Archivo de la categoría: 09.1 Los Lugares de José María Arguedas

Presenta fichas sobre ‘lugares’ o espacios simbólicos consignados en la obra poética y antropológica del escritor que pudieron haber sido inspirados por la infancia del autor en San Juan de Lucanas.

Lima

“Y Lima creció en 10 años, en 20 años, se extendía las haciendas de los alrededores. Las chacras de cebolla, de lechugas, de algodón y de vid, se convirtieron en urbanizaciones; en barrios pobres y oscuros y sucios, llenos de gente, de criaturas, de vendedores ambulantes y de tiendas de japoneses y chinos; o en barrios de lujo, silenciosos, limpios, tranquilos, donde mostraban su fachada europea, de distancia en distancia, grandes residencias, techadas de teja, cubiertas de enredaderas, y rodeadas de parques extensos donde no se veía a nadie; barrios con calles anchas, sombreadas por árboles.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 102)

En esta parte Arguedas busca mostrar el crecimiento económico que había tenido la ciudad de Lima en los últimos años. Sin embargo, resalta que este crecimiento no se ha dado de una forma pareja en todos los lugares de lima, y mucho menos del país, ya que mientras que algunos barrios buscan ser imitaciones del lujos y la tranquilidad europea, otros están plagados de desorden suciedad y caos.
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Utej

“Muy abajo cerca ya del Río grande, se veía Utej; el pueblito bullicioso de los maizales y duraznos”

J. M. Arguedas, Los comuneros de Utej Pampa. Pág. 20

“Desde la cumbre de Santa Bárbara se ve toda la pampa de Utej. Comienza al pie del cerro y termina en el barranco que baja al río Viseca. La pampa de Utej es plana, tiene como dos leguas de largo y una de ancho, al centro se eleva un cerrito puntiagudo en cuya cabeza los utej han hecho una era para festejar allí las cosechas con bailes y cantos.”

J. M. Arguedas, Los comuneros de Utej Pampa. Pág. 22

En estos extractos del cuento, el autor describe un pueblo al que llama Utej tanto en su geografía como las características de sus pobladores. Resaltando así la alegría estos, la cual se demuestra por lo bullicioso y los cantos. También vemos que en esta zona eran muy importantes los maizales y los duraznos que con la llegada de la mina irán desapareciendo.

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Mamacha Candelaria: Sincretismo religioso

“ En el campo se sentía el olor de las flores maduras. El camino estaba oculto entre los montos de retama, k´antu, tantar…El pecho de los mak´tas respiraba allí fuerte y sano; sus ojos miraban con la misma alegría al cielo y a la tierra. No era la fiesta de Mamacha Candelaria. ¡Mentira! Era la fiesta de los sembríos en flor, de los falderíos cubiertos de pasto jugoso, del corazón “endio” regocijado sobre la tierra madre”.

J. M. Arguedas,“Los comuneros de Utej Pampa” Cuentos Olvidados. Pág. 22

En esta parte Arguedas pone de manifiesto la fusión de la religión católica con las creencias pre-coloniales. Es Así que la fiesta de la virgen de la Candelaria no es la fiesta que se cree si no es un culto a la tierra camuflado bajo esta figura católica. Acá se nos muestra cómo es que las poblaciones de los andes continúan teniendo muchos elementos religiosos no-católicos que se presentan como tales.
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Pampa y morro en San Juan

“Igual que los comuneros de Tinki llamé a la pampa; como potrillo, relinché desde el morro Santa Bárbara; fuerte grité, para hacerme oí por los mak’tas utek’. ¡Pero mentira! Viendo lo alegre de la pampa, de los caminos que bajan y suben del pueblito más todavía creció el amargo en mi corazón. (…) Solito, en ese morro seco, esa tarde, lloré por los comuneros, por sus chacritas quemadas con el sol, por sus animalitos hambrientos”. (J.M. Arguedas. Agua, en: Breve Antología didáctica. Lima: Horizonte, 2005:30)

Los espacios abiertos son escenario para la reflexión de los personajes de Arguedas. En este fragmento podemos percibir la contradicción y la indignación. La pampa y lo abierto que invitan al protagonista a sentir la pertenencia, a sentirse un comunero más, no pueden provocarle sino una profunda tristeza, un sentimiento de amargura por la injusticia, evocando a un mundo que se cierra y no guarda esperanzas para los comuneros que se han quedado sin agua por el monopolio del patrón. La pampa, que podría asociarse a libertad, se convierte en un espacio para sentir la fatalidad.

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La plaza de San Juan

“Cuando yo y Pantaleoncha llegamos a la plaza, los corredores estaban todavía desiertos, todas las puertas cerradas, las esquinas de don Eustaquio y don Ramón sin gente. El pueblo silencioso, rodeado de cerros inmensos, en esa hora fría de la mañana, parecía triste.
-San Juan está muriendo. Dijo el cornetero-. La plaza es el corazón para el pueblo. Mira nomás nuestra plaza, es peor que puna. (J. M. Arguedas. Agua, en: Breve Antología didáctica.Lima: HORIZONTE, 2005: 11)

Me parece muy importante resaltar la frase: “la plaza es el corazón para el pueblo”. La plaza como escenario para diálogos, reflexiones y sucesos, está muy presente en las narraciones de Arguedas, precisamente por esto: por ser física y socialmente “el centro” de la vida de un pueblo. En muchas etapas del año el vacío en las plazas de las comunidades andinas puede dar la sensación de tratarse de un “pueblo fantasma” o un pueblo triste, sin vida. En un total contraste, las épocas festivas revisten a la plaza de adornos coloridos, música y vida religiosa, transformando completamente el espíritu del pueblo.
Desde el punto de vista material y arquitectónico, la plaza suele ser el termómetro de la modernidad o atraso de un pueblo; así, el vacío o la falta de pomposidad de su construcción ha solido significar “abandono” o lejanía, mientras que las replicas de los estilos de la urbe han solido significar “progreso” para el imaginario local y nacional.
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El witron

“En medio del witron, Justina empezó otro canto (…) Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros. (…) los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimos, gritando como potro enamorado”

(J. M. Arguedas. Warma kuyay, en: Breve Antología didáctica. Lima: HORIZONTE, 2005:34)

Más que ser sólo un espacio para el baile, el witron es un espacio para la liberación. Siempre los grupos oprimidos han encontrado a través del arte, especialmente en el baile y en el canto, la manera de expresar su alma no sólo individual sino colectiva. Este patio era un espacio para hacer catarsis y para la felicidad, a pesar de que la fiesta podía muchas veces acabar al ser descubiertos por el intimidante patrón, tal como ocurre en este relato. Arguedas nos muestra las diferentes facetas de la personalidad de los “indios”, como él los llama, tanto delante de los gamonales como en sus espacios colectivos íntimos. Con el buitrón como espacio “social”, Arguedas nos muestra que la lúdica en el mundo andino siempre está presente en las rondas musicales.

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Lima: la experiencia citadina

– “Averígualo es lo más importante y difícil. Ese indio ha sido adiestrado o se ha adiestrado. ¿Conoces Lima?
Gregorio Guardó los billetes en uno de los bolsillos de su chaqueta
– He estado ingeniero. Hey visto a los chicos chiquitos comer basura junto con los chanchos en esa barriada que le dicen el Montón. Todavía huele en mi pulmón la pestilencia ¿Es gente, señor, esos que viven más tristes que el gusano? El gallinazo les pegaba a los chiquitos ¡Carago, yo soy cristiano! El río, que dicen, apestaba; con el sol era pior y más pior con ese aguacerito de la costa. No hay cielo en la capital dicen. Me hey venido rápido. Los paisanos me atajaban. “¡Espera, espera…, de aquí vamos a entrar adonde vive la gente!” decían. ¡Carago mentira! Ahí están, años, escarbando lo que bota la gente. Yo, ingeniero, conozco al Redón… usted dice ¿quien puede más? Está bien. El ha estado cinco, seis años en Lima; el común le mandaba plata. Ha estado junto a la parada, al mercado grande. EL ha entrado fuerte a la capital que dicen.
– Esa es su ventaja Gregorio (…)”

(J.M. Arguedas, Todas las Sangres, Peisa- Lima 2001:117)
En esta obra se identifica en distintos personajes un rasgo que los diferencia de los demás, la experiencia citadina y más específicamente el conocer Lima. Es la situación de 3 personajes como son Rendón Willka, Gregorio y Perico Bellido. Siguiendo la narrativa así como las reacciones de los personajes podemos señalar que, esta, es calificada de manera ambivalente.
Por un lado se considera que alguien que conozca la ciudad es más. Tomemos en cuenta que en la obra se presenta la valoración predominantemente negativa de los llamados indios por parte de los señores del pueblo, que entre su repertorio de calificativos se encontraba “la ignorancia”. El que conoce Lima sabe entonces más, tanto en conocimiento técnico como en el sentido de haberse vuelto más astuto (más “zorro”).

Pero este saber más significa también una especie de pérdida de la inocencia. La situación que lleva a esta pérdida de inocencia está para mi descrita en la cita, la condición miserable de quienes llegaban a empezar desde cero en la ciudad.

“”Nada con los que viene de esos pueblos en que el infierno se asienta”

(J.M. Arguedas, Todas las Sangres, Peisa – Lima 2001:35)

Dice el personaje de don Bruno respecto a Rendón Willka. Este saber más de estos personajes es tomado con cautela, genera pues así como admiración, desconfianza y esta desconfianza está presente en las relaciones que entablan entre los personajes mencionados, esto se hace más evidente en el caso de Rendón Willka.
Esta experiencia implica un trato diferente a la de cualquier otro indio, sin embargo no se vuelve un trato horizontal con los señores del pueblo, presenta la imagen entonces de alguien que se encuentra en el medio de estas dos clases. El vestirse de casimir es querer diferenciarse de los indios pero sin llegar a ser lo otro, por lo cual genera burla por parte de unos así como condena de parte de otros.
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Caserío minero

“En el caserío de tan angostas calles gozaban las moscas sobre el piso al que lanzaban las aguas sucias, especialmente junto a la puerta y el corral de las pensiones y cantinas. Algunas de las cantinas pertenecían a mujeres “que se vendan “y, los días sábados, recibían mestizas de San Pedro y de la capital de la provincia. Los indios las llamaban ch´aran k´ara.
(…) Las radiolas tragamonedas que habían instalado ya en dos cantinas del caserío retumbaban en el bajo techo de calamina y en la callejuela. Tocaban música de moda y huaynos mestizos e indios daban al caserío un ambiente urbano ridículo, pero evidente.”

(J.M. Arguedas. Todas las sangres. Peisa: Lima 2001:129)
En esta cita notamos como lo urbano, en esta novela esta definido como lo moderno, las radiolas, los tragamonedas, pero así también por todo eso que es dañino y está asociado con vicios, sea el alcohol, el sexo, el juego.
Tal como cuando se describe el paisaje limeño, la descripción del campamento minero “de ambiente urbano” no parece ser nada favorecedor, por el contrario parecería irrumpir violentamente en lo que es descrito como pacífico y hermoso.

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Puquio

“El pueblo se ve grande, sobre el cerro, siguiendo la lomada: los techos de teja suben desde la orilla de un riachuelo, donde crecen algunos eucaliptus, hasta la cumbre; en la cumbre se acaban, porque en el filo de la lomada está el jirón Bolívar, donde viven los vecinos principales, y allí los techos son blancos, de calamina. En las faldas del cerro, casi sin calles, entre chacras de cebada, con grandes corrales y patios donde se levantas yaretas y molles frondosos, las casas de los comuneros, los ayllus de Puquio, se ven como pueblo indio. Pueblo indio, sobre la lomada, junto a un riachuelo.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 19)

De esta manera, Arguedas introduce el pueblo de Puquio en la primera página de la obra. La descripción da al lector una idea clara de lo que está a punto de ver en las siguientes páginas, sin embargo es una descripción que está marcada por dos factores: el ambiente rural y la separación de clases.
El contexto es el de uno donde reina la naturaleza y la forma de vida rural. Puquio es identificado desde el inicio con la agricultura y ganadería (chacras, corrales), y con la cercanía a lugares naturales que son importantes para el autor (cerro, riachuelo/agua). La división clasista muestra cómo el paisaje se parte por la adquisición de riquezas, y señala que la sociedad habitante del pueblo se rige por esta jerarquía. El “pueblo indio” se construye bajo la óptica de la separación, y son sus polos opuestos los que fundan la sociedad andina.

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Lima

“¡Llegar a Lima, ver, aunque fuera por un día, el palacio, las tiendas de comercio, los autos que se lanzaban por las calles, los tranvías que hacían temblar el suelo, y después regresar! Esa era la mayor ambición de los lucaninos.”

(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 88)

En la novela Arguedas, presenta Lima juegando en varios planos. Es un referente importante ya que es un lugar que simboliza directamente la modernidad, la tecnología, la concentración de conocimiento y riqueza. La capital es el centro del progreso, en comparación con el mundo animista y rural relacionado con la sierra.

Hay en esta cita no sólo una evidencia de dicho contraste, sino una fascinación por lo diferente que Lima contenía. Es casi como si fuera otro mundo: sale tanto de la cotidianeidad de aquellos que viven fuera de ella, que se vuelve una urgencia verlo en vivo y en directo aunque sea una vez. Cabe mencionar que se juega cierto prestigio en haber conocido el mundo exterior y “civilizado”; Lima era el paradigma de lo que debía ser la nación, y de lo que debían ser los peruanos. Los indios no encajaban en este esquema, de ahí también el sentimiento de extrañeza.

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