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La desagradable experiencia de una entrevista televisiva

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Hace unos días en el Canal N los televidentes quedaron poco menos que perplejos por la entrevista que el joven periodista Augusto Thorndike le hizo al ex juez Malzon Urbina, abogado defensor de los comerciantes de La Parada.
La secuencia fue una muestra contundente de lo que nunca debe hacer un entrevistador televisivo.
Sin duda, el destacado periodista olvidó conceptos fundamentales que se deben tener en cuenta en la televisión, en un espacio transmitido en vivo y directo.
El erro fue tan grave que Thorndike tuvo que reconocerlo y pedir disculpas al día siguiente, probablemente por disposición de sus superiores.


Este episodio invita a recordar los principios básicos que se tiene que respetar en estas entrevistas. Podemos considerarlos en dos aspectos:

Exigencias del entrevistador televisivo

– Al preguntar no incluir la respuesta
– No formular nunca dos preguntas o más en la misma intervención.
– Las preguntas deben cumplir la llamada regla de las tres “C”: a) ser claras, no equívocas; b) ser concisas, que la pregunta sea breve y directa; c) ser concretas, que pregunten un sola cosa.
– Prever y planificar una estrategia de la entrevista con buenas cartas al principio, en medio y al final.
– Respetar las pausas y silencios del personaje.
– Hacer silencios y algunos movimientos corporales para provocar una respuesta.
– Mantener el mismo tono y la misma cordialidad al dirigirse al público, a los televidentes o al entrevistado.
– Mirar permanentemente al entrevistado.
– No tener las preguntas redactadas, sino anotados los temas en una hoja, para evitar la tentación de leerlas o memorizarlas, con los inconvenientes y riesgos del caso.
– Estar atento para improvisar preguntas que sean motivadas por las respuestas del entrevistado.
– Evitar las frases hechas a la hora de preguntar.
– No hacer preguntas que motiven respuestas con monosílabos
– Al asumir compromisos con los entrevistados respetarlos y honrarlos. Jamás se debe dar la impresión de celadas o juegos sucios.
– Se debe permitir a los entrevistados expresar sus pensamientos completos. La agilidad de las entrevistas no debe estar en las interrupciones frecuentes, sino en las preguntas incisivas y oportunas, en los momentos adecuados.
Jamás se debe maltratar a un invitado o dar esa impresión. Esto no quiere decir que el entrevistador se muestre blando o benévolo o sin ninguna agresividad periodística. Significa que se deben guardar las formas. Es decir no levantar la voz, mantener la calma y no perder el dominio de la situación.
– Considerar que siempre el entrevistado es la “estrella” de la secuencia, no el entrevistador. Es decir, jamás se debe producir la impresión de que más habla el entrevistador que el entrevistado.
– Tratar de que la entrevista se desarrolle en un nivel de entendimiento general para la teleaudiencia. No hay que asumir que los televidentes poseen conocimientos especializados.
– Como norma general, no se debe tutear ni dirigirse al entrevistado por su nombre, salvo contadísimas excepciones. Siempre parecerá vulgar o «confianzudo».
– No perder la calma o alterarse cuando el entrevistado quiera provocar una situación tirante o pretenda intimidar al entrevistador.

Lo que no debe hacer:

– Afirmaciones en forma de pregunta.
– Hablar al mismo tiempo que el entrevistado.
Amenazar, intimidar o burlarse de un entrevistado.
– Favorecer a un entrevistado por amistad.
– Dar opiniones. Interesan las del entrevistado, no las del entrevistador.
– Secundar las respuestas con expresiones como “entiendo”, “si”, ya que podrían convertirse en un hábito.
– En los planos de reacción hacer gestos de asentimientos con el rostro.
– Cortar bruscamente al entrevistado alegando que ya no hay tiempo disponible.
(Fuente: “Lecciones de Periodismo Televisivo” del autor de este blog)

 

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