Uno de los temas más delicados en el periodismo es el de su credibilidad y su influencia en la opinión pública. Se afirma que la credibilidad es el “hilo de oro” del periodismo. Es el capital más grande que puede tener un medio. Consigue un sentimiento de apoyo, fe y confianza por parte de la gente, que está segura que toda la información corresponde a la verdad de los hechos. En esta perspectiva fuentes informativas fidedignas y confiables son muy importantes y decisivas.
Para que un medio de comunicación tenga influencia en la opinión pública y el poder político y, por lo tanto, ejerza presión mediática, requiere que llegue al mayor número de personas, pero en base a una gran credibilidad y prestigio. Es decir, tener gran circulación (caso de los medios escritos), mucha sintonía y alcance (caso de los medios audiovisuales).
Un medio que carece de aceptación por practicar, entre otras razones, un periodismo mediatizado o mediocre, difícilmente desempeñará un rol de influencia en la opinión pública y el poder político. Y, salvo que cuente con recursos financieros de grupos económicos o del gobierno, desaparecerá.
De ahí la preocupación permanente de los medios para contar con muchos lectores o gran sintonía que les permita, por un lado, autofinanciarse, y, por otro, ganar influencia y respeto. Para ello tienen que practicar un periodismo de gran impacto e interés, pero, sobre todo, que tenga credibilidad. Es decir, que todo lo que informen corresponda a la verdad de los hechos. Y, cuando se equivoquen, tener la entereza de reconocer el error y pedir las disculpas del caso.
La credibilidad se logra cuando los medios respetan los principios periodísticos fundamentales. Estos son:
Principio de la Objetividad.-
Significa que el periodista no debe dar opinión en la cobertura informativa. Debe mencionar los hechos con prescindencia de su personal manera de juzgar las circunstancias. Vale decir, sin que su posición o simpatías puedan influir en la presentación de los hechos. Desde luego, no existe la objetividad pura cien por cien. Pero el periodista profesional debe tratar, en todo momento, de respetar este principio.
Principio de la Veracidad.-
Se refiere, fundamentalmente, a la exactitud de los datos de la información. Una labor veraz es cuando se dan las cifras, ubicaciones, nombres, ocupaciones o cargos correctos. Cuando se difunden las opiniones y declaraciones tal y conforme fueron dadas, sin tergiversaciones; y, de acuerdo con su contexto, si se tiene que limitarlas en su extensión. Se cumple este principio cuando toda referencia o mención que se haga estén solventadas por el conocimiento apropiado.
Principio de la Honestidad.-
Dispone que los periodistas deben cumplir su misión sin fines subalternos. Que se dé ” al César lo que es del César”, sin regateo de méritos. Dispone que los periodistas deben regirse sólo por propósitos profesionales y no motivados o condicionados por intereses personales, políticos o comerciales. Dispone no destacar, preponderantemente y con intención subalterna, los aspectos negativos de una información. Este principio también debe regir la vida profesional del reportero, para no dejarse tentar por situaciones que puedan llevar a una conducta incorrecta (recibir regalos o invitaciones condicionados a futuros favores informativos, por ejemplo).
Principio de la Imparcialidad.-
Exige que en la información se ofrezcan todos los ángulos de la noticia. El periodista debe dar, o por lo menos intentarlo, todas las opiniones o versiones referentes a un hecho. En especial, cuando se trata de una acusación contra una persona, autoridad o institución. En estos casos, necesaria y obligatoriamente, los acusados o demandados deben contar con la oportunidad de dar su versión. Y si no quisieran hacerlo, se debe informar de ello. Una información imparcial es una información completa.
Principio de la Responsabilidad.-
Se refiere al criterio que debe primar para calificar a las personas, sin afectar el honor de las mismas. No se puede asignar responsabilidad criminal o delictiva a alguien SI NO HA SIDO SANCIONADO POR LA AUTORIDAD JUDICIAL. En otras palabras, nadie es criminal, estafador, narcotraficante o terrorista, etc. hasta que un fallo del juez lo determine. Mientras tanto, así sea mostrada o acusada por la policía, toda persona tiene sólo una presunta culpabilidad. Y así debe precisarse con toda claridad en la información. Igualmente este principio obliga a los periodistas a no magnificar o hacer escándalo con asuntos que podrían alarmar o causar inquietudes injustificadas en la opinión pública. También a respetar la privacidad de las personas, siempre que esa privacidad no involucre una situación delictiva o denunciable, en especial cuando se trate de personajes públicos y comprometa hechos de interés público.
EL HILO DE ORO DEL PERIODISMO
Como se ha indicado, es criterio generalizado que el capital más grande que puede tener un medio o un periodista es la credibilidad: el sentimiento de apoyo, fe y confianza que la gente puede brindar.
En la dinámica de la comunicación periodística hay dos momentos esenciales. Por un lado, la acción del medio desde que cubre los acontecimientos y, de acuerdo con su lenguaje y soporte, elabora y difunde la información del hecho; y, por otro, la recepción de ese mensaje por el público que es recibido y aceptado por una decisión estrictamente intrapersonal o psicológica. Mientras toda acción en el primer momento debe regirse por los principios periodísticos ya indicados, en el segundo – el del público- depende del parecer y criterio subjetivo de la gente.
Se dan casos en que un medio intenta hacer un periodismo de calidad y merecedor de la recepción masiva del público y, sin embargo, por diferentes razones, no logra aceptación porque la gente no le tiene confianza, simpatía, no lo considera creíble. El caso de un canal de televisión limeño es una muestra concluyente: hasta hace unos años era poseedor de una notable aceptación, pero, por acontecimientos ligados al comportamiento de sus empresarios en los últimos tiempos, ha perdido gran parte de la enorme sintonía que sus programas periodísticos sostenían se debía a su credibilidad.
Por lo dicho, la credibilidad se construye con subjetividades, apreciaciones que el público acepta como propias. El medio o periodista es depositario de esa fe. La credibilidad es la “creencia” en el medio o periodista, por lo tanto se basa en subjetividades, aunque dentro de un marco ético.