Sínodo reclama ‘nuevos caminos pastorales’ para la comunión de divorciados vueltos a casar

Relatio post disceptationem

11.00 a m| 13 oct 14 (RD/BV).- El Sínodo de Obispos reconoce la “urgencia de nuevos caminos pastorales” para las “familias heridas” (separados, divorciados vueltos a casar), que no estén basadas en “soluciones únicas” o inspiradas en la lógica del todo o nada. Entre ellas, la de la posibilidad del acceso a la comunión de los que se casan por lo civil tras el fracaso de su primer matrimonio. Este ha sido uno de los temas abordados con mayor profusión en la Relatio post disceptationem que esta mañana ha presentado el cardenal Peter Ërdo.

Este documento sintetiza lo debatido en la primera parte del Sínodo y consta de 58 ítems, dividido en tres partes, precedido por una Introducción y con una conclusión final. Servirá de base para los trabajos de los llamados “círculos menores”, grupos divididos por idiomas para preparar el documento final que será entregado al Papa Francisco a finales de semana.

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El documento expuesto por el cardenal Erdö da cuenta que se debe considerar “la posibilidad de dar relevancia a la fe de los novios en orden a la validez del sacramento del matrimonio”. Sobre todo se ha destacado que “en todos los casos se trata de establecer la verdad sobre la validez del vínculo”.

Además, el documento afirma que la comunidad local y los pastores “deben acompañar” a las personas divorciadas pero no vueltas a casar “con preocupación”, sobre todo cuando hay hijos o es grave su situación de pobreza. Sobre las situaciones de los divorciados vueltos a casar se ha puesto sobre la mesa la necesidad de “un discernimiento atento y un acompañamiento lleno de respeto, evitando cualquier lenguaje o actitud que les haga sentir discriminados”.


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El documento expresa que hacerse cargo de estas personas “no supone para la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del testimonio de la indisolubilidad matrimonial, sino que expresa su caridad con este cuidado”.

Con respecto a la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos han argumentado a favor de la disciplina actual en virtud de su “fundamento teológico”, otros han optado por una mayor apertura a las condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin determinar nuevas injusticias y sufrimientos.

En este sentido, el documento expuesto por el cardenal Erdö informa de que para algunos padres sinodales el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de “un camino penitencial -bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos”.

Esto se trataría de una posibilidad “no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso, según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción entre el estado de pecado, estado de gracia y circunstancias atenuantes”.

El documento plantea la clara necesidad de opciones pastorales valientes para sanar a las familias heridas, entre ellas los separados, los divorciados no vueltos a casar o vueltos a casar. En este sentido, los Padres sinodales, han advertido de “la urgencia de nuevos caminos pastorales”, que partan de la realidad efectiva de “las fragilidades familiares”, reconociendo que estas situaciones no se eligen la mayor parte de las veces, sino que solo se sufren. Se ha puesto de manifiesto que no es sabio pensar en “soluciones únicas” o inspiradas en la lógica del “todo o nada”.

Además, se ha resaltado la necesidad de que el diálogo y el debate vividos en el Sínodo continúen en las Iglesias locales al tiempo que se ha subrayado que las familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los “sujetos activos de toda la pastoral familiar”.

Sobre las familias heridas se ha planteado que primero debe ser escuchada “con respeto y amor” haciendo a sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia sus compañeros de camino. Han subrayado que es “indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio” así como pensar en los hijos que no pueden convertirse en un “objeto de contienda y que se deben buscar las “formas mejores” para que puedan superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más posible sereno.

De este modo, se ha propuesto la agilización del procedimiento de las causas matrimoniales, a través del aumento de la “responsabilidad del obispo diocesano”, el cual en su diócesis podría encargar a un sacerdote debidamente preparado que pueda gratuitamente aconsejar a las partes sobre la validez del matrimonio.

Igualmente, se ha aludido a la posibilidad de superar “la necesidad de la doble sentencia conforme” o “determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del obispo diocesano”, así como abrir “un proceso sumario para realizar en los casos de nulidad notoria”.

El informe presentado por el cardenal Erdö es un resumen de 58 puntos, dividido en tres partes, precedido por una Introducción y con una conclusión final. La primera parte versa sobre la necesidad de escuchar el contexto y los desafíos a la familia; La segunda aborda la mirada a Cristo y al Evangelio de la familia; La tercera es una línea guía que se basa en la confrontación con las perspectivas pastorales.

A su vez, los participantes en el Sínodo de los obispos coincidieron hoy en que la Iglesia Católica tiene que tener en cuenta también los valores positivos de las parejas unidas por lo civil o en convivencia. En el documento se destacan la apertura a valorar los aspectos positivos que existen también en las parejas que no se han casado por la Iglesia y el acogimiento a todas las personas en situaciones “difíciles” como el divorcio.

“Una sensibilidad nueva de la pastoral actual consiste en acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas diferencias entre las convivencias. Es necesario que indiquemos también elementos constructivos en aquellas situaciones”, se lee en la relación.

Durante el debate los obispos han destacado el aumento de los casos de parejas que no se casan por la Iglesia, pero también el número creciente de aquellos que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan la celebración del matrimonio en la Iglesia.

Para los obispos, la convivencia “es a menudo elegida a causa de la mentalidad general, contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos”, pero también por la falta seguridad económica, ya que además en muchos países las parejas consideran que “casarse es un lujo, de modo que les empuja a vivir en uniones”.

Los obispos animan a las diócesis a acoger “los valores familiares auténticos o al menos el deseo de ellos” que existen en estas uniones.

No obstante, los obispos instan a abordar estas situaciones “de manera constructiva” y a intentar “transformarlas” hacia “un matrimonio y una familia a la luz del Evangelio” con la ayuda del “testimonio atractivo de auténticas familias cristianas”.

Las nueve páginas de la Relatio post disceptationem servirán ahora al Sínodo de base para los trabajos de los llamados “círculos menores”, grupos divididos por idiomas para preparar el documento final que será entregado al papa Francisco a finales de semana.

Los participantes en el Sínodo de los obispos consideran que los homosexuales “tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, pero se interrogan sobre cómo encontrar una camino realista de acogida.

En el capítulo dedicado a este asunto, los obispos se preguntan: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades?, ¿nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?.

Ante estos interrogantes, los obispos no sacan conclusiones y se limitan a afirmar que la cuestión de la homosexualidad “requiere una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual”.

Para los participantes en este Sínodo sobre la familia, este tema “se presenta como un importante desafío educativo”.

Los obispos afirman que han tomado en consideración durante los últimos días que “hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas”.

Y aseguran que “la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”.

No obstante, en este apartado los miembros de la Iglesia católica reiteran que para ellos “las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer”.

Y concluyen que sobre este tema “no es aceptable que se quieran ejercer presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos internacionales condicionen”.

Fuente:

Religión Digital

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