En el sofá

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El sofá tiene pegado su mueblería a mis piernas

se siente el descanso del viento y las tareas

es el lugar frecuente de mis tipeos y lecturas

a veces quisiera que al lado haya una taza de agua tibia

y pueda cerrar mis ojos seguido por la luz maliciosa del computador portátil

a veces quisiera que al lado haya una narrativa almohada

y pueda cerras mis ojos seguido por la ausencia de palabras o ideas

El sofá acomoda mis piernas como un mamífero en su bolsa

y el tronco recae sobre él como si fuera un protector de paz

Y de pronto mis ojos también caen abrazados al sofá

envueltos en un ensueño pacífico donde solo se ve agua cristalina

y se siente la fina arena entre el sol y el viento

No muramos

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Confieso que vi una libélula emancipada

y la indisciplina de una hiena que se resistía a aniquilar a Sudamérica

Confieso que el capellán es un coatí

y que el país, una alpaca por explorar

Aparecen expresiones graciosas de los canguros

los asnos dulcemente escriben una nueva Biblia

era necesario rehacerla desmarcando las líneas cebrísticas

Cómo no, el leopardo nos asombra despertando ráfagas de luz

y los documentos abordan los registros de la iguana

aparecen los desiertos de los camellos

y el agua líquida del pez espada

que con justicia aplica la ley justa del león estudioso

Eternamente el océano levanta uno ramo de delfines

y una sonrisa suelta el elefante y también su tatarabuela

Quisiera que ninguno se extinga o se hormigueen

Quisiera que el alacrán converse con la parihuana

Quisiera que el azúcar moreno bañe a la gaviota

y que los bosques mariposeen sus hojas diariamente, fuertemente, nuevamente

de los nevados las lágrimas del cóndor llenan las lagunas de los patos

y la ventana de los tucanes nos dicen “no muramos”

como desterrados

Confieso que veo todo esto

Y confieso que soy hombre

 

Hoy has vuelto a decirme que sigues enfermo

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Hoy has vuelto a decirme que sigues enfermo

que arrastras un aroma de cansancio, un abrigo de estrés probablemente.

Y yaces en una cama allá en Bulgaria deletreando suavemente tus pensares.

Quisieras estar en una ópera en Buenos Aires -solo de ti he escuchado que supera todo espacio, todo trueno.

Quisieras también, me confiesas, saborear un deliciosa comida, y dices: Perú,

caliente, sabrosa, reconfortante, saludable.

Hoy has vuelto a decirme que sigues enfermo

que un aire tosco te ha tumbado para poder sentir un afecto tierno -sureño

es el tic tac de una preocupación divina -sabe Dios por qué “estar enfermo” es diferente de “enfermarse”-

Y a tu lienzo llegan convocados Luciano, Alessandro y Antonio

y quieres adivinar quién de los tres, sí, quién de los tres murmura, citando

“¡Nadie duerma! ¡Nadie duerma! Incluso tú, oh Delfín”.

Y tu corazón está ahora en Honduras, en Guatemala, en México, en Ecuador

enlazado en una arteria americana muy hilvanada que sana tus heridas, tus dudas, tu “estar enfermo” hoy, y no más

Ya sabes que lo gris puede ser oro, y que la voz “resistencia” es una hermosa carta lexicográfica

Vence, porque la pieza más fuerte del ajedrez es el Delfín, y más del que bebe del adobe sólido, compacto

 

 

 

 

Las cosas de la importancia

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El mar siempre es un amigo, aunque el mayor cómplice de los deseos

si deja un rasguño, un beso o un caricia en el cuello

el mar lo sabe, lo cuida, lo cela, como un guardián elefantiástico

A veces el océano que lo alberga olvida su papel embrionario, marsupial, el de un ualarú

Y entonces las miradas son las que se pierden en el mar, mientras el Océano yace en paz, oculto, tan viejecillo

Y entonces las botellas de otros siglos regresan con papeles, cartas o misivas que nos cuentan avatares, palpitares, cosas de la importancia

y un sueño salva a la gacela, y una estrella abrillanta las fondas gaditanas, las curvas costeras

haciendo que el camino termine zigzageando su silueta para que las voces humanas se conviertan raudamente en koalas

abrazadas unas a las otras, bajando el timbre vocálico, poniendo al día a la faringe silenciosa, y cómo no, a la saliva tibia,

y ya no hay más luces oscuras, ni vientos felinos, ni bullas gordas,

apenas el trazo mueve su muñeca en el mundo terrenal

pues el tiempo ha regalado un momento caprichoso para ser tratado, para incluir al mar, para molestar al sueño, con las cosas de la importancia

 

 

 

En vez de…

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En vez de galletas, mejor gallinas

En vez de un mapa, cocción de papas

En vez de un tenso tendedor, un firme tenedor

En vez de bulos y trenzas, tumbos y cerezas de recompensa

En vez de miedo, ponerles tiernos hielos

En vez de una fría franela, un tazón de panela

En vez de que tu corazón se reduzca, ponle azúcar

En vez del hiriente crayón, encender el fogón

En vez de un dolor de muela, una acorazonada ciruela

En vez de sentarse en una banqueta, preparar un banquete

En vez de caer de pie, ir por un tentempié

En vez aflición en el colchón, un crujiente lechón

En vez de amarguras, a gusto unas verduras

En vez de bajezas, apartar el relojero y alistar la mesa

En vez de soledad, cocina con velocidad

En vez de yacer, de preferencia disfrutar y comer

 

 

 

Adverbio

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Gorda, hoy quise hablarle al adverbio,

Ferozmente, raudamente, íntimamente,

Y querer doblegar la furia

Con su fuerza predicativa

Yo creo, gorda, que no siempre la vida lleva una coma

Sino un afecto adverbial

Que abrace tu cabello sustan.cial

Tu llanto adj.unto al mío

Tus sueños verb.osos

Miedo de morir

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Antes no había… pero ahora hay miedo de morir

al cerrar los ojos no es seguro si iré a dormir o iré a morir

Cada desvelo mantiene el corazón despierto

lento y dudoso

Mirar a dónde la antorcha llegó

hace ver los deseos a los que luz no se movilizó

es un a pesar de todo diario

Antes solía el oído disfrutar los sonidos

peleando por motivos que valgan la pena

pero ahora no hay resistencia ni campeón que quise ser

Indescriptiblemente la vena recorre el constante miedo

diluyendo el honor

Callar la pupila acorta el tiempo

mantenerla provoca respiración

Pero ahora hay miedo de morir… pero antes no había

Grandes penas caminan como el minutero tictactero

y el intento es el resto de la vida que queda

controlando la situación

 

Ascensor

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Apenas la joven abrió la boca y el ascensor empezó a carraspear

el contoneo de las caderas removieron los regordetes lóbulos

con un gesto de asentimiento la tardanza da permiso al pasillo tan largo

y ningún sonido se oyó

hasta que se asomaron los cortos tramos de escalera, creo que eran cuatro peldaños

de pie en el umbral

Estar ascensorado con miedo y turbación provoca la bestiosa soledad

cuyo color -digamos amablemente dorado- no se mezcla con ninguno

así duró toda una semana; luego un mes; hasta que el calendario se consumió

la luz mudó mientras escalaba la primavera por la superficie de las cosas

Las burbujas entonces volvían a las calles

después de que las compuertas mirasen el acceso a la ciudad

Al llegar la mañana la muralla desalcazarizó

los cerrojos fueron envueltos en sus cajetillas -la verdad es que ya no hacía falta echar cerrojos más-

desde que las puertas se abrieron -ambas de tamaño igual- era de menos que aguantara la presión de los músculos

el hacha de menor tamaño fue escogida y esta blandió en el aire con cautela

Así la luz tuvo razones para enorgullecerse

porque ese invierno no ha sido uno de los muy largos

Ahora discurre un riachuelo donde se puede beber el agua en la azotea sin bajar

 

Cáncer de gato

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A los gatos también les dan cáncer

que sin mentir la verdad evidencia dolor e ira

de una forma infortuita

Así despiertan los lamentos amallaudos

de forma minúscula pero bajo una ola ballenaza vuelve la mordacidad mayúscula

En todos lados prolifera el cáncer

la piel muda a muerta

los órganos se desconocen, se inflaman, se putrefactan

la sangre envenedada cataratea infecciones

marchitándose el cariño que alguna vez una flor mostró

Cáncer de gato, cáncer de perro, cáncer…

parlotea felinamente la llaga mal curada

como si una olla hirviendo te despertara en la cama

y descubres con prontitud que un gato fallece

por tan horrenda maldad

dejando vacío el plato de galletas, el tazón de leche,

la reserva de agua, y el pozo de arena

donde sus heces, su limpieza, sus ronroneos se cortauñearon

en un abrir de ojos paradójico y pelempenpudo

 

 

 

 

Tus viajes a Lurín eran una farsa

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Cuando decías que la vida era dichosa a mi lado, así como cuando te lo hizo notar Cleannis,

mentías, una vez más en tu vida.

Tus viajes a Lurín eran una farsa que terminaban con revolcones y retóricas

Seducías a cuántas personas podías para aprovecharte

y dejar sin linfa, sin dinero, sin emociones a cada víctima, hombre y mujer.

Decías tener corazón

pero tus mentiras se perdían con tus cajetillas

Me preguntaba de dónde tu fortuna salía para el cigarro, la ropa, la pulsera, el reloj,

las ideas y vueltas a la peluquería, al sauna, tus viajes oscuros a San Juan de Lurigancho

Me preguntaba de dónde tu fortuna salía para comer lo que no podías pagar, así como viajar

Decías tener corazón

pero tus mentiras revelaban la maldad que encierras.

Tu frialdad disfrazada de calor

Tus escusas de ir a ver a tus hijos, para irte a acostarte con alguien más (tus llegadas nocturnas eran tus estratagemas, tus llamadas y escritos de WhatsApp a tantas personas por interés también)

O ir a la calle, a los baños, o cualquier otro lugar de bajeza

como cuando contabas que lo hiciste en Curazao, con todo lo que pudiste arremeter, Matute.

Decías tener corazón

pero los mensajes de texto de otros decían que tu promiscuidad era intensa

que te grabaron en videos a escondidas amenazando tu confort y ocultando a esos otros con quienes te hundías.

Cuando decías que la vida era dichosa a mi lado, así como cuando te lo hizo notar Cleannis,

mentías y mentías, con qué fin, de solo apoderarte de lo que no podías obtener por tu trabajo o esfuerzo

el sexo con otros te gustaba, con cuántos podías, desde San Juan de Miraflores, pasando por Surco, Villa María, Chorrillos sin parar…. hasta Lurín, donde no te protegías

Tus dos primeros años aquí cogiste por todos los distritos sin cesar

prostituyendo tu alma y cuerpo por redes sociales donde aún mantienes la desdicha

Nada te hacía cambiar, y decías, que nadie te cambiaría,

pues lo sinvergüenza y tu pornografía definían tu esencia abrupta

enmascarada bajo tus rezos y justificaciones religiosas

testigos de tus hipocresías