Demonición

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Se retuerce el dedo caracólico en tu esfínter escatológico

Grita la bocina de la lechuza: “Calor”, “Conmoción”

El feto del homínido desemboca de la boca de la boa fálica

Es un dragón grosero, abrupto, perro, demoniaco

que ingresa eróticamente por el corpúsculo de Malpighi

y revienta en mucosidad el martillo, el yunque y el estribo

A ritmo de hiena la palanca humana corrompe la anatomía críptica

Se desliza el sudor por las dunas masculinas en plena posición canina

Asoma las feromonas aovuladas por las fauces titánicas del placer

Un caleidoscopio guía el combate carne a carne,

se despelleja el hueso adánico, particularmente el fémur devoto y el esternón lloroso,

evaporando el fuego acuático bajo el romance genital nocturno

El gallo canta y evita caer en sueño a las gruesas falanges

que se intercambian los espeléologos los toros el búfalo y el rinón

 

 

 

Aves de achaque

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He hecho todo para enderezar el pico curvo del loro, y la lora

Camino condenado turbante

He hecho todo para pintar de blanco la noche negra de los cuervos

Invade el pelaje crudo el paisaje de paz

He hecho todo para para completar todo, y completar el siempre

Pega los espasmos de envidia

He hecho todo para estrangular a esas aves, murmuradoras, malignas, execrables

Apolilla los robustos corazones, de golpe, la puerta de mi cuarto

He hecho todo sin titubeos

Y las aves el hielo callado del hombre de honor hieren

 

 

Un robusto vacío

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Todo el vacío que estaba lleno

ahora se hace un lleno vacío

El odre se hace liso

como los cabellos

cabellos de una chalina alargada y retorcida

¡Pide pan! cacareando la paloma

pero la migaja está sorda e ida

El agua discurre como anciana

breve marchita y arrugada

Crece gruesamente el vacío

a paso de una masa dañina despreocupada

inmodesta, sí. Altanera, sí.

… y, sí.

El parto

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El embrión tuerce nuestros dedos crayólicos

como si el frío nos pegara continuamente la cabeza

provocando el rechinar vacuno de las antiguas teteras

Así son los partos: moscudos volátiles legionarios

Cuentan los hombres matemáticas maternas

gritos desesperados antiabúlicos por la infantanada

y en medio de la nada la flor aun no crece

y en medio de la nada el árbol no camina

es la piel circular del odio gestante que no jardinea

brota lacrimales el feto desconcertado de la duda

ese aire inquieto de dolor cebolliano

ese aire lactoso y espumoso

hasta las siete más dos

hasta la suma de esos meses

hasta que se esfuma de una palmada en la nalgada

desembrionado

 

El descubrimiento de la gaviota

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Y descubre la gaviota mares negros

caracoleados en desarmonías

Bajo el fondo los cetáceos murmurean sin ayunar

disolviendo la fuerza de las cascadas vagabundas

Y las olas, otra vez las gordas olas, circulean las arenas tenebrosas

Lo que provoca el grito del felino tiburón

boca voraz de los errores humanoides

tristiados en un baúl pandórico de minúscula claridad

Tenebroso, hiriente, se abre una cueva oceánica

una llaga ballénica de dolor unívoco

una ausencia de caricia corálica

es la muerte señora, la que convoca a ahogarse

a dormir en las celdas de los arrecifes

a musitar empalagados la sombra calórica del deceso

Y entretanto la gaviota sigue huyendo

despega

. . .

 

Hajimaru

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Un pedazo de sonido vacío se traga las esquinas hexagonales de tu vientre

y un grito vacuo, Oboro, aulla dentro del ojo lloroso de la carne que envejece.

 

Otori. Un señuelo atrae a los Estertores, que buscan fácilmente una presa triste.

Otori. Se lanza una pena que hará llorar a los ojos, a los anteojos, y al ajo, en la cocina.

Otori. La pena destruye los huesos de la mesa arbórea, de frondosa a pasita.

Otori. La carnada arruga la madera y unas zampoñas velan su noche falcónida.

Otori. Tengo miedo, tengo lágrimas, tengo la virtud quebrada, coja, muerta.

 

Suena el viento venenoso y los números desfilan sin forma como si no fueran ellos.

Se diluye la letra, el ombligo, la febrícula, la uña del pie gordo, la carnicera.

 

Hajimaru: Mañana vendrá otro día y el comienzo del arco amarillo eguriano.

Hajimaru: Será la hora tardía de una sonata simbólica y masa.

Hajimaru: Da inicio a tu mañana.

 

En el regazo de Dios

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Estando sentado en el regazo de Dios cuento 1000 camélidos por dónde la pirámide de barro destruye las uñas

Y en el aire un pedo oscurece el pantano dictatorial de los esqueletos bípedos

‘Renacuajo’ gritaba el megáfono de la locura que se desvanecía en el cuadro medieval

Cogitabundo se acurrucaba el felino aracnidal en una malla de barranco agreste

y en el fondo del teatro aparecía la pierna de una virgen desmontada del caballo de tres patas

‘immersión’ gritó, y una culebra avanzaba hacia la playa para fecundar la mar con su malicia

y así los hombres brotaban como algodones con espinas para recrear más hipocresía

envuelta de arena subsahariana mortífera y plañidera

Desde sus piernas veía todo y quería poseerlo todo hasta hacerlo uno con todos

y enseñarle el cariño y las virtudes mundanas en las que el ojo lee atentamente el placer

en las que la oreja penetra los sonidos de los chasquidos caninos en plena luz del sol

en los que los dos somos dioses jugando con la arena, la Virgen y la uña rota

 

Aeropuerto, tú viniste hoy

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Abrazaste mis tres lenguajes sin consecuencias

Arrinconándome al mejor romance de mi pesada vida -a contramuro-

En tu retorno salieron los leones, brillaron los serenos del mar homicidas, y caminaron las hormigas en pos tu presencia.

Contigo la barba que creció se hizo otra vez niño

Contigo la cicatriz ya no tenía nombre.

Abrazaste el café, la tostada, mi miembro poético, mi humana mano.

Y ahí estás, mirándome en tu altar sexual, aunando los pétalos pasados en un tejido nuevo.

Abrazaste el lenguaje visceral, abrazaste el lenguaje ambiguo, aquella noche de regreso.

Abrazaste el lenguaje de la entrega, que a cuchillas te reclama sin reposo.

Ahí estás.

Ahí.

Besándome las hojas, los trazos, las labiales curvas, amor.

 

Lovón Cueva, Marco Antonio. Aeropuerto. Lima: 1 mayo 2017.

 

 

 

Contra las nubes

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Durante algunos minutos estuve contando las caminatas del reloj

mientras ahorcaba a una nube con una gruesa soga

que totalmente dispuesta a acompañarla

la estrangulaba hasta traerla hasta mi pecho

En esos instantes de minúscula confesión

volaba un extraño animal

el cual posase en un rincón de ella

y temía que se tratase de un cuervo a media mañana

¡Cuánta miseria nos restriega la criatura!

Sobre los Andes hay otras tenebrosas nubes que ameritan afamelicarse

con o sin ave

exigamos traerlas hasta abajo

En los últimos meses han inundado nuestros párpados

Y la agricultura por día cae por las escaleras

¡Qué importa si las disecamos como cadáver!

La atmósfera hasta ahora no se ha hecho cargo de las desvergonzadamente gotas gordas

Mantengamos posición, mantegámosla

Sentenció en un alarido de silencio sordo la evaporación en una cohorte de fiel verdugo

 

Lovón Cueva, Marco Antonio. Contra las nubes. Lima: 1 abril 2017.