Durante sus décadas de actividad periodística, el autor vivió numerosos episodios que constituyen una especie de anecdotario muy personal. A continuación algunos de de ellos.
A fines de diciembre de 1965, después de haber trabajado 10 años en el periodismo escrito -La Prensa y Correo- fui invitado por Genaro Delgado Parker para reemplazar a Alfonso Tealdo en la dirección del noticiero El Panamericano. Alfonso, cuya capacidad y talento periodísticos nadie ponía en duda, faltaba con gran frecuencia a sus obligaciones por sus costumbres bohemias. Acepté temporalmente, sólo por los tres meses de vacaciones escolares. En esa época ya tenía decidido consagrarme a la educación, profesión que había estudiado en San Marcos.
Al cumplirse el plazo acordado acudí a la oficina de Genaro, quien era uno de los propietarios y Gerente General del Canal 5. Le agradecí haberme confiado la dirección del noticiero más importante de la televisión, aunque si la comparamos con lo que se haría años después, era una tarea bastante elemental. Recuerdo que Genaro se sorprendió y me dijo: “No, Julio, usted no se va de Panamericana. ¿Quiere un aumento?… dígame cuánto”.
En realidad, el canal me pagaba muy buen sueldo, mucho más de lo que podría ganar jamás como profesor. Fueron tan convincentes sus diversos argumentos que, finalmente, decidí continuar en Panamericana y reducir al mínimo mi actividad docente, algo que después tendría que dejar del todo por las agotadoras exigencias del trabajo televisivo. En pocas palabras: ingresé a la televisión sólo por tres meses y me quedé 32 años.
Cuando inicié mis labores en la televisión, no sabía casi nada del nuevo medio. Nadie enseñaba la especialidad. Lo que inicialmente me favoreció fue mi severa formación profesional en el periodismo escrito, formación que me permitió desarrollar un aceptable “sentido de la noticia”, cualidad básica y esencial de nuestra profesión. También me sirvió mi convicción acerca del necesario cumplimiento de las responsabilidades y compromisos asumidos.
Pensar en Imágenes
Con el tiempo me fui entrenando y adecuando a “pensar en imágenes”, característica suprema del lenguaje televisivo, que lo hace muy diferente a los lenguajes del periodismo escrito o radial. Mi posterior experiencia confirmó que si no se domina esa exigencia, no se puede tener éxito en la televisión. Muchos colegas destacadísimos en los otros lenguajes fracasaron en el mundo de las cámaras, las luces y los micrófonos, porque nunca pudieron “pensar en imágenes”.
Una de mis primeras lecciones las recibí del mismo Genaro Delgado cuando me llamó a su oficina para hacerme observaciones sobre el noticiero. Sus comentarios fueron tan diversos como minuciosos. Recuerdo uno: “la mayoría de los televidentes ven las imágenes en televisores pequeños. Si los camarógrafos apelan a planos muy abiertos en sus tomas, los personajes y los detalles no se podrán apreciar debidamente. Conclusión: hay que evitar en lo posible esos planos y utilizar más los medios y cerrados, para que los detalles puedan ser presentados convenientemente. Es la diferencia de la televisión con el cine, que utiliza pantallas de gran tamaño en las salas de exhibición”.
Cámaras a Cuerda
Cuando ingresé a la televisión, la cobertura informativa utilizaba cámaras cinematográficas de 16 mm. , menos de la mitad de las cámaras del cine profesional. Eran cámaras adaptadas para el reporterismo televisivo, compactas y operativas. Las primeras fueron silentes, funcionaban a cuerda y con carretes para filmar sólo dos minutos y medio. Posteriormente vendrían cámaras más grandes para filmaciones sonoras, con chasis pesados que permitían labores de hasta once minutos. Pero estas cámaras trajeron un problema técnico: el uso de baterías pesadas cuya capacidad energética era limitada o requerían de la conexión a la corriente eléctrica que sólo se podía hacer en interiores. Otro problema grave y costoso era el procesado de la película en un laboratorio. En el mejor de los casos una filmación estaba lista para su montaje o edición luego de dos horas. Además, la película no podía ser reutilizada, e iba a incrementar el archivo fílmico.
Ahora se podrá entender lo que significó la invención del videotape, en los años 70. Con las cámaras electrónicas conectadas a caseteras, se podían tener las imágenes de los sucesos listas para su difusión inmediata, pues no necesitaban ser procesadas por ningún laboratorio. Más aún, el videocasete podía ser reutilizado tantas veces como lo permitiera la resistencia de la cinta. A veces era de más de un mes con uso diario. La invención del video fue para la televisión lo que el jet fue para la aviación a hélice. Para los camarógrafos formados en la época de la película no les fue nada fácil adaptarse a la nueva y revolucionaria tecnología. Especialmente aprovecharla en toda su magnitud, como la posibilidad de grabar el sonido ambiental o natural permanentemente.
Experiencia Singular
Recuerdo una experiencia singular en este aspecto de la introducción del videotape al periodismo televisivo. Fue en una visita a la poderosa cadena CBS de Nueva York en 1975. Era un viernes por la tarde. Me asignaron como anfitrión a un periodista de gran autoridad y veteranía. Se trataba de John Little, cuyo tamaño desmentía su nombre, pues era un gringo gigantesco. Luego de presenciar la emisión del noticiero más famoso de Estados Unidos -con Walter Cronkite, su conductor y director- John me invitó a tomar unos tragos en el bar de la esquina, lugar de cita obligatoria de los periodistas de la cadena, para relajarse luego de una semana agitada.
Cuando la conversación sobre el periodismo se puso más interesante, John me invito a acompañarlo de regreso al edificio de la CBS. Me condujo por largos pasadizos hasta llegar a una puerta que abrió con las llaves que portaba. Lo que vi fue sorprendente: se trataba de la primera isla de edición para videotape. Era un proyecto desarrollado en secreto entre la CBS y la Sony de Japón. El asunto tenía todas las características de experimental. Pronto, el sistema se vendería a todas las televisoras del mundo. Gracias a mi amigo John Little tuve el privilegio de ser una de las primeras personas en conocer lo que sería una transformación completa en los sistemas del tratamiento de la imagen y sonido. En el Perú, con el video llegó también el color a los noticieros, en correspondencia con la nueva tecnología que implantaron los canales de televisión a comienzos de los 80.