Ante una gran expectativa mundial, mañana el electorado norteamericano decidirá si el demócrata Barack Obama sigue en la presidencia o es reemplazado por el republicano Mitt Romney.
Sin embargo, hay que indicar que las elecciones presidenciales en Estados Unidos son indirectas. La votación popular no decide, necesariamente, al ganador, como es lo establecido en los procesos electorales de muchos países. Ha habido hasta tres casos en los que el candidato ganador no tuvo la mayoría de los votos populares. El último caso se produjo en las elecciones del 2000, en las que el candidato republicano, George W. Bush, alcanzó los 50.456.002 votos populares y el demócrata, Al Gore, obtuvo un mayor favor popular: 50.999.897 votos.
Colegio Electoral
Y esto se debe a que el presidente de los Estados Unidos se elige en una asamblea formada por 538 electores. Esta cifra es igual a la suma de 100 senadores + 435 congresistas + 3 delegados de Washington D. C., que no tiene senadores pero sí delegados. Cada estado contribuye con un bloque de estos delegados o compromisarios, cuyo número es igual a la suma de sus representantes más sus senadores o delegados.
En las papeletas, cada candidato a presidente lleva adjunto el nombre de su vicepresidente y el partido político al que pertenece. Pero estos votos no eligen de momento al presidente, sino que eligen en bloque a los compromisarios de esta opción política que irán después al colegio electoral. Como hay 538 compromisarios en total, un candidato necesita al menos 270 para ser elegido. Lo que se traduce en la mitad de esos 538 o sea 269 + 1 = 270 compromisarios para ser elegido presidente de los Estados Unidos.
Cuando un ciudadano vota por su candidato a presidente, esta persona está votando realmente para instruir al elector de su estado hacia dónde debe ser dirigido su voto en el Colegio Electoral. Por ejemplo, si un ciudadano deposita su papeleta por el candidato del partido republicano, realmente esta persona está ordenando al “elector” de su estado para que vote por ese candidato en la reunión de electores en el Colegio Electoral, lo mismo en el caso demócrata. O lo que es lo mismo, quien gane el voto popular en un determinado estado, conseguirá el respaldo de “los electores” y, por tanto, los votos estatales a ese candidato y su partido.
Un Voto
Cada estado tiene una cantidad de votos electorales de acuerdo con su población. Y se puede dar el caso que un candidato gane por un voto en un estado y, sin embargo, obtiene la totalidad de los votos electorales de dicho estado.
Los críticos del sistema de votos electorales enfatizan el hecho de que aún perdiendo las elecciones populares, un candidato logre obtener 270 votos y, por tanto, se convierta en presidente por el Colegio Electoral. Teóricamente, un candidato puede perder en 39 estados, en los que no obtenga ni un solo voto de los ciudadanos, y sin embargo, convertirse en presidente al ganar el voto popular en el Distrito de Columbia y en los siguientes 11 estados: California: 55; Texas: 38; Nueva York: 29; Florida: 29; Pensilvania: 20; Illinois: 20; Ohio: 18; Míchigan: 16; Georgia: 16; Nueva Jersey: 14; Washington: 12; Distrito de Columbia: 3
De darse el caso de que ninguno de los candidatos obtenga más de 270 votos electorales, la Duodécima Enmienda a la Constitución entra a regir y el Congreso decide quién será el nuevo presidente. La combinación de congresistas de cada estado tiene derecho a un voto por estado y una mayoría simple de estados da un ganador.
Esta situación se ha presentado dos veces en la historia norteamericana. La primera se dio en 1801: fue elegido presidente Thomas Jefferson; la segunda se produjo en 1825, cuando fue elegido presidente John Quincy Adams.