Nicolás y Juan Andrés Ospina son dos compositores y cantautores colombianos que se hicieron célebres en Youtube con su video “Qué difícil es hablar el español”.
Con solo un telón gris, un par de guitarras, mucho talento y una cuota de humor, ellos lograron que su video superara los tres millones de visitas. Aunque la fama los alcanzó de repente, su trayectoria como músicos clásicos y de jazz es de largo aliento.
Juan Andrés ha escrito “La era de las incomunicaciones” que pone en evidencia los riesgos y peligros que existen en internet, cuando personas sin escrúpulos, irresponsables utilizan la Red:
Ayer, mientras trabajábamos con mi hermano Nicolás en las nuevas canciones que estamos preparando para el concierto que tenemos en Barcelona, recibimos un par de mensajes a nuestro blog de intentalocarito. “Racistas de mierda”, “Banda sin futuro”, “Vergüenza para Colombia”, decían algunos mensajes.
-“Que raro esto”, le dije.
-“Seguro que es spam”, dijo Nicolás.
Seguimos trabajando un par de horas más, hasta que nos recogió una amiga con la que íbamos a cenar. Llegué a mi casa nuevamente hacia la media noche y me puse a trabajar en un video que estoy editando, cuando me entró una llamada de mi hermano.
-“¿Qué hubo Nicolás?”, saludé.
-“¿Oiga se acuerda lo de los insultos de esta tarde? Acabo de ver que están escribiéndonos porque unos tipos se están haciendo hacer pasar por nosotros, e insultaron a una persona con un comentario muy racista”.
Muy ansioso me puse a investigar para entender bien qué era lo que estaba pasando. Pronto me encontré una página que se había estado haciendo pasar por nosotros con el nombre de ‘inténtalo carito’ desde abril, inventándose conciertos y poniendo fotos absurdas. El problema surgió cuando una estudiante de lenguas en Brasil escribió un mensaje a esta página con un mensaje de felicitación por el video de ‘Qué difícil es hablar el español’, a lo que la falsa página respondió con otro comentario en un tono ofensivo: “NEGRA!”. El comentario de la página fraudulenta, que en ese momento por alguna razón se había cambiado el nombre de ‘inténtalo carito’ a ‘racismo puro’, tristemente fue compartido por cientos de personas indignadas.
En seguida creé una página oficial de ‘inténtalo carito’ de facebook (¡por suerte ellos no habían utilizado este nombre aún!) y mandé varios mensajes intentando aclarar la situación a algunas de las personas que estaban compartiendo el comentario ofensivo, hasta que a las 3.30am me dormí totalmente agotado por el tema. Esta mañana me reuní con Nicolás temprano, y grabamos un video los dos aclarando todo el asunto. Mandé otros muchos mensajes, escribí un post en nuestro blog y tuve algunas discusiones absurdas con gente que a pesar de todo sigue diciendo que somos unos racistas y que no entienden por qué la página de ‘inténtalo carito’ desapareció y luego apareció nuevamente con el nombre de ‘inténtalo carito oficial’.
“A palabras sordas, oídos necios”, dice un famoso refrán, y nosotros ya no podemos hacer nada más para que la gente entienda que no fuimos nosotros los que creamos la página falsa que insultó a la estudiante del Brasil. Ahora sólo queda esperar que pasen un par de días y que la página falsa sea bloqueada por Facebook, después de haber recibido docenas de denuncias de la gente que cree en nuestro trabajo.
La fragilidad de esta era
Sin embargo todo este desagradable episodio me ha hecho reflexionar nuevamente en lo frágil que es toda esta era de las comunicaciones en la que todos estamos inmersos. Todos tenemos acceso a la información, pero esto es algo que nos llegó de repente y para lo que la mayoría no estaba preparada. Somos pocos los que acostumbramos a poner en tela de juicio la información que nos llega, y esto convierte a las redes sociales en peligrosísimas armas que pueden movilizar gente tanto para cosas buenas como para cosas malas; pueden engrandecer el trabajo de una persona al tiempo que pueden destruir la carrera de toda una vida injustamente. No se entiende la dimensión de la responsabilidad del lector, que viene a ser igual de grande a la del escritor. El lector es el que finalmente valida lo que el escritor dice, y sin el primero el segundo no existe.
¿Qué habría pasado si yo estuviera pasando una semana caminando por el monte, aislado del internet? Habría vuelto a la ciudad para encontrarme con mi página profesional invadida de insultos y de falsas acusaciones, el proyecto de inténtalo carito enormemente perjudicado (proyecto que además no es más que una propuesta creativa y original para hacerle pasar a la gente un rato divertido a partir de un intenso trabajo musical y lingüistico), y yo me habría pasado un mes entero perdiendo tiempo intentando solucionar todo el problema y sintiéndome como un miserable todas las noches antes de irme a dormir. Cientos de personas compartieron el comentario ofensivo contra la estudiante de lenguas sin tomarse si quiera un minuto para verificar si era verdadero. Es decir: a partir de una foto de pantalla (que cualquier persona con un computador puede hacer), y de un perfil con una foto bajada de alguno de nuestros blogs (cosa que también puede hacer cualquier tonto con un computador), la gente se indignó y comenzó a insultarnos a diestra y siniestra por ‘racistas’.
Y entonces ¿cómo hacemos? ¿Es eso lo único que se necesita para movilizar a la gente a pensar una cosa u otra? Cualquier persona con 10 minutos de tiempo libre y un mínimo grado de escepticismo se habría dado cuenta en seguida que la ortografía, la manera de hablar, las publicaciones y todo lo que había en esta página era falso, no tenía ninguna relación con nosotros y nuestra manera de hacer las cosas. Y si alguien no conocía nuestro estilo, bastaba con leer la página fraudulenta para ver la poca coherencia que todas las publicaciones tenían entre sí.
También la televisión
Para citar otro ejemplo, hace unos seis meses mi prima llamó a Nicolás:
-“¡Nicolás, está en la televisión!”, dijo.
Nicolás corrió al cuarto a encender el aparato, no tanto por la emoción de estar al aire sino por la confusión que le provocaba saber que estaba en un programa sin haber sido avisado. Resulta que una famosa actriz colombiana había tenido un novio que se llamaba Nicolás Ospina que aparentemente era algo aficionado a la música. Los programadores no tuvieron el más mínimo inconveniente en ir a Google y buscar alguna foto del tal Nicolás Ospina, y como la primera que se encontraron fue la de mi hermano decidieron que esa era la que iban a poner en el programa de chismes. Y ahí estaba la foto de Nicolás, en un programa con gente que Nicolás no conocía, en un programa de chismes sobre gente que él tampoco conocía, con un presentador que él no conocía, en el que estaban hablando de una supuesta hija que él no conocía y que en teoría tenía con esta actriz colombiana ¡QUE TAMPOCO CONOCÍA!
Ahora, estamos hablando de un programa de televisión que en teoría tiene un realizador, un productor, un guionista. Gente que en teoría trabaja para validar previamente la información que va a presentar, y que trabaja con los impuestos de la gente que luego los va a ver y a oír en la televisión. Si esta gente, que trabaja para esto todos los días y que controlan los medios de comunicación más influyentes de la sociedad, no se toma un segundo para ver si lo que están diciendo es verdad, qué se puede pedir de la cantidad de gente que revisa el internet en sus ratos libres?
Esta es la era de las comunicaciones. Pero no de las comunicaciones constructivas, educativas, didácticas: simplemente de las comunicaciones. De las comunicaciones y las audiencias masivas e inmediatas, de los televidentes y lectores dopados. Es clave que como protagonistas de este escenario aprendamos que la supuesta ‘era de las comunicaciones’ lo que hace es facilitar la comunicación hasta el punto que cualquiera puede escribir lo primero que le pasa por la mente y presentarlo como una noticia fundamentada. Necesitamos generar una cultura de gente que no ‘trague entero’ y que no se venda a lo primero que le cuentan. La inmediatez de hacer un click con el dedo índice y compartir cualquier tipo de información es un peligro terrible que además nos convierte en soldados analfabetas de posibles corrientes perversas, corruptas y dañinas. Medios televisivos publicando cualquier cosa para subir el rating de un noticiero; revistas de renombre inventando testimonios y artículos sin tomarse el tiempo necesario para validar la información, únicamente para vender más ejemplares; usuarios de las redes sociales creando perfiles falsos para difamar el trabajo de otro sólo para conseguir unos cuantos ‘likes’ en sus páginas. Estamos todos nadando en esta ‘era de las comunicaciones’, pero el beneficio de la duda al parecer está incomunicado.
Reproducimos el video con la composición que hizo famosos en el ciberespacio a los hermanos Ospina: