Cardenal Martini: libre hasta el fin
“En su reciente pequeño libro (titulado “El Obispo“) Martini escribe: “No piense el obispo poder guiar eficazmente a las personas confiadas a él con la multiplicidad de las prescripciones y decretos o con las prohibiciones y los juicios negativos. Apunte más bien a su formación interior, al gusto y atracción de la Sagrada Escritura, presente las motivaciones positivas de nuestro actuar según el Evangelio. Obtendrá así mucho más que no con rígidos reclamos a la observancia de las normas”.
Ese estilo radicalmente libre lo testimonia también en la última entrevista que concedió.
¿Cómo ve Usted la situación de la Iglesia?
“En la Europa del bienestar y en Norteamérica la Iglesia está cansada. Nuestra cultura ha envejecido, nuestras iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia aumenta, nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos. ¿Reflejan estas cosas lo que somos actualmente? (…) El bienestar pesa. Nos encontramos como el joven rico que se marchó triste cuando Jesús lo llamó para hacerlo discípulo suyo. Sé que no podemos desprendernos de todo con facilidad, pero al menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo. Como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos? No podemos por ninguna razón limitarlos con los vínculos de la institución”.
¿Qué puede ayudar a la Iglesia hoy?
“Al Padre Karl Rahner le gustaba usar la imagen de la brasa que se esconde bajo la ceniza. Yo veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza sobre la brasa, que a veces me asalta una sensación de impotencia. ¿Qué hacer para librar la brasa de la ceniza, de modo que pueda revigorizar la llama del amor? Ante todo debemos buscar esa brasa, preguntarnos: ¿Dónde están aquellas personas llenas de generosidad como el buen samaritano, o con fe como el centurión romano, o entusiastas como Juan Bautista, o que se atreven a lo nuevo como Pablo, o son fieles como María Magdalena? Yo le aconsejo al Papa y a los obispos que busquen doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección. Hombres que se muestren cercanos a los más pobres, que se rodeen de gente joven y experimenten cosas nuevas. Tenemos necesidad de confrontarnos con personas que ardan para que el espíritu pueda difundirse por todas partes”.
¿Qué instrumentos aconseja contra el cansancio de la Iglesia?
“Sugiero tres muy importantes. El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer sus propios errores y recorrer un camino de cambio radical, comenzando por el Papa y por los obispos. Los escándalos de la pedofilia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los asuntos que competen al cuerpo son un ejemplo. Son cuestiones importantes para todos y a veces incluso demasiado importantes. Debemos preguntarnos si todavía la gente escucha los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿La Iglesia es todavía en este campo una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios?
El segundo instrumento es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II ha restituido la Biblia a los católicos. (…) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar parte de aquellos que ayudarán a la renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas de la gente con opciones justas. La Palabra de Dios es sencilla y busca la compañía de un corazón que escuche (…). Ni el clero ni el Derecho Canónico pueden sustituir a la interioridad de la persona. Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas nos son dadas para aclarar la voz interior y para el discernimiento.
¿Para quién son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de curación. Los sacramentos no son un instrumento para la disciplina, sino una ayuda para las personas en los distintos momentos del camino y en las debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza? Pienso en todos los divorciados y en las parejas vueltas a casar, en las familias ampliadas. Todos ellos tienen necesidad de una protección especial. La Iglesia sostiene la indisolubilidad del matrimonio. Es una gracia cuando un matrimonio y una familia se logran (…). La actitud que tengamos con relación a las familias ampliadas determinará la cercanía a la Iglesia de las generaciones de hijos. Una mujer ha sido abandonada por el marido y encuentra un nuevo compañero que se ocupa de ella y de sus tres hijos. El segundo amor se logra. Si esta familia es discriminada, se está echando fuera no sólo a la madre sino también a sus hijos. Si los padres se sienten alejados de la Iglesia o no sienten su apoyo, la Iglesia perderá a la generación futura. Antes de la comunión rezamos: “Señor, yo no soy digno…”. Sabemos que no somos dignos (…). El amor es gracia. El amor es un don. La pregunta de si los divorciados pueden comulgar debería plantearse al revés. ¿Cómo puede la Iglesia salir con la fuerza de los sacramentos en ayuda de quien vive una situación familiar compleja?”
¿Qué hace Usted personalmente?
“La Iglesia se ha quedado retrasada 200 años. ¿Cómo no se sacude? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en vez de coraje? Pero sabemos que la fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, es decir, la confianza, el coraje. Yo estoy viejo y enfermo, dependo de la ayuda de los demás. Las personas buenas en torno a mí me hacen sentir el amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que a veces percibo respecto a la Iglesia en Europa. Solo el amor vence al cansancio. Dios es Amor. Y ahora yo tengo una pregunta para ti: ¿Qué cosa puedes hacer tú por la Iglesia?”.
Entrevista de Georg Sporschill SJ y Federica Radice Fossati Confalonieri
1 de septiembre del 2012
Traducción: P. Carlos Cardó SJ