Archivo por meses: agosto 2015

#Larecetadeayer

Me dijo que lo espere 5 minutos. Pero sus 5 minutos no fueron 5 minutos.

En la cocina ocurre que pequeños lapsos de tiempo pueden hacer la diferencia entre un plato perfecto y un desastre monumental. Así que ahí el tiempo es realmente el tiempo y no hay tolerancia que valga.

Pero el tiempo por sí solo no genera una tiranía. Hay que considerar la temperatura. Porque una cosa es un horno a 180 grados por 45 minutos y otra totalmente distinta es ponerlo a 100. En todo caso, estar atento a la cocción parece ser la mejor salida.

Mientras esperaba fui colocando en una fuente un fondo de salsa a la boloñesa con mucho cuidado de cubrir todo los espacios posibles. Eso me tomó unos 10 minutos o quizá más. A poco de terminar se acercó Ignacio a ayudarme.

Cocinar con un niño de 4 años es una cosa maravillosa. Se toman todo tan en serio como el más exigente de los chefs. Al ver la fuente, Ignacio descubrió que había puesto la salsa dispareja. Tomó la cuchara y empezó a equilibrarla.

Luego me ayudó a poner unos enrollados de pollo deshilachado, champiñones –que cociné previamente con mantequilla y ajos en polvo- y una salsa de mayonesa con kétchup en la masa de enchiladas y tacos. Hay que poner los rollos con la unión hacia abajo para que no se vayan a abrir. Algunos podrían tomarse la libertad de no poner pollo y cambiarlo por carne, o de picar tomates para añadirles al relleno. Sean libres y cuéntenme que se les ocurre.

Al terminar hay que ponerle una capa más de salsa boloñesa. Sugiero añadir queso parmesano y mozarela al gusto.

Hasta aquí es donde Ignacio pudo ayudarme.

Luego vino la tiranía del tiempo y el fuego.

El horno debe estar a 180 grados y hay que tener la paciencia suficiente para esperar 40 minutos. Leí un truco para que la cubierta superior quede dorada. Los últimos 5 minutos hay que cocinarlos a 190 grados. Hay un riesgo: que la capa empiece a quemarse. Aquí sugiero llevarse por el instinto y un buen olfato.

¡Bon appetit!

Una visita al Áleph

¿Puede un colegio sostenerse sin una pedagogía?

Para la gente de Áleph esto es posible porque más allá de una postura pedagógica debe existir una filosofía sobre la cual se estructura no sólo lo que ocurre dentro de un salón de clase sino toda la vida escolar.

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Aquí ya hay una claro distanciamiento a las propuestas tradicionales, aquellas que tras el disfraz de visiones y misiones institucionales que afirman promover una educación integral, siguen sosteniéndose sobre las mismas concepciones y prácticas pedagógicas que pierden de vista las diferencias de cada niño y adolescente, que priorizan el producto antes que el proceso y la transmisión antes que la construcción del conocimiento. En Áleph parece que han entendido que si el mundo está cambiando, la educación no se puede quedar atrás.

Planteo un ejemplo.

Al preguntar como se trabaja la inmersión en el mundo de la lecto-escritura, obtuve un relato bastante interesante. Desde el día a día los alumnos en Áleph están inmersos entre números  y letras. Aún los más pequeños deben iniciar su rutina ubicando sus nombres, en algunos casos sus fotografías, y firmando. Aquí se trabaja la identidad y se le vincula al reconocimiento de su nombre. El interés por las letras empieza ahí y se fortalece con las lecturas diarias, los vocabularios personales –que cada niño opta por construir- y por actividades tan sencillas como ir a preguntar cual es el menú del día. Los números siguen la misma fórmula. A diario, los niños deben contar cuantos están presentes y decir cuántos están ausentes, cuantos hombres y cuantas mujeres están. En los sectores que se enfocan en la vida cotidiana, deben realizar tareas como pesar manzanas o contar vasos.

El desarrollo de otras habilidades se realiza a través de proyectos que siempre parten por promover la curiosidad, la observación y el registro de datos desde los propios alumnos. Los docentes son facilitadores antes que los protagonistas del acto educativo. El arte y sus diversas expresiones ocupan un lugar vital y no son solo vistos como cursos o talleres alejados del resto del currículo.

Finalmente, aún hay cosas que Áleph puede mejorar. Considero que a diferencia de la Casa Amarilla, acaso su la propuesta más cercana, Áleph pierde en contacto con su entorno. La ubicación los lleva a levantar murallas y esto puede ser perjudicial. Ahí tienen un reto vital: distanciarse de la figura de burbuja que lleva a encapsularse a las instituciones educativas.

#Larecetadeayer

Creo que es bastante pertinente pensar en el cocinar como una suerte de alquimia. Todos hemos probado la mayonesa, conocemos el sabor de la sal y la pimienta así como el fuerte sabor del ajo. Ni que decir del pollo que debe ser la carne blanca más consumida en nuestro país.
Pero en diversas proporciones y bajo la magia de un buen horno puede surgir nuevos sabores. Aquí la receta de ayer.
En un bol mezclar mayonesa, sal, pimienta negra -de preferencia recién molida porque su sabor es más intenso y natural. Añadir queso parmesano. La receta sugiere ajo en polvo pero aquí cabe espacio para hacer de una receta cualquiera algo personal. Pienso que la paprika, para quienes busquen un picante exótico al paladar limeño, o el perejil picado con maestría, para quien quiera recurrir a un sabor más cercano a nosotros, pueden ser buenos complementos. Otras especies podrían entrar en esta magia. Es tu elección.
Yo me tomé algunas. La receta sugiere servir con arroz blanco. Yo en cambio lo serví en un pan crocante, calentado en el horno para tener la sensación de haber sido recién hecho. Además, la receta pide engrasar un molde y nada más. Yo lo hice con aceite de oliva y añadí una cama de champiñones.
Después de cubrir las pechugas de pollo en la salsa de mayonesa, hay que acostar las pechugas en el molde y meterlas en el horno a 190° por 45 minutos. La paciencia es un requisito en la cocina.
A los 10 minutos ya se puede oler la magia. A los 30 sugiero darle una mirada al horno. Si la dosis de parmesano es ideal, y si has tenido la idea de añadir una generosa dosis hasta formar una capa superior, podrás esperar una corteza crujiente y deliciosa.
Unas rodajas de tomate para complementar el sánguche y un café recién hecho fue mi cierre.
No presento fotos porque no me alcanza la maldad.
Buen viernes!