Conociendo a Jorge Mario Bergoglio
5.00 p m| 14 mar 13 (VIDA NUEVA/BV).- En sus primeras acciones como Papa quedan expuestos algunos rasgos de su personalidad: al presentarse ante los fieles en Roma, no salió con una cruz de oro y piedras preciosas en su vestimenta como fue el caso de Pontífices anteriores, sino con la sobriedad de un blanco impecable y en el pecho su cruz de madera; eligió por nombre Francisco, por San Francisco de Asís, devoto de Jesús y luchador incansable por acercar la Iglesia a los pobres; su primer mensaje fue sencillo, se mostró afable con los fieles y antes de su bendición pidió “la oración del pueblo que pide la bendición para su Obispo”; cuando fue elegido en el cónclave, rechazó el trono y prefirió una silla y al retirarse con el resto de cardenales lo hizo en el mismo bus que todos los demás.
Además es importante también tener una referencia de su actividad anterior como arzobispo de Buenos Aires, puesto que ocupaba desde 1998. Entre sus mensajes destacan la preocupación por la situación política de su país, la corrupción, la trata de personas o las catástrofes humanas, como el accidente ferroviario de Once en febrero de 2012. También formó parte de polémicas frente al poder político.
Aunque por lo general ha tenido un perfil bajo, Jorge Bergoglio no se caracterizó por ser un arzobispo silente ante los asuntos públicos de la realidad de su diócesis bonaerense, ni de toda Argentina, de la que era cardenal primado. En su último mensaje como arzobispo de Buenos Aires, emitido el 13 de febrero con motivo del inicio de la Cuaresma, criticaba el acostumbramiento a “la crónica negra de la sociedad contemporánea”, la violencia, la envidia, el “desprecio por los derechos de las personas y de los pueblos”. “Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama”, escribió en aquella misiva.
Sensible ante los problemas sociales
Durante varios años celebró una misa anual por las víctimas de la trata y el tráfico de personas, organizada por grupos que luchan contra esta lacra en la capital argentina y sus alrededores. En la última de estas celebraciones, celebrada en la estación de Constitución (al sur de Buenos Aires) en septiembre de 2012, se preguntaba “¿Dónde está tu hermano?”, durante su homilía.
“¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿El que estás matando todos los días en el taller clandestino, en la red de prostitución, en las ranchadas (grupos) de los chicos que usas para mendicidad, para distribución de droga, para rapiña y para prostituirlos? ¿Dónde está tu hermano el que tiene que trabajar casi de escondidas de cartonero porque todavía no ha sido formalizado? ¡Porque en esta ciudad [Buenos Aires] está instalado el sistema de trata de personas, ese crimen mafioso y aberrante!”, dijo en aquella ocasión.
Otro ejemplo de esta noción de la realidad se puede observar en agosto de 2012, en la celebración de la fiesta de San Cayetano, un santo al que se le pide pan y trabajo, cuando dijo “es verdad que el trabajo está duro, cuesta conseguirlo, y el pan está caro, el más barato como a siete pesos el kilo”, en referencia a los altos índices de inflación que sufren los argentinos.
También el pasado año, en una de las fechas tradicionales del calendario argentino, el 25 de mayo, fecha de constitución de la primera junta de los revolucionarios argentinos en su independencia de España, Bergoglio criticó la “mentira del poder como ideología única” y el “relativismo”. Y alertó contra una sociedad consumista en la que “los extremos débiles son descartados”.
Otra homilía significativa fue la pronunciada después del trágico accidente ferroviario de la estación de Once en Buenos Aires de febrero de 2012. Un mes después de la tragedia, en la que murieron 52 personas por la colisión de uno de los trenes que llegan del área metropolitana de Buenos Aires al centro de la ciudad, Bergoglio criticó a los “responsables irresponsables” y denunció el mal estado de los ferrocarriles porteños.
“¡Casi la totalidad de ellos venían a ganarse el pan! ¡Dignamente! Que no nos acostumbremos, Padre, a que para ganarse el pan hay que viajar como ganado. Que no nos acostumbremos Padre a que en esta ciudad (Buenos Aires) no se llora nada, todo se arregla y todo se acomoda”, clamó.
Durante la etapa más dura del “corralito” argentino, la crisis económica que en diciembre de 2001 llevó al impago de la deuda externa argentina, la devaluación de la moneda y la pérdida de sus ahorros de gran parte del país, Bergoglio reclamó “hacerse cargo de la esperanza” en la celebración de Nochebuena de ese año.
“Hoy en medio de esta oscuridad de los argentinos amanece una luz, que no es ni mengano, ni sultano, ni perengano: es Jesucristo. El único que da la esperanza que no defrauda”, dijo en aquella Nochebuena el hoy papa.
Otras extractos de homilias recientes
– Los que se escandalizaban cuando Jesús iba a comer con los pecadores, con los publicanos, a éstos Jesús les dice: “los publicanos y las prostitutas los van a preceder a ustedes”… que era lo peorcito de la época. Jesús no los banca. Son los que han clericalizado —por usar una palabra que se entienda— a la Iglesia del Señor. La llenan de preceptos y con dolor lo digo, y si parece una denuncia o una ofensa, perdónenme, pero en nuestra región eclesiástica hay presbíteros que no bautizan a los chicos de las madres solteras porque no fueron concebidos en la santidad del matrimonio. Éstos son los hipócritas de hoy. Los que clericalizaron a la Iglesia. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación. Y esa pobre chica que, pudiendo haber mandado a su hijo al remitente, tuvo la valentía de traerlo al mundo, va peregrinando de parroquia en parroquia para que se lo bauticen (2 de septiembre de 2012).
– Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón. Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del mundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas – incluso de niños – junto con la miseria material y moral son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.
– La justicia es la que alegra el corazón: cuando hay para todos, cuando uno ve que hay igualdad, equidad, cuando cada uno tiene lo suyo. Cuando uno ve que alcanza para todos, si es bien nacido, siente una felicidad especial en el corazón. Ahí se agranda el corazón de cada uno y se funde con el de los otros y nos hace sentir la Patria. La Patria florece cuando vemos “en el trono a la noble igualdad”, como bien dice nuestro himno nacional. La injusticia en cambio lo ensombrece todo. Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que no. (…) Decir “todos los chicos” es decir todo el futuro. Decir “todos los jubilados” es decir toda nuestra historia. Nuestro pueblo sabe que el todo es mayor que las partes y por eso pedimos “pan y trabajo para todos”. Qué despreciable en cambio el que atesora sólo para su hoy, el que tiene un corazón chiquito de egoísmo y sólo piensa en manotear esa tajada que no se llevará cuando se muera. Porque nadie se lleva nada. Nunca ví un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre. Mi abuela nos decía: “la mortaja no tiene bolsillos” (7 agosto 2012).
Fuentes: Revista Vida Nueva y Aleteia.org
Quiero subrayar estas palabras de una de sus homilías: "…nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras." Todo esto, frente al desarraigo cristiano en nuestras sociedades.
Ruego a Dios que: !Hoy desde su gestión, Por Fin Realmente, estemos en posición de hacerles frente!…