Libro – State and society in the Philippines
Refiriéndose a las Filipinas, el famoso historiador del Sudeste Asiático, Benedict Anderson, comentó que “desde cierto punto de vista podría parecer haberse ido flotado al lejano oeste desde el litoral de los Andes españoles” (1998: 20). Después de todo, este país del Sudeste Asiático comparte con los países de habla hispana la experiencia colonial bajo el imperio español y el influjo de la Iglesia católica, lo cual puede llevar a sugerentes comparaciones. Para una primera aproximación a este fascinante país, State and Society in the Philippines de Patricio Abinales y Donna Amoroso (Lanham: Rowman & Littlefield, 2005) es un buen punto de partida.
Más tradicional en su exposición que Indonesia: Peoples and Histories de Jean Gelman Taylor, Abinales y Amoroso (ambos asociados a la Universidad de Kyoto) nos dan una mirada de la historia filipina, desde los tiempos prehispánicos hasta el presente, recurriendo a la bibliografía histórica más reciente. Desde la inexistencia de Estados centralizados -como en Java o Ayutthaya-, pasando por la llegada del Islam, la conquista y colonia española, la conquista estadounidense, el interludio japonés y el caudillismo actual, los autores enfatizan las interacciones entre Estado y sociedad, tal como proponen desde su título.
Hubo varias cosas que me llamaron la atención al leer este libro, proviniendo de una formación con énfasis en historia peruana y latinoamericana. Primero, la falta de difusión de la lengua española en las Filipinas y la permanencia de numerosas lenguas nativas. Si bien esto se puede atribuir a la muy limitada inmigración peninsular a las islas en comparación con las posesiones en América -en el Perú los españoles y criollos sumaron el 12.6% de la población en 1795 (Fisher 2003: 87), mientras que en las Filipinas sumaron menos del 2% en 1810 (85)-, en las Filipinas el Estado y la Iglesia activamente desearon este resultado. Mientras que en el Perú, al no existir los recursos para entrenar misioneros en todas las lenguas existentes en el momento de la conquista, se consolidaron las numerosas lenguas nativas en tan solo tres (quechua, aymara y puquina), en las Filipinas los frailes intencionalmente buscaron preservar la multplicidad lingüística. Esto les resultaría como mecanismo para limitar la influencia del Estado, ya que al ser los únicos interlocutores que podrían mediar entre este y los diversos grupos lingüísticos su posición de poder estaría garantizada. Por su parte, hasta la década de 1860 el Estado también rechazó sistemáticamente los pedidos de las élites filipinas nativas por el establecimiento de escuelas de lengua española. Existía el temor de que al proveerles una lengua en común a todas las poblaciones de las islas podría darse un movimiento separatista como el que resultó en la pérdida de la mayor parte de su imperio americano.
La política moderna en ambos países, en cambio, es muy similar. Los partidos políticos en las Filipinas carecen de ideología, y los políticos mismos mudan de partido sin dificultad alguna. El clientelismo es la pieza clave del sistema, y la compra de votos a cambio de regalos o promesas es muy extendido. Asimismo, acusaciones de corrupción, nepotismo o malversación de fondos tienen prácticamente nulas consecuencias sobre la carrera de los políticos filipinos. Se podría decir que la idea del roba pero hace obra sobre el que se basan varias carreras políticas en el Perú tiene mucha vigencia en las Filipinas. Así como en el Perú, este 2016 hay elecciones por allá también, y uno de los principales candidatos, Rodrigo Duterte, podría estar cómodo entre nuestros políticos. Actualmente alcalde de la ciudad de Davao, el orgullosamente mujeriego Duterte ha prometido matar 100,000 criminales con sus escuadrones de aniquilamiento en caso de ser elegido presidente. Alguna vez se ofendió al ser acusado de haber personalmente matado a 700 delincuentes, asegurando más bien que había asesinado a por lo menos el doble de esa cifra.
Finalmente, uno de los puntos que más me llamó la atención, y que eventualmente devino en mi tesis de maestría, fue el de la actitud filipina respecto de los territorios no conquistados por los españoles en la isla meridional y musulmana de Mindanao. Así como en la selva amazónica, la presencia estatal española fue prácticamente nula, y para todo propósito práctico no estaba bajo la soberanía del rey de España. Sin embargo, y al igual que las repúblicas amazónicas hispánicas, la élite filipina católica insistió en que dichos territorios les pertenecían como herencia española, y que les correspondía a ellos la misión de civilizarlas. Por ello es que hablo de destinos heredados a la hora de referirme a Mindanao o la Amazonía. Asimismo, en décadas posteriores, tanto en el Perú como en las Filipinas, ante el fracaso de los intentos de realizar reformas agrarias, los gobiernos promovieron más bien campañas de migración hacia estas ‘fronteras vacías’, para así reducir la presión por tierras.
Parece no estar disponible en bibliotecas en Lima, pero se puede adquirir aquí.
Bibliografía
Benedict Anderson, The spectre of comparisons: nationalism, Southeast Asia, and the world. Londres: Verso, 1998.
John Fisher, Bourbon Peru: 1750-1824. Liverpool: Liverpool University Press, 2003.