Escuché esta canción cuando dictaba una clase a un grupo de docentes de todo el país pocos días antes de las celebraciones del 6 de julio (Día del Maestro en Perú). Ellos me pidieron unos minutos para un compartir. Imposible negarse. Les di unos minutos y en medio de la alegría -también nostalgia por estar lejos de sus familias- una maestra cantó esta canción.
En ese momento no atiné a grabarlo. A veces solo hay que vivir el momento, no?
Felizmente tuvo la excelente idea de grabarlo y subirlo al youtube.
Pueden estar seguros e ir a ver El Principito porque existen altas posibilidades que al salir digan que la película es bonita. Y quizás digan esto porque es casi un pecado criticar con dureza algo que esté vinculado a esta obra de Saint-Exupéry. Aun cuando lo merezca. Pero para saber si valió la pena o no, vayan con un niño. Yo fui con mi hijo y aunque por momentos la vio de pie –de lo emocionado que andaba- dudo que la vaya a recordar así como lo hace con Intensamente o con las Guerras de la Galaxias.
Así que diré que es una aceptable película para niños. Mientras que por mi parte diré que la he visto y que quizá me pase como a Ignacio, es decir que no la pediría de vuelta.
Esta es la pregunta que guía la obra de Alejandro León Cannock y que intenta responder desde dos frentes. El primero se centra en la reflexión filosófica como herramienta para cuestionar y construir sentido a partir de observaciones cotidianas sobre la corrupción, el amor, el quehacer docente, la memoria y los viajes, entre otras. La segunda cuestiona los cimientos de la filosofía como discurso académico, enfatiza el potencial aporte de ésta a la vida misma y esboza los principios de la filosofía pop.
El mismo autor plantea que éste es un libro de filosofía para no filósofos. En este sentido se enmarca en la tradición de textos cuyo objetivo es iniciar al ciudadano de a pie o simple mortal en un campo de conocimiento especializado. Quien tenga una formación en filosofía, podría encontrar esta colección de ensayos como poco interesantes e incluso hasta aburridos. Quien no, también y es que Alejandro León Cannock comparte sus reflexiones que, en ocasiones y para ser amables, son poco interesantes. Algunas pocas son para el recuerdo. Recomiendo con especial énfasis las que he mencionado en el párrafo anterior. En todo caso hay que reconocer que el autor es coherente de principio a fin. En ningún momento hay una intención de cerrar ideas sino abrir interrogantes. Yo usaré la expresión de restar obviedad, de sospechar de lo transparente.
Me ha llamado la atención la mención a la filosofía pop y el esbozo de ésta como un discurso válido en la construcción de sentido. Coincido con el autor cuando señala que la filosofía ha perdido capacidad de aportar a la vida misma desde que pretendió constituirse en un discurso cerrado que valora al autor antes que a la idea, que prefiere ir por el camino seguro de la fundamentación de lo ya sabido antes que por su cuestionamiento. Encuentro las referencias del trabajo de filósofos como Deleuze, Onfray y Zizek acertada.
Si León Cannock logra lo que se propone, es algo que deberá responder cada lector. La intención con la que el libro ha sido escrito y publicado es obvia y se evidencia desde el inicio hasta el fin: hay que cuestionarse todo porque es la única forma de pensar. El resto es pura ilusión.
Entre 1988 y 1989 Gilles Deleuze fue entrevistado por un programa de televisión francés. El abecedario -que pronunciado en francés puede ser una exquisitez- fue el producto de dichas entrevistas. La lógica era simple: Deleuze debía discurrir sobre un tema que empezara con cada letra del abecedario.
La nota negra, si cabe el término es que Deleuze pidió que este documental sea póstumo. Se emitió por primera vez en 1996.