Esta oportuna y esclarecedora columna de de Augusto Alvarez Rodrich en el diario La República enfoca con acierto el censurable rol del sector del periodismo peruano que ignoró los principios básicos de la profesión en el caso de Ciro y Rosario. Aquí el texto:
Cuando la fiscal María del Rosario Lozada le ha pedido al juez que archive la investigación por la muerte de Ciro Castillo Rojo, dos años después de la tragedia, es oportuno que los medios hagan una autocrítica por la cobertura de este caso, especialmente por el daño ocasionado a Rosario Ponce, a la familia del muchacho fallecido y al propio oficio.
Quizá se pudo llegar antes a la misma conclusión de no ser por las versiones disparatadas que algunos medios lanzaron con irresponsabilidad, buscando circulaciones y ratings antes que acercarse a la verdad.
No está en duda la legitimidad de la atención de los medios por esta noticia, pues la prensa responde a la necesidad de información de la gente. A los periodistas no nos gusta aceptar que el periodismo es un negocio a la caza de altas circulaciones y ratings, lo cual no tiene nada de malo si esto se hace con ética.
El periodista tiene muchos compromisos –con el medio en que trabaja, la gobernabilidad o sus lectores o audiencia– pero, antes que todo, está el compromiso con la verdad, lo cual debe ser innegociable.
Ahí radica el problema en la cobertura de este caso. Cuando el periodista cree que la verdad no puede interferir con un ‘buen’ titular o reportaje –evaluados solo por su impacto en el rating–, se tritura el compromiso prioritario con la verdad.
Rosario Ponce podrá tener, como toda persona, actitudes peculiares pero nunca hubo pruebas de que sea una asesina. Sin embargo, un sector de la prensa –empujado por la lectoría y el rating– no tuvo el menor reparo en acusarla, condenarla y hostigarla para construir un reality show irresponsable.
Se llegó al extremo, incluso, de divulgar material estrictamente privado como el de sus declaraciones en la cámara Gesell, lo cual es una grave violación de la intimidad y de la privacidad. Esa no fue una decisión periodística sino comercial, guiada por el dinero y no por la búsqueda de la verdad, que es lo que un periodista responsable debe hacer.
La prensa le hizo un gran daño a Rosario Ponce –y a su familia– al acusarla con argumentos deleznables. Ella seguramente podrá recuperarse y salir adelante, pero el daño a la familia de Ciro Castillo es peor.
Además del hecho de que la muerte de un hijo constituye una pérdida irreparable, algunos medios se dedicaron, en busca de impacto noticioso, a inventar hipótesis disparatadas que eran hechas suyas, en medio de su dolor y angustia, por el propio Ciro Castillo padre, alimentando, sin fundamento, la posibilidad de que Ciro hijo estuviera vivo y, luego, cuando encontraron su cadáver, de que haya sido asesinado.
Y, en el camino, el daño mayor fue para el periodismo, el cual sufrió un severo desprestigio.