MECHE Y VELASCO

Se ha informado que Meche Solaeche, la notable y querida figura de la televisión, está enfrentando, con toda valentía y decisión, un tumor maligno en un seno.

La noticia me invitó a recordar un episodio en mi trayectoria televisiva, que tuvo un final feliz.

Hace un poco más de 40 años, Meche trató de suicidarse, al ingerir numerosas pastillas de tranquilizantes. Al parecer estaba atravesando por una etapa de depresión. Las versiones indicaban que Humberto Vílchez Vera, un destacado animador y actor argentino, había desequilibrado mentalmente a Meche, su co animadora en el programa de 6 horas “Domingos Gigantes”. Vílchez Vera era aficionado al esoterismo. En el Perú debutó con un programa radial que se llamaba los “Fantasmas se Divierten” y ya en Panamericana pasó una noche en el temido segundo piso de la Casa Matusita, en la antigua avenida Wilson. La leyenda decía que en ese piso “penaban”.

Meche Solaeche fue llevada a un clínica vecina a Panamericana donde los médicos no podían contrarrestar el efecto de las pastillas. Ellos indicaron que sólo en el Hospital Militar podían salvarla, ya que contaba con un equipo resucitador de última generación.

La Llamada a Velasco
Fue entonces que vinieron a buscarme los compañeros de trabajo de Meche para pedirme que hablara con el General Juan Velasco Alvarado, por entonces Comandante General del Ejército, quien era el único que podía superar las normas de ese hospital que sólo aceptaba a pacientes militares o sus familiares.

Llamé por teléfono a la casa del General Velasco. Me contestó su esposa Consuelo quien, al identificarme – Director de “El Panamericano”, el noticiero más importante- me comunicó con él (en los segundos que tardó el contacto comprobé que estaban sintonizando nuestro informativo). Velasco me atendió con cortesía, pero al explicarle el motivo de la llamada, cambió el tono. “En el Hospital Militar no reciben a pacientes ajenos a la institución”, me dijo. No me desanimé y exclamé, dramáticamente: “Pero, General, se está muriendo”. Al parecer fui convincente. Velasco me indicó que llamara en cinco minutos.

Pasado el tiempo, volví a llamar. Esta vez, el General Velasco contestó de inmediato y me dio las indicaciones precisas: hablar con el Director del Hospital que ya estaba autorizado para hacer la excepción. Se despidió así: “Ojalá se salve la muchacha”.

Y en el Hospital Militar salvaron a Meche.

El General Velasco, meses después, encabezaría la revolución que puso fin al gobierno del Presidente Fernando Belaúnde.

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