Millones de mujeres la esperaban.
La pequeña pastilla rosa («pink pill»), el primer medicamento para incrementar el apetito sexual en la mujer, ya está a la venta en las farmacias de Estados Unidos. Bajo el nombre de Addyi y comercializado por Sprout Pharmaceuticals Inc.
La salida al mercado de la flibanserina va a servir para comprobar si los posibles efectos secundarios eran motivo suficiente para el rechazo de su salida al mercado que promovía parte de la comunidad médica y de la propia Agencia Federal del Medicamento (FDA, en sus siglas en inglés) norteamericana, que pese a todo dio su visto bueno.
Por 400 dólares al mes, que se reducen a entre 30 y 75 dólares para quienes cuentan con cobertura médica, mediante el sistema de copago, desde el 17 de octubre cualquier ciudadana estadounidense puede adquirir el medicamento bajo prescripción médica.
El Addyi está fabricado para que actúe sobre las sustancias químicas del cerebro asociadas con el ánimo y con el apetito, de una forma parecida a los antidepresivos. Hasta tal punto tiene relación con ellos que en su origen buscaba la elaboración de otro medicamento para combatir la depresión. Sin embargo, la investigación acabó derivando en la búsqueda de una sustancia para la libido femenina.
Aunque comúnmente se ha bautizado como viagra femenina, una identificación que ha tenido su reflejo hasta en la publicitaria manera de contraponer el color rosa de la pastilla de Addyi con el azul de Pfizer, que es la marca de viagra en Estados Unidos , los expertos insisten en que no se trata de una versión femenina de este medicamento.
Diferencia
A diferencia de la viagra, la flibanserina no busca modificar directamente el comportamiento sexual como en el caso de los hombres, para los que se busca paliar la disfunción eréctil, sino que pretende incrementar el apetito actuando en el cerebro.
Es este último objetivo el que hace dudar a algunos expertos de la verdadera eficacia del Addyi, un escollo que se suma al del posible efecto colateral que puede llevar aparejada su ingesta, en especial si se mezcla con el consumo de alcohol.
El nuevo medicamento se aprobó para aquellas mujeres que han alcanzado la menopausia y que sufren un trastorno del deseo sexual hipoactivo, lo que viene a explicarse como una falta de apetito sexual que incluye una angustia emocional.
Se calcula que unos siete millones de norteamericanas padecen alguna carencia de este tipo, de las que aproximadamente un 12% tienen entre 20 y 49 años, según las últimas encuestas publicadas por las revistas especializadas. En muchos de estos casos, los trastornos afectan directamente a la estabilidad sentimental de muchas parejas, que buscan solución médica ante la imposibilidad de mantener relaciones sexuales.
Pero no todo ha salido un debate médico. La exigencia igualitaria de que las mujeres también contaran con un medicamento para aumentar su libido ha llevado a los sectores más progresistas a hacer bandera política de su aprobación, incluidas iniciativas legislativas en el Congreso estadounidense a través del Partido Demócrata, presionado por la movilización de más de 60.000 activistas de diferentes asociaciones de mujeres.
Política y exigencias sanitarias
Pero la presión política no siempre casa con las exigencias sanitarias. La analista farmacéutica Ira Loss ya advierte de que las advertencias de una parte de la comunidad médica y científica «ya habían sido asumidas por la propia Agencia Federal» entre los años 2010 y 2013, en los que fue denegada su comercialización de manera sistemática.
Entre los posibles efectos secundarios que se atribuyen a la ingesta de la flibanserina, destacan la bajada de la presión de la sangre y la pérdida de consciencia. Consecuencias que se acentúan si la toma de Addyi coincide con la de alcohol o de otros medicamentos expresamente nocivos en caso de mezcla.
Hylton Joffe, uno de los directores de división de la Agencia Federal del Medicamento, asume la existencia de riesgos, pero argumenta que «serán razonablemente gestionados por la farmacéutica Sprout (la compañía comercializadora), que ha implementado cursos de formación a los doctores que lo van a prescribir e incluido la firma de formularios en los que las pacientes tendrán que asumir los riesgos antes de hacerse con ellas»