Durante sus décadas de actividad periodística, el autor vivió numerosos episodios que constituyen una especie de anecdotario muy personal. A continuación algunos de de ellos.
El 9 de noviembre de 1971, inmediatamente después que el Ministro de Transportes y Comunicaciones del Gobierno Militar terminará su anuncio al país sobre la expropiación de los canales de televisión y las estaciones radiales más importantes, el local de Panamericana Televisión en la Av. Arequipa, fue tomado por contingentes de la policía. Yo me encontraba en ese momento en las oficinas de El Panamericano, pues el mensaje había sido transmitido instantes después del noticiero.
La irrupción policial me recordó otra que había experimentado en 1955, cuando la PIP asaltó violentamente el local de La Prensa para detener a Pedro Beltrán, acusado de complicidad en un intento de golpe de estado contra el régimen del General Manuel Odría. Esa vez los periodistas que acompañábamos a Beltrán fuimos detenidos y trasladados a la isla El Frontón, una temida prisión de la época.
Pero la toma de Panamericana no fue violenta. Inclusive contó con la participación -lo comprobamos con tristeza- de algunas conocidas figuras y trabajadores experimentados de la propia empresa, que colaboraron con la acción policial ubicándose en lugares estratégicos para asegurar que la señal de Panamericana se siguiera emitiendo sin problemas.
El 5 de abril de 1992 nuevamente se produciría otra ocupación de Panamericana y otros medios por efectivos de las Fuerzas Armadas, luego del famoso autogolpe de Fujimori. La intervención apenas duró dos días; luego las tropas se retiraron y Fujimori presentó sus excusas a los propietarios de algunos medios.
Cumpleaños y Expropiación
La expropiación de 1971 se produjo el mismo día del cumpleaños de Genaro Delgado Parker, quien celebraba la fecha en su lujosa y amplia residencia de Las Casuarinas. Yo había sido invitado a la reunión, pero no podía salir del edificio ya que la policía no lo permitía. Acudimos a la Gerencia, donde se había establecido un comandante de la Marina encargado del operativo. Cuando conoció nuestra protesta por el impedimento de salida, de inmediato levantó la prohibición con las excusas del caso. En realidad, laboralmente los periodistas no pertenecíamos a Panamericana Televisión sino a Producciones Panamericana, una empresa legalmente distinta. Nos pareció que el comandante sabía quiénes éramos y se mostró muy amable, indicándonos que todo debía seguir como siempre y que nos esperaba al día siguiente para cumplir con nuestras obligaciones diarias.
Cuando llegamos a Las Casuarinas, nos pareció que la acción del régimen velasquista no había sorprendido al dueño del santo y que él sabía lo que ocurriría, por lo que sucedió meses después. Genaro, aunque se estableció en Buenos Aires, siguió manejando Panamericana Producciones. Incluso vino por varios meses para encargarse personalmente de la producción de programas, no sólo para Panamericana Televisión sino también para América Televisión, ya que los militares querían unificar la producción televisiva en una gran empresa que un año después se llamaría Telecentro. Pero la participación de Genaro terminó pronto por la airada reacción del general Velasco que no aceptó que Genaro concurriera a un almuerzo con figuras contrarias al gobierno en la Federación de Periodistas. El régimen militar expropió también Panamericana Producciones en 1974.
La Presencia Militar
Los años de la presencia militar en la televisión fueron los años más negros. Querían que los canales contribuyeran al logro de los objetivos “revolucionarios” del régimen de Velasco y luego a los de Morales Bermúdez, quien en el último año de su gobierno, suavizó la situación y permitió algunos programas de apertura democrática.
Siempre se nos ha preguntado porqué no renunciamos en esa época y optamos por sufrir tan dura experiencia. La respuesta no es simple: a) en el régimen militar había personas que se oponían a los extremismos de algunos asesores de Palacio, y que nos pidieron que no nos fuéramos, para demostrar en alguna forma la superioridad de un trabajo profesional; b) los mismos propietarios nos exigieron resistir en nuestros puestos, porque si no lo hacíamos íbamos a ser reemplazados por elementos politizados, que harían muy dificultosa la recuperación de los canales; c) ante el monopolio estatal, era la única posibilidad de subsistencia profesional que teníamos y que nos permitía atender a nuestros hogares con esposas e hijos pequeños. Esta fue una razón importante, aunque no tan decisiva como las dos primeras.
Yo, personalmente, no era bien considerado en Palacio ni en la Oficina Central de Informaciones (OCI) porque no se me consideraba un periodista “no convencido”. No obstante, se me respetaba por mi capacidad profesional. Cuando ya expiraba la permanencia de Velasco en el poder, mis enemigos lograron sacarme de la dirección periodística, y luego de un intento fallido de despido –que personas influyentes en el Gobierno impidieron- me trasladaron a una inexistente Gerencia de Logística, que nació conmigo.
Me dediqué intensamente a la nueva responsabilidad y logré organizar y poner en orden un aspecto tan importante en la marcha de una empresa de la complejidad de Panamericana. Asistí a cursos en IPAE y ESAN para adquirir mayores conocimientos. Me llegó a gustar tanto el puesto, que decidí abandonar el periodismo para abrirme un futuro nuevo en la logística y la administración en general. Pero, entonces, se produjo el sorpresivo cambio en Palacio, que llevó al poder al general Morales Bermúdez. Para demostrar que no era igual que Velasco, ordenó que se me devolviera a la Gerencia de Informaciones. Me resistí durante semanas, aprovechando mi condición de Director por la Comunidad de trabajadores. No quería volver al periodismo. Finalmente me convencieron con un argumento adicional: la Gerencia de Logística iba a desaparecer.