Como ha venido ocurriendo desde el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en setiembre del 2001, del desastroso tsunami de octubre del 2004 en Asia y la acción terrorista en el metro de Londres, en julio del 2005, por poner unos ejemplos, las imágenes más impactantes de los sucesos no fueron logradas por los profesionales de los medios de comunicación, sino por la gente común que configura lo que se conoce como periodismo ciudadano o participativo.
La catástrofe del terremoto en Chile no podía escapar a esa realidad. Han sido, una vez más, los aficionados, los no profesionales, los que han proporcionado los testimonios más impresionantes y dramáticos, muchos grabados en el momento mismo de la duración de más de un minuto del sismo.
Todo ha sido posible por los asombrosos avances tecnológicos, en especial en los celulares capaces de tomar imágenes fijas y en movimiento y de enviarlas a los medios o subirlas a YouTube con sus 100 millones de usuarios en el mundo entero.
El Audio de 1970
En mi experiencia profesional sobre la cobertura de estos desastres no se contaba con esta invalorable colaboración ciudadana. A lo más recuerdo que en el terremoto de 1970 un televidente nos proporcionó la grabación sonora del sismo. Estaba operando una grabadora de audio que siguió funcionando mientras su dueño salía desesperadamente de la casa para ubicarse en un lugar seguro. Cuando la utilizamos en el noticiero, con algunas imágenes de fondo, causamos no sólo un gran impacto periodístico, sino también numerosas quejas de personas todavía afectadas emocionalmente por el terremoto.
Cifras lamentables
En nuestra entrega de ayer terminamos deseando que la experiencia en estos caso, casi como una ley inexorable, no se cumpliera. Es decir que siempre en los grandes desastres la cifras iniciales de víctimas suben considerablemente al transcurrir el tiempo.
Como se recuerda, el primer dato oficial fue de 72 víctimas. Veinte horas después de 214 y hoy, a las 14:00 horas, pasadas 35 horas, por información presidencial, de 708. Con los desaparecidos y la acción en decenas de centros poblados aislados, la cifra trágica puede ser, lamentablemente, de miles.