La célebre Duquesa de Alba, quien se casó hace unos días por tercera vez a los 85 años, con un novio 25 años menor, acaba de publicar sus memorias con el título de “Yo, Cayetana”. A continuación un resumen preparado por periodistadigital.com
Aunque siempre ha pasado de todas las verdades y mentiras que se han dicho sobre ella, la duquesa de Alba ha decidido contar en primera persona y sin pelos en la lengua unas memorias que se leen de un tirón.
Casi nada queda en el tintero. Por ejemplo, narra la imposibilidad, cuando era pequeña, de ver a su madre, que le arrojaba un bolso si intentaba acercarse a la cama para no contagiarle la tuberculosis.
“Por muy pocos años no la salvó la penicilina”.
Relata también las fiestas de joven en Liria, a las que acudía el duque de Windsor con Wallis Simpson o Audrey Hepburn (“elegantísima pero los hombres las prefieren con menos huesos y más carne”).
Uno de los recuerdos de infancia a los que más líneas dedica es a su viaje a Roma para ver al papa Pío XII:
“Uno de los personajes clave de mi vida. En la audiencia me llamó la atención el gorro que llevaba y le pregunté que por qué llevaba esa boina en la cabeza tan pequeña que no servía ni para quitar el sol ni para resguardarse de la lluvia. El papa se rió muchísimo, me acarició el pelo y luego me colocó el casquete que me había suscitado tanta curiosidad”.
Cayetana se declara muy católica:
“aunque sin ser beata, lo cual no está reñido con ser moderna. Desde pequeña me he adelantado a mi tiempo, incluso ahora”.
Recuerda después con dolor la destrucción del Palacio de Liria en la Guerra Civil y la ilusión que ella y su padre pusieron en la reconstrucción.
“En esa época empecé a tratar mucho a los Kennedy y, como yo me sentía muy sola, me daba envidia aquella familia tan numerosa. Ya casada, almorzamos con John y Jackie en Estados Unidos y me hice muy amiga de Jacqueline, aunque al que más admiraba era a Bob, que habría sido un gran presidente de Estados Unidos”.
Su pasión por Sevilla, el arte taurino, el flamenco y los caballos salpican todas las memorias de esta aristócrata, 14 veces grande de España. “Prefiero no entrar en lo que pienso sobre los intentos de prohibir la Fiesta. El toreo es un arte. Las tardes en la Maestranza son inenarrables y me encantaba la solemnidad de Manolete cuando entraba en la plaza; era como un dios”.
Un capítulo muy entretenido es el de sus pretendientes. Se enamoró locamente del torero Pepe Luis Vázquez.
“Y él de mí. Tal vez sea feo decirlo pero no ha habido ni un solo hombre de los que me han interesado que se me haya resistido. Y muchos que no me gustaban lo han intentado”.
Tiene muy claro que su éxito “no se debe a que soy Duquesa de Alba, sino a que soy una persona muy especial con una gran seguridad en mí misma”.
Cayetana se declara profundamente monárquica.
“Mato por el Rey Juan Carlos. Es uno de los mejores reyes que ha tenido España y, si no estuviera en estos momentos con este presidente de Gobierno, no quiero ni pensarlo…”.
“El día que cumplí 80 años los Reyes se personaron en casa y cuando soplé las velas me preguntaron: ‘¿Qué deseas?’. Y yo respondí: ‘Otros 80 años”.
A su boda con Luis Martínez de Irujo, con quien tuvo seis hijos, acudieron 2.500 invitados de todo el mundo.
“Grace Kelly me copió luego la botonadura del vestido”.
A finales de los cincuenta se hizo amiga de María Callas “que sufría terriblemente al lado de Onassis. A mí siempre me pareció un tipo bastante tosco, grosero y desagradable”.
Años después, Picasso pidió a Cayetana -a través de los Dominguín- que posara desnuda para él, “pero mi marido se opuso”.
Tras su boda con Jesús Aguirre, “con quien el sexo fue estupendo”, apuesta por un tercero y se ríe de los que tachan de interesado a Alfonso Díez. “Sólo me quiere a mí”.
Y, una vez más, la Duquesa consigue lo que desea.