazis contra los judíos hasta la esperanza de un diálogo interreligioso entre dos credos con raíces comunes, se trata de “Crucifixión blanca” de Marc Chagall (Vitebsk 1887 – Saint Paul de Vence 1985). Realizado en 1938, año de la “noche de los cristales”, es el primero de una serie sobre ese tema del pintor judío ruso (Moishe Segal, su verdadero nombre). El blanco predominante, como un gran rayo de luz que ilumina la cruz desde la altura, Chagall presenta a Cristo judío, cubierto con un “tallit”, el chal usado para rezar, y un tejido que le cubre la cabeza sustituye la corona de espinas, una “menorah”, el simbólico candelabro, en el suelo y la inscripción de la cruz en letras hebreas. Una serie de símbolos rodean la cruz: un arca rota, un rollo de la Torah ardiendo, un anciano huyendo cargando un saco en su espalda y varios otros detalles con los que el artista expresa el dolor del pueblo hebreo. Comentando este paralelismo de sufrimiento, Chagall escribió: “Nunca han entendido quién era realmente este Jesús. Uno de nuestros rabinos más amorosos, que socorría a los necesitados y a los perseguidos… Para mí, es el arquetipo del mártir judío de todos los tiempos”.

Todos conocen los paisajes provenzales, los cielos estrellados y los girasoles de Vincent Van Gogh (Groot Zundert 1835 – Auvers sur Oise 1890) pero pocos sabían de su “Piedad” (1889), que fue escogida para el afiche de presentación y la portada del catálogo de esta exposición. El pintor holandés realizó dos versiones de la  “Piedad” de Eugene Delacroix, obra que le impresionó por la humanidad de las figuras capaces de expresar el dolor y el sacrificio, la versión exhibida en “Belleza Divina” muestra una María “Mater Dolorosa” con manos de campesina y un Cristo con las facciones del mismo Van Gogh, cabellos rojos, barba corta y un sufrimiento que tal vez el autor -que se suicidó al año siguiente de esta realización-, identificaba con sus propios tormentos.

Sección 4: Severini, la decoración mural entre espiritualidad y poesía

Gino Severini (Cortona 1883 – París 1966) fue uno de los pintores italianos que protagonizó el movimiento conocido como Futurismo y considerado uno de los principales renovadores del arte sagrada, influido por el aporte espiritual y teórico de Jacques Maritain, de quien recoge la idea de que “tiene que surgir de un corazón habitado por la Gracia”. Esta exposición le dedica un espacio a algunas de sus obras religiosas, la “Anunciación”, estudio para un fresco de una pared lateral de la iglesia Notre-Dame du Valentin, en Lausana (1933) y dos bocetos para el proyecto decorativo del interior de la iglesia Saint-Pierre, en Friburgo (1931).

Sección 5: Espacios del sagrado

Una serie de vídeos magistralmente realizados muestran las soluciones adoptadas entre el siglo XIX y el XX en la construcción de edificios del culto católico y en la relación con el rito. La evolución de la arquitectura sacra desde el estilo neogótico de San Pablo intramuros, en Roma, y las fachadas de los domos de Nápoles, Amalfi y Santa María de la Flor, en Florencia, hasta Notre Dame de la Consolation en Rancy, suburbio de París, proyectada por Auguste Perret, llegando a la sublimación del espacio y de la luz en Notre Dame du Haut, en Ronchamp, del célebre arquitecto Le Corbusier.

Sección 6: La Iglesia

La combinación de íconos y la estética de los objetos de uso práctico en la Iglesia llegan a manifestaciones elevadas del arte como el monumental busto de “Pío XI” (1925),  de Adolfo Wildt (Milán 1868 – 1931), o la “Casulla verde” en seda (1951) de Henri Matisse (Le Cateau-Cambrésis 1869 – Niza 1954) diseñada por el pintor a petición de una monja que lo había atendido en una hospitalización.

Sección 7: Plegaria

El recorrido concluye con la evocación a la dimensión privada e íntima de rezar, representada con “La oración de la mañana”, una escultura de Vincenzo Vela, hermosa figura femenina en un acto de fe privada; “Viejo en plegaria”, otro insólito cuadro de Munch que muestra a su padre en profunda meditación, y el celebérrimo “Angelus” de Jean-François Millet (Greville 1814 – Barbizon 1875), imagen universal de la espiritualidad vinculada con la naturaleza y las fatigas humanas, el sonido de las campanas que interrumpe el trabajo en los campos para rezar.

Para terminar, el enlace a una serie de videos que describen algunas de las obras de la exposición, con audio en italiano:


Enlace recomendado:


Fuentes:

Descubrir el Arte / El Universal / The Tablet

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