Archivo por meses: octubre 2009

Luz en Puquio

“Por la noche, en el corredor de la municipalidad, alumbraba una lámpara de gasolina. Los faroles de las esquinas de la plaza apenas aclaraban el blanqueo de las paredes; la gente se veía, en esa luz, como sombras. Los faroles de kerosene aumentaban la oscuridad en el centro de la plaza. La luz del municipio pasaba por alto, como saliendo por una ventana, llegaba a la torre y a la cumbre de la iglesia; la cruz de acero de la iglesia se veía claro, el trapo blanco que colgaba de uno de sus brazos temblaba con el viento.”


(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980: 71)

La luz es más que un espacio, un lugar común para describir la atmósfera de la narrativa. Lo que hace en este extracto la luz, es alumbrar la plaza pero oscurecer a las personas: se está concentrando la descripción en el entorno a los habitantes del pueblo, los cuales pasan cual fantasmas anónimos.

Otro punto que sobresale es el de la Iglesia; pareciera que Arguedas nos estuviera indicando que en la noche, esta luz artificial se dirige a los lugares significativos del pueblo: el espacio comunal y el espacio religioso. La cruz que se ve clara a la vez tiembla, da la impresión de ser frágil, inestable. Bajo ella pasan los indios, los mistis, todos por igual. Todos bajo la misma luz que los ilumina y al mismo tiempo, los esconde.
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Cerro y molino

“Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del Chawala: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando las espaldas al cerro”.

(J. M. Arguedas, Warma kuyay, en: Breve Antología didáctica. Lima: Horizonte, 2005:33)

Casi siempre Arguedas menciona en sus obras que las casas, molinos y paredes parecieran moverse, sobretodo en las noches, en las que los sentidos se agudizan para percibir hasta la sonoridad de las plantas. Como si el mundo fuera distinto de día y de noche: un molino, que de día es espacio de luz y de trabajo para el sustento, en la noche adquiere movimiento y conduce, como las tantas otras paredes y casas, a la presencia imponente del cerro o apu, un personaje principal en la narrativa de Arguedas. Éste infunde temor y respeto pues es una divinidad cargada de misterio.
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Los seres de los cerros

“Ya se patrón. Conozco al indio. Voy a inventar que en la mina hay un amaru grande que come indios
– ¿Amaru?
– Si patrón, culebra grueso como el cuerpo de un toro padrillo, largo que no se llena con diez hombres. Voy a decir que es hijo del cerro, del Apark´ora que no quiere que saquen su mineral (…)”

(José María Arguedas, Todas las Sangres. Lima: PEISA, 2001:116)

Como ya se ha mencionado con anterioridad existencia de elementos animados esta muy presente en la obra de Arguedas, sin embargo, muchas veces parece ser un recurso literario (no imaginario) que pretende resaltar la conexión y relación horizontal con la naturaleza.
En esta cita vemos otro tipo de ser animado, el Amaru, hijo del cerro Apark´ora. Esta es la creación del cerro para defender sus intereses, como podemos ver este se comporta como ser humano y tiene entendimiento como cualquiera, sin embargo no es como los dioses o imágenes cristianas: genéricamente buenas. Estas son capaces de hacer daño si es que es necesario.
Arguedas, introduce entonces a su relato diferentes voces que le dan ambiente a la historia de este modo estos seres sobrenaturales del panteón andino no podían quedar de lado, los pagos a la tierra, las ceremonias a los wamanis, así como la organización de las comunidades andinas, entre otros, se acercan al lector, a través de la creación literaria. Los cerros aquí son seres que generan respeto, la intrusión como lo es la exploración minera, se ve como una posible ofensa, por lo que la figura del Amaru es algo para temer y tener cuidado.

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