Sobre vigilantes y conciencia cívica

Colgué esta noticia en el muro de Voto Vigilante y al cabo de unos pocos minutos desapareció.

Debo de confesar que me llamó mucho la atención y así lo comenté. Mayor fue mi sorpresa cuando recibí la siguiente respuesta:

Me sorprendió y me ofendió.
Lamento que Voto Vigilante haya retirado su comentario de mi muro porque con ello desapareció mi respuesta escrita en estos términos más o menos.
“Pareces un poco selectivo en las noticias que quieres cubrir y yo un poco ingenuo. ¿Donde está la ofensa? Discrepar no ofende. Por otro lado, ¿un corrupto vale más que 10 mil de ellos? Sí respondes que sí sabré que te quedas con lo puramente cuantitativo.”
Mi primera impresión es de sorpresa. Y si escribo sobre esto es porque realmente necesito hacerlo para entender lo que pasó. Un simple comentario que expresaba mi extrañeza y que, es cierto, exigía cierta explicación de Voto Vigilante generó una respuesta que denota un tufillo paranoide (propio de quien asume su tarea fiscalizadora como cierta pedantería moral).
El rol de generar conciencia política es valioso e importante. Más en un país como el nuestro en el que pareciera que la idea de conciencia cívica se limita a cumplir con el día de las elecciones y no hacerse responsable de su decisión. Dicho de otra forma pareciera que solo votamos por un presidente y no por el plan de trabajo que éste trae.
Aplaudí y envidié la propuesta de Voto Vigilante. Mientras esperaba los resultados de las últimas elecciones conversaba con una amiga historiadora sobre la importancia de crear un espacio de esas características en las redes sociales. Al día siguiente apareció Voto Vigilante, me hice seguidor de la página y seguí varias de sus posts. Lo envidié porque me pareció una propuesta interesante, valiosa y enriquecedora. Me hubiese gustado contribuir a la sociedad de esa manera.
Sin embargo, mi sensación ahora es otra. ¿Qué pensar de Voto Vigilante después de este incidente? No he tomado la decisión de desligarme de su site pero como comenté en un post anterior parece que hay que desconfiar –sanamente- de las buenas intenciones.
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