Se abre el primer ‘patio’ de creyentes y ateos en París
La idea no es del todo nueva. Después del Concilio Vaticano II fue creado, y duró algunos años. La iniciativa tiene el nombre de “Patio de los gentiles”. La idea y la fórmula son de Benedicto XVI, que las lanzó el 21 de diciembre del 2009, en el discurso con el que dio los saludos navideños a la curia romana.
La idea de Ratzinger – según el cual la cuestión de Dios es la “prioridad” del pontificado – es la de abrir un diálogo sistemático con los hombres que están más alejados de Dios, para que vuelvan a acercársele “al menos como Desconocido“.
En cuanto a la fórmula “Patio de los gentiles”, Benedicto XVI la ha tomado de los Evangelios, de la página en la que Jesús bota a los mercaderes del templo:
“Me viene a la mente la frase que Jesús cita del profeta Isaías, es decir, que el templo debería ser una casa de oración para todos los pueblos (cfr. Is 56, 7; Mc 11, 17). Él pensaba en el llamado patio de los gentiles, del que expulsó negocios extraños para que fuese el espacio libre para los gentiles que querían rezar allí al único Dios, aun cuando no podían tomar parte en el misterio, a cuyo servicio estaba reservado el interior del templo. Espacio de oración para todos los pueblos: con esto, se pensaba en personas que conocen a Dios, por así decir, solamente de lejos; que están descontentas con sus dioses, ritos y mitos; que desean al Puro y al Grande, aunque Dios permanece para ellos como el ‘Dios desconocido’ (cfr. Hch 17, 23). Ellos debían poder rezar al Dios desconocido y sin embargo estar en relación con el Dios verdadero, aun cuando en medio de oscuridades de diversas clases.”
Pero para entender algo más el significado del “Patio de los gentiles”, un valiente exegeta es sin duda el arzobispo Ravasi, biblista de fama mundial y con una amplia red de contactos personales con hombres de cultura más o menos lejanos de la fe. Ravasi, en una entrevista del 25 de febrero pasado en el diario de los obispos italianos “Avvenire”, manifestó lo siguiente:
“Es necesario tener en cuenta los diferentes ateismos, no reducibles a un único modelo. Por una parte está el gran ateismo de Nietzsche y Marx que ha entrado en crisis, constituido por una explicación de la realidad alternativa a aquella de los creyentes, pero con una ética suya, una visión seria y valerosa, por ejemplo, en el considerar al hombre solo en el universo. Luego está el ateísmo irónico-sarcástico de Onfray, Dawkins y Hitchens que toma aspectos marginales del creer o lecturas fundamentalistas de la Biblias. En tercer lugar hay una indiferencia absoluta hija de la secularización, bien sintetizada por el ejemplo que Charles Taylor hace en ‘La edad secular’ cuando afirma que si Dios viniera hoy a una de nuestras ciudades, la única cosa que sucedería es que le pedirían documentos”.
Imagen: Antiguo Templo de Jerusalén. En la parte exterior estaba el patio de los gentiles, rodeado de una muralla almenada; los cuatro lados del patio estaban rodeados de suntuosos pórticos al estilo helenista. Sobre el muro donde finalizaba el atrio de los Gentiles, podían leerse rótulos en hebreo, griego y latín. Estos rótulos advertían muy seriamente que todo no judío que traspasara aquel límite, sería castigado con la muerte.
Gentiles
Quisiéramos ante todo explicar el símbolo usado por el Papa, una locución no conocida por todos, si bien a muchos saben que el vocablo “gentiles” designa en el lenguaje eclesiástico a los “no judíos”, es decir a los paganos, que se habían acercado al cristianismo: el término deriva del latín “gens” en el sentido de nacionalidad extranjera en oposición al “populus romanus” (en hebreo eran los “goj/gojim”, presente 561 veces en el Antiguo Testamento; en griego “èthnos/èthne”, un vocablo que resuena unas 162 veces en el Nuevo Testamento). Es muy conocido cuánto se esforzó san Pablo por abrir a estos las puertas de la nueva fe, sin obligarlos a pasar previamente por la circunsición y, por lo tanto, por la judaización, como algunos exponentes de la comunidad cristiana de los orígenes (los judeo-cristianos) exigían. ¿Pero qué realidad evoca el “Patio de los gentiles”?
En relación a esto debemos referirnos al templo de Jerusalén, sobre todo en la tipología ofrecida por el imponente edificio querido por el rey Herodes a partir del año 20 antes de la era cristiana en donde aparte de las áreas reservadas a las mujeres, a los israelitas, a los sacerdotes y al santuario propiamente dicho, se abría un espacio al cual podían entrar precisamente los paganos de visita en Jerusalén. Era este el “Patio de los gentiles”.
La prueba concreta de la existencia de este recinto especial es una lápida de 60 centímetros por 90 con una inscripción griega, descubierta en 1871 por el arqueólogo francés Charles Simon Clermont-Ganneau y hoy conservada en el museo arqueológico de Estambul. En ella se lee una prohibición análoga a las indicaciones actuales con aviso “peligro de muerte” o de “zona militar” no traspasable: “Ningún extranjero (alloghenès) ingrese más allá de la balaustrada y de la cinta que circunda el área sacra (hièron). Quien fuera sorprendido en flagrante será culpable de la muerte que a continuación se le procurará”