Es sabido el intenso cariño que nace en la relación de los abuelos con los nietos. Tan intenso que en más de un caso desplaza a hijos y padres.
Esa singular relación origina algunas anécdotas risueñas:
La abuela se maquillaba en el baño bajo la mirada escrutadora de la pequeña nieta, como siempre hacía. Después de aplicarse su lápiz labial y disponerse a salir, la pequeña le dijo: “Pero abuela, ¡Olvidaste darle el beso de despedida a la servilleta!” Seguramente la abuela nunca más se pintará la boca sin darle ‘el beso de despedida’ a la servilleta…
2. Mi nieto me llamó el otro día a desearme un feliz cumpleaños. Me preguntó qué edad tenía y le dije que había cumplido 72 años. Mi nieto se quedó pensativo por un rato y entonces me preguntó ¿Tu comenzaste desde 1?
3. Después de acostar a sus nietos, una abuela se puso su camisón y las chancletas y se puso a lavarse el pelo. En la medida de que escuchaba el jaleo que armaban los chicos, se le acabó la paciencia. Se enrolló una toalla en la cabeza y entró como una tromba en la habitación y volvió a acostar a los niños para regañarles. Tan pronto dejó la habitación, oyó al más chico decir con una voz temblorosa: ¿Quién era esa?
4. Una abuela le contaba a su nieta pequeña cómo fue su niñez: “Nosotros patinábamos con una tabla en las cuestas empinadas y además teníamos un columpio hecho con una tabla colgando de un árbol frente a la casa. Paseábamos en un burrito y cogíamos frutas de las matas y de los árboles” La niña se quedó boquiabierta oyéndome. Finalmente dijo: “Yo debí haberte conocido mucho antes”
5. Mi nieto nos visitaba un día y de repente me dijo: “Abuela, tu sabes en que se parecen tu y Dios? Y yo, muy oronda, le pregunté: “No, ¿en qué?” y me soltó: “los dos son viejos”.
6. Una niña estaba afanada tecleando en la computadora del abuelo y le dijo que estaba escribiendo un cuento. “¿De qué se trata?”, le preguntó el viejo. “No sé,” contestó ella, “yo no se leer”.
7. No sabía si mi nieta ya había aprendido a reconocer los colores, por lo que decidí comprobarlo. Entonces le iba señalando cosas y le preguntaba de qué color eran. Así durante un rato, siempre contestando correctamente. Hasta que yendo hacia la puerta, me soltó: “Abuela, yo creo que tu puedes reconocer esos colores por ti misma”.
8. Cuando mi nieto me preguntó qué cuántos años tienes yo, bromeando, le dije que no estaba muy seguro. “Mira la etiqueta de tus pantalones, abuelo, siempre lo pone, en el mío dice de 4 a 6 años”.
9. Le preguntaron a un pequeño de 6 años dónde vivía su abuela y él contestó: “Ah, vive en el aeropuerto, porque cuando la queremos ver vamos a buscarla allí. Luego, cuando se va, la llevamos de nuevo al aeropuerto”.
10. “¡Mi abuelo es el más inteligente de todos! Me enseña muchas cosas buenas, pero no lo veo con la suficiente frecuencia para hacerme tan inteligente como él”.