¿Camina la Iglesia hacia el verdadero Sínodo?

9:00 p m| 16 oct 15 (NCR/BV).- Desorden y caos, una clausura incierta y denuncias de manipulación injusta de los procedimientos. Esas son solo algunas de las frases que algunos obispos y periodistas han estado utilizando para describir el ambiente en esta última Asamblea del Sínodo de los Obispos, que debate cómo mejorar la respuesta pastoral de la Iglesia a cuestiones relacionadas con el matrimonio y la familia. Aprovechando la coyuntura, Robert Mickens, teólogo y colaborador del National Catholic Reporter, propone reflexionar sobre la confusión -no percibida- en la característica temporal y la denominación imprecisa que se le da al sínodo.

Un ejemplo de esta confusión es cuando se dice “Sínodo sobre la Familia” (que dura 3 semanas), cuando en realidad desde el papado de Pablo VI se estableció que el sínodo debía ser una institución permanente en el gobierno de la Iglesia, que reúne a los obispos periódicamente en Asambleas convocadas por el Papa. Según Mickens, esa noción hasta hoy, aunque con respaldo en el papel, no ha desplegado sus funciones. Al final de la publicación una recopilación de enlaces con los avances de la Asamblea sinodal de esta semana.

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Se informó que trece cardenales estaban tan alarmados por los recientes cambios que el Papa hizo en la arraigada (y previsible) metodología del Sínodo que le enviaron una carta de solicitud y protesta (aunque luego algunos de los identificados como firmantes han negado participación). Sin embargo, Francisco básicamente rechazó sus reclamaciones al día siguiente que le hicieron llegar la carta, cuando en una intervención poco frecuente ante toda la asamblea general, pidió a los obispos que dejen de usar la “hermenéutica conspirativa”, que describió como “sociológicamente débil y no ayuda espiritualmente”.

Los enemigos del Papa -de los que hay muchos en todos los niveles de la Iglesia y en los medios de comunicación- han aprovechado la histeria percibida -y real- de los obispos para forjar la narrativa de que el pontificado de 31 meses de Francisco está ahora al borde de desatarse totalmente.

Pero hay otra historia sobre lo que ha estado ocurriendo en estos primeros días de la asamblea sinodal, que tendrá tres semanas de duración. Es esta: por primera vez, en el medio siglo que el Sínodo ha existido, hay un Papa que -con creciente evidencia- parece decidido finalmente a desarrollar el potencial de este órgano permanente y hacerlo un elemento constitutivo de gobierno universal de la Iglesia.

Esto alarma a muchos obispos y asusta a sobremanera a la vieja guardia en la Curia Romana. Al menos a los que han estado prestando atención.

Desde el día de su elección Francisco ha dejado claro, en palabra y gesto, que el desarrollo de la sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia, y la colegialidad episcopal dentro de la jerarquía, sería fundamental para su pontificado. Pero eso es una batalla cuesta arriba en una Iglesia romana que, al menos durante los últimos cien años, ha crecido cada vez más centralizada, rígidamente dogmatizada y exageradamente papista.

Francisco ha sido implacable en tratar de cambiar este ethos y sustituirlo por una cultura de diálogo y de encuentro, una descentralización racional de poder (o subsidiariedad) y su declarada y firme convicción que puede haber una sana diversidad en la Iglesia sin amenazar su unidad.

Los cambios de procedimiento que ha hecho hasta el momento para el Sínodo de los Obispos -sobre todo para permitir una mayor libertad de discusión- se han dado con el objetivo de identificar y honrar esa diversidad. Por lo menos la actual asamblea sinodal ha demostrado que la Iglesia católica está muy lejos de la comunidad monolítica que los dos últimos pontificados trataron de conservar con mucho cuidado.

No hay duda que el Papa tiene muchos aliados, incluso entre los obispos, que están tratando de ayudarle a reformar la mentalidad, procedimientos y estructuras de la Iglesia. Pero cuando se trata del Sínodo de los Obispos, aún muchos están todavía pensando con el viejo status quo en lugar de conectar de manera más creativa y con mayor profundidad la tradición de la Iglesia.

Es decepcionante y perturbador cuántos de ellos no tienen ni siquiera una correcta comprensión de la naturaleza del sínodo.

Por ejemplo, no es ni correcto ni útil referirse a un “sínodo sobre la familia” o “sínodo de este año”. Esto sólo refuerza la noción errónea de que existe el sínodo solo durante esas pocas semanas, cada vez que el Papa llama explícitamente a los obispos a Roma.

Pues no, el Sínodo de los Obispos es una institución permanente. Las reuniones, como la que actualmente tienen lugar en Roma, se llaman asambleas o sesiones.

Esto no pasa por ser quisquilloso, y no es solo una cuestión retórica sobre la semántica. Más bien, se trata de utilizar la denominación correcta para una institución que, cincuenta años después, todavía no se ha convertido en una parte normal en la mentalidad de la mayoría de los católicos, entre ellos obispos.

Pablo VI fue muy claro cuando estableció el Sínodo de los Obispos en 1965 al comienzo de la última sesión del Concilio Vaticano II. Dijo que iba a ser una institución permanente con un personal de oficina a tiempo completo (secretaría) y se convocaría a sesión sólo periódicamente.

Su motu proprio, Apostolica Sollicitudo, define el sínodo como una “institución eclesiástica central” que es “de naturaleza perpetua”. También dice que “se puede mejorar con el paso del tiempo”. Y mientras que el documento deja claro que “el suministro de información y ofrecer consejo” es el propósito del sínodo, también dice que el Papa puede concederle el “poder de la toma de decisiones”. Hasta el momento esto no ha sucedido.

Por otra parte, el motu proprio, dice que el Papa puede convocar una sesión del sínodo cada vez que le parezca necesario, definiendo si será “ordinario”, “extraordinario” o “especial”.

Y repito, estas son asambleas temporales que duran varias semanas. Por lo tanto, no hay tal cosa como el sínodo del año pasado. Sólo hay un sínodo y ha existido desde hace cincuenta años. Lamentablemente, muchos obispos, e incluso Francisco a veces, confunden estas distinciones utilizando un lenguaje descuidado.

Algunas traducciones de la revisión de 1983 del Código de Derecho Canónico también han contribuido, por desgracia, a esta confusión. La primera edición del nuevo código emitido por la Sociedad de Derecho Canónico de América utiliza tanto el artículo indefinido y el definido con el Sínodo. Esto sólo refuerza la idea de que se “convoca un sínodo” (temporal) en lugar de “se convoca a una asamblea” del Sínodo (permanente).

Todo esto pone de relieve el hecho de que la noción del Sínodo de los Obispos como un componente central y permanente de gobierno de la Iglesia sigue siendo muy ajeno a la mentalidad católica. El Papa reconoció implícitamente esto en su primera entrevista importante después de su elección, con La Civiltà Cattolica en septiembre de 2013.

“Quizá es tiempo de cambiar la metodología del Sínodo, porque la actual me parece estática. Eso podrá llegar a tener valor ecuménico, especialmente con nuestros hermanos ortodoxos”, dijo el Papa. “De ellos podemos aprender mucho sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre la tradición de sinodalidad”, añadió. Dijo que esto pasaría si se reflexiona y observa “cómo se gobernaba la Iglesia en los primeros siglos, antes de la ruptura entre Oriente y Occidente”.

Así solo sea una intuición o vana esperanza de ciertos eclesiólogos, o uno de los objetivos de Francisco, parece inevitable que el papel del Sínodo de los Obispos tendrá que desarrollarse más para jugar un papel más incisivo en el gobierno universal. Podría incluso imaginarse que se convierta en la estructura principal a través del cual el obispo de Roma gobierna, más allá de la Curia Romana.

Esa es probablemente al menos una de las razones por la que algunas personas están felices de mantener vagas e imprecisas nuestras nociones sobre la sinodalidad.


Enlaces de interés:

El Papa pide a los obispos en el Sínodo no caer en teorías conspirativas

Primeras conclusiones de los obispos en el Sínodo de la Familia

En su segunda semana, el Sínodo profundiza en el acompañamiento a la familia

Communion for divorced Catholics returns as emblematic synod issue


Fuente:

National Catholic Reporter

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